¿Qué protagonistas culturales aparecen tras el estallido social de 2001?¿Cómo se logró interrumpir la narrativa visual hegemónica? ¿Cuáles son los dispositivos, enunciaciones e imágenes nacidos en la contranarrativa insurgente? ¿Qué queda de todo ese acervo? Éstas son algunas de las preguntas que se hicieron Loreto Garin Guzmán y Natalia Revale para la curaduría de la exhibición “19 y 20 Archivos, obras y acciones que irrumpieron en la narrativa visual de la crisis del 2001”. Expuesta en el Centro Cultural Haroldo Conti, la muestra recupera algunos de los acontecimientos que trazaron la crisis política y de representación de diciembre de 2001.
En un contexto de extrema efervescencia social con fábricas recuperadas, acciones culturales y asambleas vecinales, artistas y activistas participaron desde la política y el activismo como una forma amalgamada de estar en el mundo, desde mediados de los 90 hasta el estallido: “El caos de la calle y de los estallidos es casi imposible de reproducir dentro de cualquier institución. El estallido social fue una insurrección, algo único, un desborde, lo que explotó de una falla en el sistema. Por lo general lo que se busca de las exhibiciones, ya sean netamente históricas o artísticas, es que abarquen un todo y que transfieran algo que es intransferible. Los acontecimientos sociales ocurridos en 2001 son parte de ese contexto social, mundial y de época. Sería como ver una exhibición sobre el Mayo Francés. Es un recorte de la historia, y a su vez es un recorte creado a partir de registros, memorias subjetivas, posiciones y en este caso de archivos, obras y retazos. Si bien la lectura del caos se traduce en desorden, realmente lo que se produce es una nueva forma de concebirse desde la organización de un cuerpo social en crisis. La institución en este caso alberga parte de estas experiencias interpelando a les visitantes a completar con aquellas memorias, relatos y sus ecos en la actualidad”, cuenta Loreto Garin en diálogo con Las12.
En el proceso de curaduría el archivo tiene un lugar central. En palabras de las curadoras, “es el corazón de la exhibición”: “Para quienes venimos de prácticas artísticas por fuera del sistema de mercado, lo que queda de las acciones efímeras y de nuestros procesos son archivos. Por eso, el corazón de la exhibición son los llamados “archivos vivos” (acervos de colectivos y artistas, accesibles y en actividad) que dieron cuerpo y contexto a la exposición. Imaginamos un dispositivo que permitiese visualizar algunas de las escenas surgidas de la crisis. Entendimos que no podríamos abarcar la enorme proliferación cultural de aquellos años, pero sí trazar un mapa posible de zonas liminales, donde los límites entre el arte y la política son difusos, y los lenguajes y herramientas son transdisciplinares”, explica Natalia Revale, quien asegura que una de las problemáticas que surgieron en los primeros diálogos con artistas fue el resguardo de la memoria.
Es la primera vez desde el estallido social que se realiza una exhibición netamente artística sobre 2001. Lola Berthet, directora del Centro Cultural Haroldo Conti, cuenta que la muestra tuvo mucho tiempo de preparación: “Seguir construyendo memoria colectiva a través del arte es el eje principal del Conti, se hizo un gran trabajo para llegar a una exposición que tiene la característica de ser federal. Además, queríamos contarle a esa generación que no la vivió. Hemos notado el interés por parte de los pibes y las pibas en la muestra, cuando hablábamos en los recorridos, salía mucho el tema de la economía y cómo esa economía colapsada venía a cerrar un plan que ya venía de la dictadura”.
Lola Berthet asumió la dirección del Centro Cultural Conti en enero de 2020. En esos casi dos años de gestión destaca la importancia de las feministas ocupando estos espacios: “Hay algo que nos atraviesa desde los feminismos que no se puede evitar que esté y además está desde la realización. Creo que el diálogo entre la cultura y los feminismos se está trabajando muy bien, no solo en el Conti, me refiero a la cultura en general. Siempre va a faltar, pero eso es lo que nos hace seguir adelante”, concluye.
