Luego de un 2020 de cartelera virtual y salas vacías, para las artes escénicas el 2021 podría caracterizarse como el año de la reactivación. Con aluvión de títulos, muchas reposiciones, pocos estrenos, protocolos cuidados y un público con más ganas que nunca de salir al encuentro de la cultura presencial, el teatro cierra una temporada activa y entusiasta.

“Este año termina con una proyección totalmente diferente a lo que fue diciembre de 2020. El público volvió a los teatros más rápido de lo estimado, producto del crédito que nos brindó el haber sido muy claros durante el 2020 acerca de la importancia de priorizar la situación sanitaria y privilegiar la salud, a pesar de la necesidad del sector. Por eso, cuando se abrió la actividad se fue incrementando a lo largo de las semanas la cantidad de espectadores que concurrieron a las salas a medida que fueron comprobando que se cumplían los protocolos. Porque el teatro es una actividad cuidadosa, y sabemos que no siempre el show debe continuar”, analiza en diálogo con Página/12 el productor teatral, y Presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales y Musicales (AADET), Carlos Rottemberg, quien fue una de las caras visibles de la crisis teatral.

La cantidad inusitada de propuestas en todos los circuitos durante el segundo semestre del año podrían arrojar, a priori, un buen saldo para los teatreros, pero Rottemberg advierte que la bonanza es relativa. “Lo que sucedió es que se produjo un cuello de botella, porque la realidad es que hubo un 28 por ciento menos de funciones que en 2019. En el sector estamos acostumbrados a que haya mil estrenos por año en todos los circuitos, y en 2021 apenas sobrepasamos los 700, pero esas obras se estrenaron todas juntas”.

El circuito comercial de la calle Corrientes apostó fuerte a tanques teatrales imbatibles como el caso de Toc Toc, que finalmente pudo celebrar su décimo año en cartel, bajo la dirección de Lía Jelín. A esa comedia infalible se sumó el regreso de Brujas, dirigida por Luis Agustoni, con Thelma Biral, Nora Cárpena, Moria Casán, María Leal y Sandra Mihanovich, y de Art, con puesta dirigida por Ricardo Darín y Germán Palacios e interpretada por Pablo Echarri, Fernán Mirás y Mike Amigorena.

Entre las novedades cómicas, abrió el año Lo escucho, con Jorge Suárez y Gabriel “Puma” Goity, dirigidos por Carlos Olivieri, con una obra desopilante atravesada por la psicología. Y otra dupla que superó las expectativas fue la de Verónica Llinás y Soledad Silveyra en Dos locas de remate, obra dirigida por Manuel González Gil en la que interpretaron a dos hermanas poco convencionales. Y ya en clave histórica, y con el mismo director, volvió a subir a escena Eva y Victoria, de Mónica Ottino, con los protagónicos de María Valenzuela y Sabrina Carballo en los roles de Victoria Ocampo y Eva Perón.

En el Teatro Regina, Virginia Lago se puso al frente de un especial homenaje a María Elena Walsh con Gracias, María Elena, y Pablo Gorlero hizo lo propio con su propuesta de Al bárbaro le doy paz, con un formato de varieté que se estrenó en El Picadero. Allí, en esa misma sala se vio durante todo el año uno de los títulos más necesarios, conmovedores y potentes de la cartelera: Jauría, de Jordi Casanovas, con dirección de Nelson Valente y gran elenco, que interpeló al público acerca del tratamiento mediático y judicial de la violencia sexual.

Jauría

Responsable de esa propuesta, el productor teatral y dueño de El Picadero, Sebastián Blutrach hizo también su balance. “Esta temporada que termina nos hizo ver lo importante que es nuestra actividad no solo para quienes hacemos teatro sino también para el público. Porque ahí se celebra una ceremonia que nos permite encontrarnos, emocionarnos, divertirnos y reflexionar. Es mucho más que sentarse en una butaca. Y eso se vio reflejado en el público que volvió a las salas con muchísimo entusiasmo, no sólo para ver teatro sino también para escuchar música. Todo funcionó muy bien porque la gente extrañaba la catarsis colectiva y la energía de un recital y de una obra”.

El 2021 comenzó con una temporada de verano que se caracterizó por aforos reducidos y pocas salas operativas. Y cuando todo parecía dado para terminar de despegar, el 15 de abril se dispuso volver a bajar los telones, una suspensión que se extendió hasta el 18 de junio, fecha que dio inicio a un tiempo sostenido de reactivación.

