Rabia, rabia, rabia. Florencia Enghel define así lo que le pasó al indagar cómo (no) aparecen las protestas de mujeres en los canales de noticias internacionales. Estaba investigando para un proyecto en la Universidad de Estocolmo y tuvo acceso a un archivo “extraordinario”, donde no pudo encontrar esas manifestaciones. Radicada hace más de una década en Suecia, su inquietud comenzó por una disparidad. “Cuando surgió el Me Too, y acá apareció el Ni Una Menos, empecé por estar irritada, me irritó por un lado que, en el ámbito de la comunicación y los medios, donde hay dos o tres conferencias internacionales importantes, todo era Me Too y todo eran los hashtags como la solución a los problemas del mundo. Esto me empezó a dar una rabia importante”, relata sobre el origen de su investigación “Mujeres y micro-tecnopolíticas de la participación, prácticas comunicacionales cotidianas, ciudadanía digital y democracia en Argentina”. Más tarde, la ausencia de registros de noticias sobre las masivas manifestaciones también la llevó a pensar en dedicarse durante un período, en forma exclusiva, a investigar las estrategias y activismos cotidianos. Hasta noviembre de 2023 estará embarcada en esta tarea, que ya lleva más de un año, y que comenzó con encuestas cualitativas online.

La pandemia la obligó a esperar para poder llegar a la Argentina y, entonces, la primera etapa de la investigación se realizó con más de 160 entrevistas por internet. La respondieron personas que se identifican como mujeres de entre 20 y 78 años, residentes en CABA y 13 de las 24 provincias. La pregunta fue “¿te consideras activista o militante por los derechos de las mujeres?”. “Y ahí pasa algo muy fascinante en las respuestas, porque las opciones eran sí, no, en parte. Las respuestas están divididas, casi te diría que en tercios, y es muy interesante, porque las razones que algunas usan para decir sí, otras las usan para decir en parte y otras las usan para decir no: ‘Porque hago esto’, ‘porque me preocupa lo otro’, ‘porque no hago esto de esta manera’. Y eso mismo indica que sí, que hubo una expansión. Claramente hay una expansión del acto cotidiano de pensar los problemas de las mujeres, más allá de una misma”, dice Florencia sobre su primer acercamiento al tema.

En septiembre pudo llegar al país, y desde entonces se dedicó a hablar con las mujeres. Hasta principios de diciembre, había realizado 24 entrevistas cara a cara, en CABA, provincia de Buenos Aires, Rosario y Resistencia. “Estoy especialmente contenta de haber podido hacerlas entre septiembre y diciembre, en un período en el que Argentina empezaba a salir lenta y trabajosamente de las restricciones que marcaron la gestión de la pandemia. Han sido conversaciones profundas, con mujeres con muy diversas historias de vida y situaciones socioeconómicas”, cuenta Enghel sobre esa etapa del trabajo.

¿Cómo afectó la pandemia la extraordinaria movilización de los feminismos? “Es una pregunta empírica, no sabemos la respuesta todavía. Sí, en las encuestas, muchas de las mujeres que respondieron lamentan la pérdida de los espacios colectivos, y hay muchas referencias a haber participado en movilizaciones, aun no siendo activistas orgánicas”, responde Enghel.

Antes del resultado de la investigación, Enghel plantea algunas hipótesis. “Me da la sensación de que con la pandemia y el encierro hubo quizás más polarización entre los feminismos, los que son más vocales en las redes sociales. Hubo más discusión acerca de las diferencias, que conversación acerca de los puntos en común. Y entonces hay que ver cómo se vuelve de eso y cómo se encuentra una manera de invitar a militar que arrope, que incluya, que llame, más allá de todo lo que se discutió. Las discusiones se ponen a veces un poco áridas”, propone.

Para la investigadora, “si estás todo el tiempo insistiendo en aquellos lo que no se puede acordar, algo le estás haciendo a tu propia causa que quizás no sea tan productivo, y creo que además sería importante revisar otra cuestión. Los feminismos tienen una intención de romper con ciertos modos de vivir y de organizar el mundo, y habría que empezar a pensar y a conversar cuánto de esos modos de discutir o de disputar son una repetición de otros”.

--Hablás de la falta de visibilidad de las luchas de las mujeres, pero el pañuelo verde, por ejemplo, se convirtió en un símbolo mundial…

--Hablaba en particular de cómo circula esto en los circuitos académicos y casi todo el tiempo hay una distancia entre lo que los circuitos académicos capturan y lo que circula con otra agilidad. No quiero decir que no haya investigación. Está pasando algo interesante en Europa que es lo que yo veo más de cerca, que es que realmente hay una camada de colegas brasileñas, mexicanas, colombianas que han tenido la oportunidad, con mucho esfuerzo, de ir a hacer sus maestrías en Europa, y que algunas se insertan allá y van empujando una agenda del orden de: el mundo no es lo que les pasa a ustedes, el mundo es lo que pasa en muchos otros lugares. Pero lo que yo veía era más bien enfocado en el fenómeno norteamericano. Las maneras en las que circula el pañuelo verde son importantes y es emocionante.

Especialista en comunicación para el cambio social, la investigadora argentina que se desempeña en la Universidad de Jönköping en Suecia. Es doctora en Medios y Comunicación (Universidad de Karlstad) y Magíster en Comunicación para el Desarrollo (Universidad de Malmö). La investigación cuenta con el apoyo de Martín Becerra.

Para Enghel, la pregunta sobre el por qué de este enfoque “sería muy fácil si la formularan desde la Academia: porque es algo muy poco explorado. Captar las formas de la micropolítica es trabajoso. En parte, porque el trabajo académico se va haciendo más complicado. Cada vez es más difícil tener el tiempo y los recursos para investigar, cada vez más la carga de docencia y trabajo administrativo le hace daño a nuestra imaginación como investigadores, y tratamos de resolver la necesidad de investigar y el deseo de investigar de formas más pragmáticas. Yo hago trabajo cualitativo, que si bien hay mucha gente que lo hace, y muy bien, no está de moda. Con el peso de la digitalización se le presta mucha atención a lo que pasa en redes, un poquito deslindado de lo que pasa en las vidas cotidianas y, además, para hacer el tipo de trabajo que yo estoy haciendo, realmente hay que tener tiempo. Pero a mí me interesa mucho tratar de captar el eje entre lo que pasa en la vida cotidiana y lo que le pasa a la ciudad, o al país”.