Las curadoras consideran que uno de los mayores desafíos de la exposición es remover el pasado y la memoria: “Eso siempre trae disconformidades de algún sector que no se siente representado, o se siente ignorado, y eso lo sabíamos desde el comienzo. Una cosa curiosa -seguramente por ser dos artistas mujeres- es que hemos recibido críticas de muchos artistas hombres que han quedado fuera de la exhibición, recibiendo “clases” aleccionadoras de cómo deberíamos haber realizado la curaduría. Muy diferente ha sido el aporte de nuestras colegas, las artistas mujeres realizaron críticas necesarias, aportes y sugerencias, sin agresiones. Han destacado como algo positivo la inclusión de los feminismos populares surgidos del asambleísmo y el movimiento piquetero”, cuenta Natalia Revale, que junto a Loreto Garin Guzmán se embarcaron en este desafío que también tuvo su cuota de dificultad en el contexto de crisis sanitaria: “En el contexto pandémico, no hay obras participativas, ni guías de sala, ni gráficas para llevarse ya que por protocolos de salud las obras no se podían tocar, no se podían usar auriculares, etcétera. Otro desafío enorme fue realizar una exhibición así en una institución. 19y20 intenta desbordar la narrativa oficial, salir de una lectura hegemónica partidaria, ya que en un mapa tan diverso como el 19 y 20 encontramos artistas que están disconformes con las narrativas oficiales y otres que no. Por ello uno de los desafíos ha sido generar un balance entre los objetivos políticos e institucionales y el de la curadoría, algo que es ya inherente al debate y las disputas en cualquier exhibición de arte político”, explica Loreto.
La exhibición
En 19y20 hay más de 47 piezas y archivos exhibidos, algunas llaman más la atención que otras pero no hay obras que sean pilares. Están cruzadas por los cinco núcleos conceptuales: Violencia Institucional, Memoria, ¿Trabajo? Capital Financiero, Místicas y Territorios: “La idea es dar cuenta de que tanto las pequeñas piezas de archivo, como un registro o reproducción, fueron tan relevantes en el ejercicio simbólico de aquel momento”, cuenta Natalia.
En cuanto al recorrido en sí, hay “zonas”, espacios donde las obras se mezclan creando una narrativa común: Zona Banquete, apelando al “Hambre Cultural”, entendiendo que el arte y la cultura son alimento y viceversa; Zona Asamblea 6, mobiliarios donde se puede visualizar una asamblea de archivos vivos; Zona Violencia, sobre la violencia institucional; Zona Fábricas Recuperadas, destacando “La semana cultural Arte y Confección en Brukman", y el “Ceramicazo por Zanón”, frente al Congreso de la Nación
Finalmente la Zona es-cultura popular desataca los procesos culturales que acompañan la búsqueda de memoria y justicia, por el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán el 26 de junio de 2002.
El colectivo de artistas Urbomaquia, radicado en Córdoba y fundado en 2001 para pensar la reconstrucción de una sociedad que estaba explotando, es parte de la muestra. Allí se exponen “La Mesa” (octubre de 2001) y “Los Niños” (agosto 2002), esta última realizada en varias oportunidades a lo largo de estos veinte años: “Esta obra dejó ver sucesivas resignificaciones e interpretaciones en función de los contextos donde se mostró, adquiriendo una actualidad permanente y estremecedora. En el Conti, sobre uno de los niños alguien escribió: ¿Dónde está Tehuel?”, cuenta Sandra Mutal, artista, docente e integrante del colectivo: “´Los Niños´ es de una niña que estaba con la gente de la Luciérnaga, la revista de los chicos de la calle en Córdoba, pero en aquel momento no se decía`Les Niñes`, lo comento en el sentido de que en esa época había poca presencia de las cuestiones de género".
