Una grave denuncia de violencia policial contra un detenido en la comisaría 45 de Tartagal, tomó estado público a partir de que desde hace una semana ese joven se encuentra intubado peleando por su vida en el hospital San Bernardo.
Su padre, Santos Nolasco Centurión, fue el que radicó la denuncia y describió la golpiza que sufrió Franco en esos 17 días que permaneció detenido en la comisaría. La odisea comenzó el 11 de noviembre cuando el joven y un amigo se fueron a juntar algarroba al monte, a unos 40 kilómetros de Tartagal. “En medio que estaban recogiendo las algarrobas, mi hijo ve una pistola vieja tirada, la levanta y la pone en su mochila”, cuenta Santos.
Cuando estaban regresando a Tartagal, lo para la policía motorizada y les revisa las pertenencias, ahí encuentran la pistola, proceden a detenerlos y los llevan a la comisaría. Un conocido que pasaba por el lugar justo cuando sucedía la detención, lo alertó a Santos de la situación, quien inmediatamente fue a hablar con el comisario.
Allí es atendido por el policía, al que le explica que su hijo fue trasplantado de medula a los 11 años, y le pidió por favor que no lo maltraten ya que tenía ese problema de salud, a lo que el comisario le dijo que “nadie pega a nadie”. El padre logró acercarse hasta donde estaba esposado su hijo y logró verlo, aunque sea a la distancia. Allí le informaron que lo iban a detener por tenencia de arma de fuego, ya que la sospecha inicial de que habían robado la moto, fue inmediatamente despejada cuando Santos llevó los papeles demostrando que le pertenecía.
Sin embargo la garantía de que “nadie pega a nadie”, duró un par de horas, ya que según la denuncia, esa misma noche por lo menos cinco efectivos, y ante la mirada del comisario, desnudaron a Franco y comenzaron a golpearlo y patearlo, en el torso, espalda y testículos, mientras le hacían hacer saltos de rana.
En un momento, cuando parecía que ya el maltrato había finalizado, según le contaron los otros detenidos a Centurión, el joven se incorpora, junta su ropa para alejarse de los policías, y allí se le acercó uno que sin mediar palabra lo noquea de una trompada, y ya en el suelo otra vez vuelven a castigarlo a patadas.
Finalmente, ayudado por otros presos, logran levantarlo al joven, que según dice se encontraba muy pálido por el dolor. Sin embargo, recibió asistencia médica casi 15 días después, y porque lo iban a liberar.
Franco volvió a su casa, y lejos de estar contento, su padre lo notó como cansado, e inmediatamente pidió recostarse, pero un rato más tarde el joven orinaba sangre, por lo que tras consultar un médico lo llevaron a internar al hospital de Tartagal.
Allí verificaron la gravedad del cuadro que presentaba: un pulmón que no le funciona, el hígado gravemente afectado y una úlcera en la pierna, por lo que evaluaron cortársela. Finalmente decidieron que para una mejor atención debían derivarlo al hospital San Bernardo, en la capital salteña, en donde permanece dormido farmacológicamente e intubado desde hace una semana.
“No me gusta que los separen de la fuerza”
A partir de lo ocurrido y enterados de la denuncia penal que realizó en la Fiscalía de Derechos Humanos de Tartagal, a Santos empezaron a llegarle los testimonios de otros detenidos, reafirmando las versiones que tenía acerca de la golpiza que sufrió su hijo, así como de otras personas que pasaron por situaciones similares.
Según pudo averiguar, una práctica habitual de los policías sería utilizar toallas mojadas para golpear, así no dejan marcas visibles en el cuerpo, pero sí generan heridas internas. También se enteró que a los presos los sacaban de la comisaría con cualquier excusa y los llevaban al monte a golpearlos para que no haya testigos.
Santos contó que desde Tartagal un periodista amigo le informó que habían separado de la fuerza a los policías sospechados, pero señaló que: “No me gusta que los separen de la fuerza, porque creo que así se aseguran que todo quede en la nada”.
Además lamentó no recordar el nombre del comisario a cargo ese día, “por lo que me contaron los testigos, estuvo presente en todo momento en que lo golpeaban a mi hijo, y en vez de parar todo, se reía”.
Indicó que hasta el momento no se comunicaron con él desde el ministerio de Seguridad, y que solamente recibió un llamado desde Derechos Humanos de la Nación, “que me dijeron que iban a pasar a verme para ver que necesitaba”.
Pero ayer por la tarde, la secretaría de DDHH de la provincia informó que concurrieron al hospital a entrevistarse con la familia Centurión, y que pusieron a disposición al equipo jurídico del área de violencia institucional. También concurrió personal de la fiscalía de Derechos Humanos.
Finalmente Santos Centurión señaló que se comunicó con el hospital Garraham, en donde le hicieron a los 11 años el trasplante a su hijo, para pedir toda la certificación de la operación que y que también indicaron que lo apoyarían en todo lo necesario.