Están todas alrededor de la pista. Son Mostras, disidencias y abyecciones. Esperan que el evento comience una vez más. Mientras se llaman madre, hermana, xadre entre ellxs, se acicalan y preparan sus mejores truques para entrar a batallar. Es un aquelarre cuir. Son familia.
“Ballroom es una cultura pero también una política del afecto que trata de establecer una idea de comunidad muy fuerte ante tanta fragmentación social”. La que habla es Fiordi Glorieta Labeija, madre de una de las houses pioneras en la escena argentina junto a padre Seba Glorieta Milán, House of Glorieta. Ella -Marica, marrona, no binaria- explica con dulzura y firmeza que en estos encuentros no solo hay batallas de danza y performance sino que esto también: “es un hecho político”. En estos lazos, desafiando la consanguinidad, todas nos parimos, madres, hijas, hermanas y más. “Ante un sistema heterocis patriarcal las maricas, travas, tortas, no binaries y más construyen un espacio dónde poder encontrarse, y además compiten”.
El doble apellido de esta mamá luchona tiene una explicación: Glorieta es su apellido por pertenecer a la escena “kiki” (para quienes dan sus primeros pasos en el ball) y Labeija por la mainstream, esa que podría pensarse como “las grandes ligas”. Si bien explica que lo kiki nació para recibir a los más jóvenes, para entrenar y encontrarse, reivindica fuertemente su función social: “En el Kiki lo afectivo es muy central. No solo reciben a las personas más jóvenes sino también se construyen lazos, se reivindican situaciones políticas”.
De todos los poderes que tenemos las personas cuir, el de quebrar las lógicas del tiempo y el espacio es uno especial. Desde el momento que el evento comienza y nos vamos montando dispuestas a vivir la fantasía se disipan los límites de esa binaria y heteronormada realidad para comenzar a latir nuestra narrativa. Ahora somos modelos internacionales, las reinas de la pistas, somos la masculinidad marica que se subleva a las imposiciones, somos las deidaes paganas y apócrifas con más poder en la historia. Porque el ballroom también es una venganza. Es tomar ese poder, esa visibilidad, esos espacios de idolatría que nos negaron y hacerlos propios. Hoy somos la realeza.
Efecto mariposa
“Es como cruzar el espejo al País de las Maravillas. Entras y sientes que es 100% correcto ser gay”, dice David Xtravaganza en el documental Paris is Burning (1991). Filmado por Jennie Livingston, ilustra cómo fue la escena ball de Nueva York a fines de los ‘80. No sólo era gente viviendo su fantasía sino también sobreviviendo a un mundo hostil por no ser heteronormados. Las houses a veces eran casas que literalmente albergaban a les hijes que la otra familia, en la que les tocó nacer, había expulsado. Las batallas de cada noche además del premio de honor y gloria también a veces significaban el dinero urgente para subsistir. La película es agridulce y orgullosa, para muches de nosotres es el linaje cuir que no enseña la currícula educativa oficial pero que forma nuestro ADN disidente. Esto debería verse en cada colegio. Más Xtravaganza y menos Sarmiento.
Otra piedra fundamental de nuestra historia se cuenta en el documental The Queen. Es 1968, todavía falta un año para la revuelta de Stonewall y un grupo de artistas drag compiten por sus coronas. Una de ellas está a punto de ser el big bang que nos trae acá hoy: Crystal Labeija. Mientras la belleza seguía (y sigue) siendo bastión blancocentrado Crystal debía maquillar y emblanquecer su cara marrona, y un nuevo e injusto tercer puesto la hizo ponerse en pie de guerra, irse del escenario y soltar lo que hoy conocemos como una respuesta icónica: “Tengo derecho a mostrar mi color, cariño. Soy hermosa y sé que soy hermosa”. Con su furia y talento se fue de ese circuito para crear la casa pionera de la escena que hoy conocemos, House of Labeija.