“Todo se dio antes de lo que marcaban nuestras expectativas. Y eso ocurrió gracias al éxito del plan de vacunación que fue lo que acompañó la recuperación y la reapertura en la que pudimos ampliar el aforo”, comparte Blutrach que este año finalizó su trabajo como asesor de contenidos, programación artística y producción del Teatro Nacional Cervantes, cargo que ocupó desde enero de 2020.

“La experiencia fue sumamente positiva. Fue un trabajo de mucha reconstrucción interna, y estuvimos atentos a poder hacer lo máximo que se podía hacer en cada momento de la pandemia. Estoy muy contento con lo realizado, pero me quedo un poco triste por no poder seguir con lo proyectado”, cuenta el productor que compartió ese trabajo con el ex director del teatro Rubén D´Audia.

Entre los proyectos realizados sobresalen las 21 obras cortas filmadas durante el aislamiento de 2020 en la sala María Guerrero, cuya producción pudo verse en gran parte este año en el canal de YouTube del Cervantes y en el canal Encuentro. “Fue muy gratificante poder llevar a cabo esa iniciativa, con calidad y con un protocolo muy fuerte y responsable trabajado en conjunto con los gremios y la dirección. Esto fue algo virtuoso en todos los aspectos, porque generó trabajo a actores, escenógrafos, vestuaristas, músicos y coreógrafos, todos trabajadores que la estaban pasando muy mal en ese momento de la pandemia. Y de igual manera fue un desafío tremendo producir un espectáculo como La comedia es peligrosa. El resultado fue impecable”. Estrenada en octubre, la obra fue encargada especialmente por el teatro para celebrar su centenario. Con dramaturgia en verso de Gonzalo Demaría, dirección de Ciro Zorzoli y un elenco nutrido de 16 intérpretes, la historia gira en torno a un grupo de comediantes que luchan por construir su propio teatro.

La comedia es peligrosa

El Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA) cierra, por su lado, una temporada de múltiples producciones y reconocimientos. “Tuvimos números que nos sorprendieron en cantidad de público y de funciones. No sabíamos cómo iba a ser este año, y terminamos teniendo 28 títulos, integramos al Complejo Teatral el Cine Teatro El Plata y para nuestra alegría agotamos localidades en esa nueva sala. Además, este año finaliza con cuarenta nominaciones a los Premios Ace para las obras de nuestra programación”, detalló el director general y artístico del CTBA Jorge Telerman el pasado 17 de diciembre, en el marco del anuncio de la temporada 2022.

Con texto y dirección de Mariano Tenconi Blanco, Las cautivas fue una de las propuestas más aplaudidas de la programación oficial porteña. Protagonizada por Lorena Vega y Laura Paredes, puso en escena un particular choque de culturas con un enfoque de género. Con un similar objetivo de repensar esquemas y mandatos, se presentó Retratos de masculinidades, un ciclo para reflexionar sobre los paradigmas masculinos.

Las cautivas

Y, por su parte, la directora Mariana Chaud presentó en el Teatro Sarmiento una retrospectiva de cuatro obras de su autoría: Ubú patagónico; Elhecho; Budín inglés y Sigo mintiendo, la primera obra que escribió y dirigió sola.

En el Centro Cultural 25 de Mayo se estrenó El recurso de Amparo, que marcó el debut como dramaturga para Laura Oliva, quien llevó al escenario una trama compleja que interpeló el mito de la maternidad como instinto y mandato. Y en la misma sala Los Macocos estrenaron Maten a Hamlet, una jugada revisión cómica del clásico shakesperiano. Por otro lado, en el Centro Cultural San Martín se pudo ver ¿Cuántas son muchas?, dirigida por Valeria Lorca, sobre los femicidios en la localidad mexicana de Ciudad Juárez.

Tiempo de barajar y dar de nuevo. Así lo explica Blutrach, cuando informa acerca del estado de situación del sector en materia económica. “Lo que se perdió en 2020 no se recuperó, en el primer semestre de 2021 se siguió perdiendo, y en el segundo semestre sólo algunos pudieron empezar a dejar de perder. Nuestros trabajadores quedaron con salarios muy atrasados, y el objetivo de 2022 es que podamos recuperar el ingreso de la gente que trabaja con nosotros. Hay mucho por reorganizar. Entre el macrismo, que dejó un país sin pies ni cabeza, y la pandemia, el desorden es tan grande que ahora que volvimos a la actividad lo primero que tenemos que hacer es recuperar un orden salarial y una distribución de la torta un poco más justa. Y eso va a llevar dos o tres años”.