Otra de las obras es la de Florencia Vespignani, artista popular, militante política, docente y feminista: una gráfica mural donde está Darío Santillán socorriendo a Maximiliano Kosteki, una imagen que se convirtió en un ícono de la lucha piquetera. Una imagen que quedó alojada en el imaginario popular como referencia de la lucha por la memoria, verdad y justicia de la Masacre de Avellaneda. Sobre el mural se exhibe una serie de dibujos que Florencia realizó para ilustrar los materiales elaborados junto al MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados)
“´La Estación´ es algo que no se puede llevar fácilmente a un museo, lo que está ahí es una representación muy mínima porque la estación tiene veinte años de historia y hubo muchísimos artistas que han intervenido. Es un lugar que está completamente resignificado. Pero a la vez pensamos que tenía valor que esté ahí como testimonio de toda esa época”, cuenta Florencia a Las12.
En los dibujos de Florencia, “Asamblea”, “Mano con mano” y “Las mujeres resistimos y luchamos”, está expresada una forma del movimiento piquetero que da cuenta de que no todo era corte de calle, capucha y palo: “Había un montón de trabajo comunitario que creo que está expresado en mis dibujos, que después se difundieron en muchos lados. Es verdad que no están en cualquier museo, el Conti es un espacio de memoria de nuestro país”, concluye.
La selección de obras y artistas se basó en los contenidos, prácticas y procedimientos. A lo largo del recorrido se puede dilucidar la investigación, performance y arte participativo, intervención gráfica y urbana, agenciamientos, guerrillas de la comunicación, obras con utilidad para movimientos, registro documental, instalaciones, pinturas y objetos.
En el texto curatorial aparece el enunciado zapatista “un mundo en donde quepan muchos mundos”. Para Natalia y Loreto el zapatismo marcó una generación a mediados de los 90. Como movimiento que vino a reactivar luchas y solidaridades internacionalistas, el EZLN es para ellas uno de los referentes principales de finales del siglo XX: "En 19y20 lo retomamos con la intención de plantarnos en un espacio liminal, apelando a la diversidad política que protagonizó la insurrección social, una cultura crítica, autónoma, diversa y cargada de matices, donde las proveniencias, estéticas y posiciones políticas son dialécticas, entendiendo que el diálogo y la construcción social no se dan necesariamente desde la lógica del consenso, sino desde el debate y la crítica en pos de una sociedad mejor”, concluye este dueto de curadoras que ha sorteado un desafío artístico y político a 20 años de 2001.
La muestra se exhibe en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Av. Del Libertador 8.151 - Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA). De martes a viernes de 12 a 20 y sábados, domingos y feriados de 13 a 21. Entrada gratuita. No requiere reserva previa.
Artistas que participan: Alejandra Fenochio / Alicia Herrero / Arde! / ARGRA / Arte x Libertad / Azul Blaseotto / Contraimagen / Costuras Urbanas / Daniel Malnati / David Inti Acevedo / Diana Dowek / Eduardo Molinari / Etcétera / Estudio Valija / Estación Darío y Maxi / Ezequiel Verona / Esteban Álvarez / Florencia Vespignani / Fernando Traverso / Federico González / Federico Zukerfeld / GAC / Gabriela Golder / Hugo Vidal / Javier del Olmo / Juan Carlos Romero / José Luis Meirás / La Mar en Coche / Las Chicas del Chancho y el Corpiño / La Piedra / León Ferrari / Leo Ramos / Leopoldo Tiseira / Magdalena Jitrik / Mujeres Públicas / Natalia Rizzo / Nicolás Pousthomis / Taller Popular de Serigrafía / Tomás Espina / Urbomaquia / Alejandra Giusti / Javier Gramuglia / Sol Arrese / Marcelo Expósito / Yo Mango / Susy Shock / Venteveo / Editorial Muchas Nueces / Verónica Gago / María del Carmen Verdú / María Arenas / Bruno Napoli / Zulema Aguirre / Roxana Longo / Yuri Fernández / Comisión de Mujeres de Zanón. Concepto curatorial: Loreto Garin Guzmán y Natalia Revale.