No es la primera. Enseguida me vino a la mente aquella de Peter Sellers, Doctor Insólito, pero ésta tiene un alcance difícil de equiparar. Es cierto que muchas películas denuncian injusticias, desigualdades sociales, tengamos presente hace poco, Parásitos, por ejemplo. Pero ésta, y me estoy refiriendo a “No miren arriba”, combina elementos de un modo más que novedoso. Muchas veces, este tipo de films llegan a los que ya estamos convencidos, tienen el modo casi de una tesis sociológica y no buscan incorporar a los ajenos a nuestros discursos un tanto cerrados. En cambio, esta se presenta como una farsa con gags, personajes rocambolescos y algunos fácilmente identificables por el gran público norteamericano.
Detengámonos un momento en la película. Por un lado, se trata de denunciar que los negocios, en particular las desmesuradas empresas informáticas no sólo son más importantes que la humanidad misma, sino que además la controlan, saben todo sobre ella, incluso hacen predicciones a través de sus algoritmos y, por supuesto, están por encima del propio gobierno, el cual es un títere en manos de aquellas.
En segundo lugar, EE.UU. está dispuesto a sacrificar una parte de los seres humanos, si ellos son rusos, hindúes o chinos. Esto no es tan original, pero se plantea de manera tan cruda que asusta un poco.
En tercer término, toda la clase política, no sólo una presidenta parecida a Trump, está teñida de frivolidad, de inmediatismo en sus decisiones, en las que las internas son más importantes que el futuro del planeta, y que las encuestas de hoy determinan sus conductas de modo aterrador.
Pero no sólo los importantes, el empresariado, los políticos, están teñidos de esta inmoralidad generalizada. Buena parte de los científicos más prestigiosos se prestan a este juego que lleva al suicidio colectivo.
Por supuesto, también hay desprecio por las universidades estatales, racismo desenfrenado (esta vez, hacia los chilenos), toda clase de fake news, de ignorantes en cargos importantes a través de sus donaciones, y no hay que olvidarse del sistema mediático.
Este está estructurado de modo tal que sólo admite cierto tipo de noticia y cuando las existentes no entran dentro del formato correcto, simplemente quedan fuera de foco, son rechazadas, ignoradas y arrinconadas en el calificativo de locura o de irracionales.
Por supuesto, ronda en las cabezas de los espectadores todo lo que escuchamos y vemos alrededor de la pandemia en las que los dichos de ignorantes son tan escuchados como los provenientes de los expertos, el surgimiento de voces desenfrenadas sin sustento alguno.
Y por fin, un llamado desesperado a mirar arriba, a tener una visión un poco más lejana que la de la propia nariz, llamado al pueblo norteamericano, capaz de desmanes y saqueos, pero ingenuo frente a los desafíos que se nos presentan hoy en el mundo.
Sin embargo, este resumen algo pretencioso, no es teórico en la película sino en acto, simpático, gracioso, desopilante, esto es, un relato, unas imágenes hechas no para los estudiosos, para los politizados, sino para aquellos que día a días sufren estos avatares sin una explicación racional de adónde está siendo conducida nuestra humanidad, siendo que los propios responsables ya tienen pensado un plan B en caso de fracasar.
Cuando discutimos sobre hegemonía, cuando hablamos sobre quién impone la agenda del día, es muy útil recurrir a “No miren arriba” que pega en la línea de flotación de quienes nos anestesian cotidianamente, utilizando esta vez sus mismas herramientas.