“Ella jamás habrá tenido consciencia del efecto mariposa que tuvo. Se rebeló y nos cambió la vida a todas, esa es la furia trava”, dice Mami Fiordi. Es noviembre y estamos en la 30va marcha del orgullo en Buenos Aires y esta nieta de Crystal se mueve por la Avenida de Mayo con su cara pintada de blanco. “Esta máscara para mí representa un viaje en el tiempo, una unión entre esa LaBeija y nosotres luchando en nuestro contexto latinoamericano”. Es que de nuevo, para las maricas el tiempo corre de otra manera, y Fiordi lo sabe, lo conjura y la invoca. Fue la mismísima RuPaul, drag y empresaria -¿extractivista quizás?- quien en su primera llegada a Atlanta viendo a Crystal Labeija descubrió una categoría de competencia fundamental de los balls: el lipsync -la mímica de una canción-. El tema era “Bad Girls” y Crystal la interpretó con tanta pasión que por años RuPaul pensó haber visto a Donna Summer.
Ballroom hoy: activismo, memoria, fantasía
Ahora estamos en el año 2021, más precisamente en el Centro Cultural Haroldo Conti, ubicado en la ex ESMA, un espacio de verdad, memoria y justicia. La House de Tropikalia junto al Conti organizan una jornada de ballroom y activismo VIH, un ballroom “PositHIVo”. La fantasía (o código de vestimenta) que convoca es “Furia rosa. Resistencia Roja” y les participantes van llegando con los colores a viva piel. Antes de pasar a batallas cada participante debe mostrar su talento al jurado, si este le da sus diez (“sus tens”) puede avanzar, pero si obtiene un solo “chop” -una cruzada de brazos-, hasta acá llegó.
Plutonia es una drag queen y se prepara para darlo todo. La canción elegida es “Show yourself” -mostrate-, de la película Frozen, una balada de esas que cuentan quienes somos con calma hasta romper en el momento cúspide dónde vivimos la full fantasía que tanto nos corresponde. Montada con un vestido rosa se abraza a ella misma con una estola que la contiene.
Es la primera vez que participa. Plutonia cuenta que conoció la movida ballroom por las redes y de haber visto batallas en la Fiesta Turbo. Al igual que muches descubrió las disciplinas en esta fiesta que desde 2017 fue pionera en traer las competencias a la proto-escena local.
Suena el momento épico y Plutonia abre sus brazos para revelar que la chalina en realidad eran unas mangas enormes con estas palabras: Trans, no binarie, maricón, resiliencia, amor libre, i=i y trolo. Todo lo que alguna vez ensayó en su casa en soledad, hoy la lleva a la gloria. “Es romper un montón de inseguridades. Hace dos o tres años no hacía esto ni en pedo y que hoy me celebren me resulta muy sanador”, cuenta.
Plutonia no es parte de una house o casa, así que al momento de caminar ella se “apellida” 007. Esta designación tan de agente secretx responde a quienes no quieren o no encuentran la casa dónde estar. Ser 007 no es mejor ni peor, es otra manera de recorrer la escena.
Las categorías
“Ballroom es el lugar para ser lo que quieras ser, nuestro mundo de contención, de expresión, nuestra isla de empoderamiento, nuestra vida”, dice madre Laurent Tropikalia. Ahora se prepara para caminar en otra de las categorías más visuales y performáticas: Bazar Bizarre. En esta pasarela grotesca y fabulosa les competidores van a desarrollar sus looks más extravagantes y personificar historias.
Como una tradición oral, casi de ceremonia, cada vez que comienza una clase de la danza vogue, se cuenta esta historia: Paris Dupree estaba batallando en esas luchas de poses y movimientos, “leyendo” y “tirando sombra” sobre sus rivales, cuando de pronto sacó una revista Vogue y comenzó a imitar las poses de las modelos. Ahora ella era la chica de tapa, el póster desplegable, la número uno. Paris le había dado nombre a la categoría. Este primer estilo que hoy se conoce como “Vogue Old Way”, también tiene inspiración en poses y movimientos militares, egipcios y ninjas.
Con el tiempo surgió otra variedad, el Vogue Femme: “Tiene relevancia como categoría épica e histórica que revela la corporalidad de las chicas trans comprendiendo y teniendo en cuenta que todo lo que hacemos y vivimos es gracias a las cuerpas trans de esa época. Esta fue su herramienta de lucha de expresión, de defensa, ante tanto odio”, detalla mamá Laurent TPK.
