Está muy bien que las nuevas generaciones quieran reinventar los vínculos afectivos y sus vetustas colisiones, pero algo no se puede negar: algunas de esas viejas catástrofes siguen entregando grandiosas obras. De hecho, entre los más festejados del año, un número puesto en los rankings de 2021 –si de algo ya valen los rankings– es justamente una improbable dupla que rinde culto al desastre sentimental como consigna filosófica. Se trata de Bobby Gillespie y Jehnny Beth, dos cabezas de bandas referentes del rock británico, que este año editaron Utopian Ashes, un disco narrativo sobre el preámbulo de una lenta separación donde ambos, que nunca fueron pareja, se reinventan a través de los clásicos.
En Utopian Ashes, Gillespie y Beth quizás no firmen la consigna contemporánea de que el amor no duele, pero sí que el desamor y el fracaso pueden convertirse en aventura. Él, ya un veterano, ex baterista de Jesus and Mary Chain y adorado fundador de Primal Scream. Ella, francesa con base en Londres, una joven fuerza de la naturaleza que, hasta hace poco tiempo, se dejaba ver vestida de negro y a torso desnudo cantando sobre las manos del público al frente de su banda de chicas: Savages. Gillespie y Beth se conocieron en un concierto de Suicide en París. Ahí cantaron juntos por primera vez, también se hicieron íntimos y planearon colaborar en algo a futuro. Eso sí, lo que querían realmente era hacer algo distinto a lo que venían probando: a ella se la extraña desde que puso en pausa indefinida a Savages en 2016, en el pico de su éxito. A él se le reclama que en los últimos años Primal Scream viene en piloto autómatico. Para ellos, claro –que se esforzaron por reinventar sus respectivos géneros musicales en el pasado, ambos ruidosos y un poco caóticos– lo más parecido a la idea de “algo distinto” era volver a la clásica canción.
El resultado fue Utopian Ashes, que efectivamente suena distinto a cualquier cosa que la dupla haya hecho antes. Un disco cancionero que retoma las letras desnudas y confesionales del country norteamericano, la balada de crooner trasnochado y acaso un toque de soul y de chanson francesa. “Un disco adulto”, como se empecina en catalogar la dupla –si bien ambos lo son hace unas décadas ya–, que también recuerda un poco a Nick Cave y a Tom Waits y a Leonard Cohen. “Recuerdo que cuando empecé Primal Scream en 1983 o 1984 compré Berlin el disco de Lou Reed. Era muy distinto a The Velvet Underground, que me encantaba, y no fui capaz de entenderlo a la primera oída. Aunque tenía 22 o 23 años, era un postadolescente, y no creo que estuviera emocionalmente preparado para comprender un disco adulto. Lo que me impresionó de ese disco fue la canción 'Caroline Says II', en la que Lou Reed canta: 'Caroline dice/ mientras se levanta del suelo/ podés pegarme todo lo que quieras/ pero yo ya no te amo'. Eso me conmocionó, es una imagen muy fuerte. También me di cuenta de que se puede hacer una canción pop de otro modo. Con este disco, junto a Jehnny, he sido capaz de escribir cosas muy dolorosas que suceden entre dos adultos, y volcarlo todo ahí”, dijo Gillespie.
Bueno, es cierto que en el disco hay cierta callada resignación adulta ante el fin del amor romántico, muy lejos de la intensidad quejica del desamor juvenil. “El tiempo se desvanece día a día/ y yo ni siquiera te amo más”, cantan en “Chase it Down”, el single que abre el disco. “Es que hay mucha miseria alrededor del amor”, aclara Jehnny. Pero, nobleza obliga, la factura del disco no fue un trabajo matrimonial entre los cantantes, sino que en el camino, la dupla se divirtió reuniendo a la familia completa: por un lado, los músicos de Primal Scream, Andrew Innes, Simone Butler, Martin Duffy y Darrin Moone, y por otro, Johnny Hostile, la pareja y colaborador eterno de Jehnny Beth, con quien formó el duo John & Jehn y el sello discográfico Pop Noire a principio de siglo, antes de Savages. El resultado es un disco ambicioso, adulto, por qué no, y con una instrumentación extraordinaria: “Todos en su mejor momento”, asegura Beth. La voz de ella, por supuesto, mucho más prodigiosa y ductil que la de Gillespie, brilla en una faceta hasta ahora desconocida, pero la de él, mucho menos hábil -escribió las letras-, parece haber mejorado realmente con el tiempo ¿Es eso posible?. “Es verdad que hubo un periodo de mi vida en que escuché mucho a Johnny Cash y June Carter, pero ya no, habían pasado a formar parte de mi memoria, y a veces el recuerdo de algo es mejor que volver a oírlo. En Francia también crecí con una gran tradición de duetos y tenemos muchísimos en nuestro repertorio. Hay cosas que se quedan en tu ADN, no se trata de recrear”, dijo Beth.
Para ella, todo el recorrido ha sido una gran aventura desde que dejó Savages, el festejado cuarteto new wave que vestía de negro y que allá por el 2013 acaparaba todas las listas, donde ella era una presencia arrolladora. En 2020, cuatro años después de ese alto indefinido, Beth editó un muy bien recibido disco solista To Love is to Live, un distópico album de sintetizadores experimentales y guitarras distorisionadas que le llevó varios años pero que lanzó justo a tiempo para el fin del mundo (fue producido, entre otros, por Atticus Ross, histórico productor de Nine Inch Nails). También estuvo en tres películas, incluída la recientemente estrenada Les Olympiades de Jacques Audiard –con guion de Céline Sciamma y basada en tres historietas incluidas en Killing and Dying, de Adrian Tomine– donde interpreta a una misteriosa cam girl. Pero le faltaba algo, esa cosita del trabajo en equipo, en banda, al que estaba acostumbrada con sus colegas de Savages. En Utopian Ashes lo pudo tener todo: la pandilla completa, la amistad, el recuerdo del viejo mundo (¿no es el desamor una ocupación del viejo mundo?), y la experimentación por sobre todas las cosas. “Fue una gran oportunidad de hacer algo distinto, de aprender y experimentar. Lo primero de todo es que nos sorprendió el modo en que cantábamos juntos. Eso fue la fuerza motriz, lo que definió la estética del disco: el hecho de que pudiéramos hacer armonías, que fuera tan fácil y placentero. Es un disco duro pero hubo mucha alegría, la alegría de cantar juntos, lo cual, para mí, fue alucinante”.