Soy música y vivo rodeada de músicos. La mayoría de los artistas que conozco relatan sus recuerdos de la infancia con estímulos familiares como, el vinilo de Los Beatles del papá, las canciones de jazz que elegía su mamá, la colección heredada de la tía o la banda frustrada de rock del hermano. En mi caso eso no sucedió.
Crecí en un departamento pequeño con un papá albañil, una mamá oficinista y dos hermanos con edad suficiente para que les pregunten seguido si yo era su hija. No tengo ni un recuerdo de haber jugado con alguno de ellos a absolutamente nada. Tengo muchos recuerdos de molestar y que me pidieran silencio. Pero por suerte teníamos una tele de la cual aprendí todo lo que sé.
Por eso, mi primer gran recuerdo musical, sin dudas el más importante para mi, fue en la tele y fue una trampa.
Fue en el año 1993. No eran muchos los canales y mi hermano era el dueño de la tele. Asi que aprendí a apreciar todo lo que la tele me daba. Ese día mi hermano empezó a ver una película de dibujos animados. Era una oportunidad única. Me senté y quedé completamente hipnotizada por los dibujos y la forma en que se movían. Era distinto a todo lo que había visto. La película era American Pop, de Ralph Bakshi. Debo decir que no volví a ver la película de grande, y es que el recuerdo de ese momento fue tan impactante para mi que decidí inmortalizarlo en mi cabeza con lo que mi imaginación pueda haber adaptado.
La película contaba una historia de una familia inmigrante de músicos. En realidad contaba la historia del rock gringo desde estos personajes. Un tipo que se iba a la guerra y tocaba el piano, un hijo que lo recordaba tocando la armónica, y asi relataban historias de blues, jazz y folk a través de muchas generaciones de una misma familia. Todos hombres.
En un momento, el nieto de esta familia comienza a "descarrilar" con drogas, alcohol, luchando contra Vietnam y empieza a dedicarse a ser manager de una banda. En esta banda aparece una mujer pelirroja de rulos, moviéndose de forma fantasmal y cantando "Somebody to love" de Jefferson Airplane. Era una personificación de Grace Slick. Fue ahí.
Había visto la película entera. Pero cuando apareció esta única heroína musical, por un minuto, solo ese minuto alcanzó. Me acuerdo de tener la piel de gallina y los ojos vidriosos. Nunca había experimentado algo así, y fue la primera vez de un millón. Fue la primera vez de un millón de veces que me sentí abducida por extraterrestres solo por escuchar una melodía o un artista. Fue la primera vez de un millón de veces que sentí que esa melodía o ese artista era más importante que vivir o morir. Cuando terminó la película supe que lo único importante en mi vida era ser como Grace Slick.
Tardé 15 años en saber que esa persona era quien era y esa canción era de Jefferson Airplane. Pero no importó. Después de ver esa película les pedí a mis papás una guitarra, comencé clases de música y nunca más se me cruzó otro deseo tan claro y revelador.
Veintiocho años después puedo decir que no fue American Pop lo que cambió mi vida. Fue ese minuto de una mujer cantando. Una hora y media de película, y ese minuto de una mujer cantando cambió mi vida para siempre.
A veces pienso en el momento del guión, donde alguno pensó que había que poner a esta mujer, porque el protagonista debía enamorarse. Nada más. Era un papel tan secundario el suyo, que solo pensar en cómo toda mi vida tomó el curso que tomó por que el boludo del protagonista tenía que enamorarse, me da escalofríos. Solo necesitaba un minuto.
Ni Ralph Bakshi supo que su película era una trampa.
Barbi Recanati es cantante de rock desde los 14 años, nominada 2 veces al Grammy Latino y ganadora de un premio Gardel. También tiene un sello feminista llamado Goza Records, una columna radial, un podcast y un libro junto a Futurock llamado Mostras del Rock.