El Gobierno Nacional se metió de lleno a analizar un sector, el textil, que viene con un período de dinamismo muy fuerte que tiene como contracara un aumento desemedido en los precios. Tal fue el contenido de una reunión que mantuvieron en Hacienda el ministro de Economía, Martín Guzmán; su par de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y al secretario de Industria, Ariel Schale. El cuarto hombre en la mesa fue el subsecretario de Programación Regional y Sectorial del Ministerio de Economía, Agustín Lódola.

"Desde el Gobierno se considera que la política sectorial debe balancear los objetivos de agregar valor nacional, fomentar la creación de empleo y la necesaria contención de los precios internos, y se revisaron líneas de acciones para asegurar que esos equilibrios se garanticen en 2022 en el contexto de las políticas para el desarrollo del sector textil", expresaron fuentes oficiales tras ser parte de ese encuentro. La reunión debe leerse, además, como el primer aviso del Gobierno a un sector que tiene valores internos muy por encima de la media, y no sólo en 2021, sino también en un 2020 que tuvo al rubro cerrado al consumo por la pandemia de la COVID 19. 

En los indices del INDEC de noviembre, por caso, la inflación general fue del 51,2 por ciento interanual, mientras que los precios de la indumentaria subieron 62,8 por ciento. La excusa que esgrimen en el sector industrial textil es que influyeron mucho los precios de las materias primas, el costo de fletes internacionales, la suba del tipo de cambio y otros costos extra. Pero en el Gobierno sospechan, en la misma línea, que hay una recomposición de ingresos fuertes, que no es nueva, y está en todos los eslabones de la cadena. Los números dan algunas señales: en enero, las prendas de vestir subieron sólo un 0,1 por ciento, pero ya en marzo había reportado un alza del 16,2 por ciento. Así, sacando los meses de mayo y julio, hubo siempre subas mensuales por sobre la inflación. 

En el caso del 2020, fue aún más llamativo: los productos textiles aumentaron 60 por ciento, en un período que tuvo una inflación general del 36,1 por ciento. Las mayores alzas, además, se sintieron en el interior del país, con subas de hasta 70 por ciento. Todo eso se dio, en parelelo, con centros comerciales cerrados por las restricciones en la pandemia y el consumo deprimido. 

Desde la Cámara Protejer, en tanto, argumentaron hace unos días que "uno de los aspectos más importantes es que el IPC utiliza la estructura de consumo que surge de la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (ENGHo) del 2004. Esto significa que para calcular cuánto pesan en el total los productos y canales de venta se utiliza lo que las familias consumían casi 20 años atrás". Agregaron además que, "según estimaciones propias, el consumo de marcas de gamas más altas -con presencia en shoppings- ha cedido terreno al calor de la pérdida de poder adquisitivo en los últimos cinco años y el surgimiento de las nuevas modalidades y actores. La clase media empezó a acudir a marcas alternativas, emprendimientos, showrooms o outlets e inclusive realiza compras en la calle Avellaneda" que el IPC no contabiliza. 

Tampoco toma en cuenta este indicador el precio de una prenda de marca fuera del precio de lista, al que acceden pocos consumidores, explicaron desde la entidad empresaria.