Siempre viví las fiestas como el momento del año en el que me empachaba o me peleaba o me quedaba en un rincón pensando en que algún día iba a hacer algún tipo de creación con todo lo vivido, una creación vengacional. No creo que agregue nada nuevo al narrar a mis familiares insoportables hablando frívolamente de otres familiares, midiéndose cada vez más groseramente mientras avanzaba la noche y el consumo de alcohol mezcla de vermús, vinos, sidras, whisky y lo que haya. Poco a poco me fui dando cuenta de que celebrar no era eso, no era reunirnos en comunión para darnos un abrazo de fin de año o un aliento por el futuro que vendrá, juntarnos era ni más ni menos que: la última batalla.
En esa batalla ser paki, blanca, con plata y flaca te daba muchos créditos para pasar pantallitas y seguir el juego ilesa, con la salud mental intacta. Digamos que yo no cumplía con ninguna de esos requisitos. La niña rara que siempre peina a su pony y mira deslumbrada a Xuxa, luego fue la pequeña comunista que hizo un muñeco de Pinochet y lo quemó en la fogata de San Juan y San Pedro. Mas tarde fue la púber fanatizada con Juana Molina que imitaba a Loco Mía, la adolescente punk de la remera de los Ramones que nunca tenía novio y la joven bizarra gorda que bailaba con poca ropa en las fiestas del deseo de Muscari. No podía compartir mi vida con nadie, pero sí podía comer, comer sin parar, y esa era mi entrada a la lucha.
No hay mesa repleta de comida, donde la gente coma desaforadamente y a la vez a mí no se me den lecciones o se me impida comer. Por mi salud. Porque tengo esta cara tan linda. Porque no me va a entrar la ropa que tanto me gusta. Porque mi papá se enoja. Porque nadie te va a querer dar trabajo de actriz. Porque te gusta el deporte y te cansás muy rápido. Porque no nos importa nada sobre vos, solo nos importa comer un montón y que vos no comas nada porque nos da asco, lástima y bronca que seas una gorda.
Hago pasado para poner alarmas en el presente de muchas personas que seguramente callan o se auto-flagelan o se hacen chistes así mismes para sobrepasar estas batallas. No, basta. No importa si es el último año nuevo de la tía Marta. No vayas. Hacete ese favor, yo me lo hice.
Después del anterior llamado a la conciencia y al amor propio debo decir que hace varios años hago lo que quiero para las fiestas, busco lugares o personas con las que me sienta cómoda y con las que me den ganas de compartir un momento de celebración. Y si por alguna razón me toca una mesa un poco parecida al pasado, miro seria dejando en claro que no tengo ganas de batallar y que no me interesa el cuerpo ni cómo miden los triglicéridos de nadie.
Cuando la tradición te hiere, año tras año, pierde en bella nostalgia y gana en hondo dolor. En general todo lo que tiene que ver con las buenas costumbres se asocia a cuestiones que atentan contra la tranquilidad gorda. “Jodete, la gordura se te ve, se te ve el sufrimiento, nadie soporta ver a una persona sufrir constantemente”, una vez me dijo un doctor, nutricionista, muy famoso.
No, no me jodo. Me jodí muchos años ya. Me jodí la salud de forma integral por querer encajar en mandatos que la mayoría no respeta, sólo no los confiesa. A mí para darme el registro me acosan para saber si tengo algo, pero al señor que seguro tiene hipertensión y dice que toma “una pastilla”, lo dejan pasar y le renuevan por 5 años. A mí la mama de un amigo me elige la silla en la que me tengo que sentar cuando voy a su casa por si se la rompo. A mí más de un periodista me preguntó cuánto peso para hacer una nota amarillista sobre el tema. A mí me miran con asco cuando como. A mí, a veces, me miran con asco cuando bailo. Me pasó a mí, no me lo contaron. Hace poco fui al Primer Encuentro de Gordes de Argentina (@gordesactivando) y una de las consignas fue que para “une gorde no hay nada mejor que otre gorde” (Laura Contrera @laucontrerita), y es verdad, ¿quién va a entender mejor todo esto que estoy diciendo? Me importa un bledo el festejo de fin de año, y otros festejos también. Me armo los míos y veo cómo hacer para hacer de mi mundo un lugar mejor.
¡Feliz año nuevo, que el próximo nos encuentre con más derechos ganados y menos derechosos acosadores!