El circuito independiente es el más golpeado, y aunque también parece haber empezado a transitar un período más alentador, la actividad sigue sufriendo la paralización del 2020. “El 2021 arrancó con una apertura parcial con mejor pronóstico porque en febrero teníamos un cincuenta por ciento de aforo, pero en abril se volvió a cerrar todo otra vez y el off se paralizó hasta agosto porque en ese mes recién fueron pocas las salas que pudieron salir a la cancha, y las que pudieron lo hicieron en su mayoría con reestrenos y proyectos de formato unipersonal”, comenta Alejandra Carpineti, vicepresidenta de la Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI), que nuclea a 110 salas de la Ciudad de Buenos Aires, y una de las productoras de La Carpintería.

En ese teatro, precisamente, se vio uno de los estrenos del circuito: Cuerpo de baile, de Carolina Guevara y Leandro Rosati, con un fuerte alegato a favor del deseo y de la diversidad. Incorporando la perspectiva de la discapacidad, en Moscú Teatro también se pudo ver Nicolás anda, otro monólogo basado en la historia de vida de Nicolás Stupenengo y con la dirección de Nahuel Martínez Cantó.

Siguiendo con la mirada del género y la defensa de las disidencias, se estrenaron El virus de la violencia, de Marina Wainer, con Romina Pinto e Iván Steinhardt, que puso el foco sobre la profundización de la violencia de género en el marco del confinamiento, y Lila, unipersonal escrito y protagonizado por Ulises Puiggrós para visibilizar las luchas de la comunidad travesti-trans. Y si de romper moldes se trata, el año del off cerró con Precoz, potente interpelación a la maternidad tradicional basada en la novela homónima de Ariana Harwicz, con la dirección de Lorena Vega, y las actuaciones de Julieta Díaz y Tomás Wicz.

Precoz

Las obras biográficas también tuvieron su espacio, y entre esas propuestas se vieron Manuela Rosas, destino de exilio, con dirección de Graciela Camino y actuación de Cristina Banegas, y Scalabrini Ortiz, de Florencia Aroldi y dirigida por Sebastián Berenguer, con Alejandra Darín y Pablo Razuk.

Como no podía ser de otra manera, los 20 años de la crisis de 2001 también encontraron en el teatro una forma de recordar. La vergüenza de haber sido y el dólar de ya no ser, de Alberto Ajaka, acercó al público un monólogo en donde la ficción se entrelazó con la biografía familiar y la experiencia colectiva. Y con una temática alusiva a esos tiempos, 90 cts, de Flavio Abraldes, se inspiró en el estallido social que hizo caer al gobierno de De la Rúa para abordar la cruda realidad de una familia de clase media baja que vive en las cercanías a un terreno tomado y que es intimada a desalojar su vivienda.

Otro tópico que regresó a cartelera es el de la ya mentada familia disfuncional. En Timbre 4, se estrenó Otoño e invierno, del dramaturgo sueco Lars Norén, y dirigida por Daniel Veronese, con una puesta que puso la lupa sobre una familia tipo de clase media disfuncional donde las apariencias engañan. Y, con una vuelta de tuerca vinculada a la dictadura, el Método Kairós presentó Esto es tan sólo la mitad de todo aquello que me contaste, con texto de Pablo Bellocchio y dirección de Gastón Cocchiarale.

El 2021 cierra con un panorama auspicioso en relación al año anterior, pero la situación de los artistas sigue siendo crítica. “En términos de circulación de público y de cantidad de funciones presenciales obviamente este año fue más positivo. Pero el arrastre de la crisis provocada por la pandemia dejó a muchas salas independientes en una posición de mucha debilidad. Las entradas están devaluadas, faltan estrenos y hay salas que tienen deudas”, señala Carpineti, al mismo tiempo que advierte que la ayuda estatal es fundamental para poder revertir esa realidad.

 

“Esta pandemia trajo como aspecto positivo algunas políticas públicas que fueron acertadas como Reactivar Escenas, una inyección presupuestaria instrumentada por el Instituto Nacional del Teatro con la que se buscó reactivar al sector en sus tres patas fundamentales como son las salas, los elencos y el público porque eso permitió hacer funciones con entradas económicas. Esas políticas tienen que venir para quedarse. Es muy importante que desde el Estado haya apoyo económico para que las salas puedan cubrir sus costos de funcionamiento, y para que los artistas puedan producir, porque sabemos que en el teatro independiente es el artista el que pone el dinero por anticipado y eso lo recupera después, y con suerte, con algún subsidio. Y eso es algo que hay que empezar a cambiar”.