En el ball se aprende mirando, escuchando, entrenando y activando. Muches de sus exponentes dan clases y, más aún en pandemia, habitando el espacio público. Estar ahí también es manifiesto, es más de una vez tener que plantarse a las agresiones homo-odiantes, es aprender y convidar un grito marica/mostra/cuir/trava/nb con la corporalidad.
No soy tu show
“Si a vos socialmente te hicieron creer que una persona montada es algo gracioso, porque siempre fuimos el motivo de burla o de horror para la sociedad heteronormada, no vengas a confundirte: que me esté divirtiendo con quien soy, lo que me gusta hacer y donde me siento totalmente libre de ser no me hace tu show”, explica la madre de la Casa de Mostricia, Laly Krupp. Esta casa rosarina es parte de una escena santafesina que no para de crecer.
Laly es militante por los derechos travestis trans hace 12 años, secretaria técnica en la Secretaría de Derechos Humanos y Género en la Facultad de Psicología, actualmente está trabajando para el Ministerio de Salud “y trabajadora sexual con mucho orgullo”, remarca. Cuando habla de ballroom la palabra recurrente es: liberación. “Viví una época bastante complicada para este colectivo, entonces formar parte de un grupo de personas maravillosas, poder encajar, ser nosotras sin prejuicio, es liberador”, comparte.
Las casas responden a movimientos políticos e identitarios, así es que también existe la Casa de Marronas. “Hogar de personas racializadas en un mundo donde somos rechazades por nuestro color de piel. Este es el hogar de les marginades, hogar de la furia, de la rabia de la venganza, por que no somos inmunes a lo que nos atraviesa en un sistema racista que nos violenta”, explican a la hora de compartirse en redes.
Y así como hay ball, también hay antiball: son las leyes de la física. Cuando este año desde el espacio de Resistencia, Chaco, “La Cuis” armaron un evento, se abrió la discusión de los purismos y reglas en cada categoría. “Lo hacemos mal, se lo reconocemos. Si Ballroom es aprenderse una lista de categorías y abreviaciones en inglés, no hacemos Ballroom. Hacemos bolrum”, respondieron, y así sigue sucediendo que en Chaco y Corrientes, con otras técnicas y otros decires hay encuentro y celebración. La escena es federal, mutante y no para de crecer.
Caminar la pasarela
Yo nunca me había animado a caminar. El sábado 11 de diciembre dentro del Festival FAQ, Casa Brandon junto a Tian Aviardi organizaron un ball. Antes de empezar se realizó el Grand March en el que cada casa recorre la pasarela, la mía: House of Tropikalia. También estuvo la House de Glorieta con el infaltable Papi Seba G. Milán, experto en las categorías que más me gustan: Old Way y American Runway. Luego pasaron Giordano, Atheris y hasta se presentó una nueva: House of Fénix. El primer Grand Prize quedó en manos de madre Angel Bravia y su hije Ale Bravia. Las dos caminaron la pasarela en “Face” sirviéndole al público sus impecables rostros, facciones y gestos. Etéreas, las vimos desplazarse sobre sus tacos mientras con dedos hipnóticos señalaban no dónde mirar sino dónde admirar.
“Runway es cumplir esa fantasía de ver a las supermodelos en la pasarela con esa frescura, con esa ‘cosita’ que desde muy chica nos llamaba la atención y poder demostrar que podemos ser así de carísimas, con esa actitud, puesta y energía”, cuenta mamá Laurent mientras en la pista comienza el estilo “european” y luego “american”; el primero podría entenderse como más femenino y el segundo masculino. “Prefiero pensarlo como diferentes ‘energías’, estamos en un buen momento para desandar lo binario”. La escucho y por primera vez piso el campo de batalla. Mi memoria celular va a cada vez que fabriqué mi masculinidad como una performance, Judith Buttler hoy aplaude mi “american”. Voy de la mano de mis hermanas Michiru y Orilo, vamos a buscar nuestros “tens”. Vivir en ballroom es elegir, construir, a cada momento quién quiero ser y hacerlo con quienes elijo, esta es mi familia.