La recuperación económica global vuelve a correr peligro a partir de la amenaza de masificación de la variante Ómicron de la covid-19. En Sudáfrica, en tan solo un mes, el 82 por ciento de los casos confirmados de covid-19 ya corresponden a esa variante, mientras que en España ese indicador ha trepado al 11 por ciento en apenas unos días y en Francia, Australia y la India ya ha pasado el 5 por ciento.
El surgimiento de nuevas variantes con alta velocidad de transmisión, en un contexto internacional signado por la desigual distribución de vacunas a nivel global, no sólo repercute en la posibilidad de establecer nuevos confinamientos en distintos países del mundo, sino que también impacta sobre las Cadenas Globales de Valor y, por ende, sobre la fluidez del comercio internacional.
Frente a este escenario, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés, llamada también Nueva Ruta de la Seda) está consolidándose como la estrategia más concreta para el intercambio comercial y la construcción de infraestructura global. La BRI fue presentada en 2013 por el presidente chino Xi Jinping, como una propuesta para impulsar corredores económicos, políticos, sociales entre distintos países.
El objetivo de la Iniciativa es que estos acuerdos redituaran en una mayor interconexión de las economías emergentes y en desarrollo, en un contexto internacional caracterizado no sólo por la persistencia de crisis económicas en las regiones periféricas sino también por la crisis del sistema de instituciones multilaterales creadas luego de la Segunda Guerra Mundial.
La BRI contempla acuerdos de financiamiento para la construcción de vías ferroviarias, carreteras, puertos, aeropuertos, desarrollo de energías alternativas, entre otras obras de infraestructura.
¿Cuál es el objetivo de China?
Los principios rectores de la Iniciativa tienen que ver con construir una arquitectura que garantice un intercambio comercial más fluido, la cooperación con beneficio mutuo, la inclusividad y patrones de relación Sur-Sur. En su momento, la Iniciativa fue respaldada con un fondo de 40 mil millones de dólares y más de 60 países de Asia y Europa se apresuraron en adherir.
La persistencia de situaciones de vulnerabilidad en el Sur global, sumado a un orden internacional cada vez más inestable en el marco de los cuatro años de presidencia de Donald Trump en Estados Unidos y, por cierto, de una cada vez mayor ponderación de la Iniciativa por parte de los líderes del Partido Comunista de China, hicieron que la BRI ganara cada vez mayor protagonismo en el escenario global.
Es así que hoy 144 países ya han firmado el Memorándum de Entendimiento para adherirse a la Iniciativa, es decir, casi tres cuartas partes de los 193 países reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas.
De este modo, la Iniciativa de la Franja y la Ruta está compuesta por 44 países de África (81 por ciento del continente), 42 de Asia (93 por ciento), 29 de Europa (61 por ciento), 19 de América latina y el Caribe (57 por ciento) y 10 de Oceanía (62 por ciento). En todos estos países, China ha firmado acuerdos de cooperación en materia económica, sanitaria, cultural, digital, medioambiental, entre otras áreas.
Quiénes no participan de la BRI
Sin embargo, se destacan también algunas ausencias importantes: el segundo país más poblado del mundo y vecino de China (la India) y con quien tiene importantes disputas fronterizas, se ha rehusado en varias oportunidades a legitimar la Iniciativa. Otro vecino importante como Japón tampoco ha firmado el memorándum.
En nuestra región también sobresalen importantes ausencias: los cuatro países más grandes del subcontinente (Brasil, Argentina, México y Colombia) han decidido (aún) no ser parte de la nueva Ruta de la Seda.
El gobierno argentino ha manifestado en varias ocasiones que apenas el presidente Alberto Fernández pueda viajar a China rubricará el acuerdo y convertirá a Argentina en el vigésimo país de la región en adherir al proyecto (sería el vigesimoprimero en el caso que Nicaragua, que acaba de romper relaciones diplomáticas con Taiwán y reconocer a la República Popular, ingrese en los próximos días a la BRI).
Salvo Italia (que generó un gran revuelo cuando en 2019 solicitó y consiguió ingresar a la Iniciativa), ningún otro país del G7 ha mostrado intenciones concretas de adherir. Grandes potencias económicas como Alemania, Francia y el Reino Unido no son parte de la BRI y, por supuesto, tampoco lo es Estados Unidos, cuyo establishment (tanto demócrata como republicano) ha señalado a la BRI como una estrategia de China para generar dependencia en los países más necesitados.
Como resultado de las ausencias, a pesar de incluir al 73 por ciento de los países del mundo, en donde se concentra el 44 por ciento de la población mundial, la BRI contiene el 40 por ciento del PBI global. Sin embargo, si se observa en un mapa, la BRI divide aguas entre países emergentes y en desarrollo del Sur global, por un lado, y las potencias centrales del norte occidental y sus aliados, por el otro.
Financiamiento para el desarrollo
A la par que crece la cantidad de países que se incorporan a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, crece también la cantidad de recursos que China destina a la misma. Para ello, el gobierno chino ha impulsado una red de instituciones financieras compuesta por el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (del que Argentina ya es parte desde marzo de 2021), el Fondo de la Ruta de la Seda y los megabancos estatales chinos, los cuales están entre los más grandes del mundo.
En 2020, en el primer año de la pandemia, China batió record de inversiones no financieras de 17.790 millones de dólares en proyectos concretos enmarcados en la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Entre enero y septiembre de 2021, según datos del Ministerio de Comercio de China, el gigante asiático invirtió 14.870 millones de dólares, más que en el mismo período de 2020, lo que arroja un total de casi 100 mil millones de dólares volcados desde 2015 a países emergentes y en desarrollo en el marco de la BRI, un monto nada despreciable en un contexto internacional de fuerte contracción económica.
Si las condiciones sanitarias lo permiten, Alberto Fernández viajará a China en febrero de 2022, cuando se cumplan 50 años del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países. El gobierno chino aguarda con ansias la visita, ya que espera que, luego de las trabas impuestas por la pandemia, Argentina firme el acuerdo de ingreso a la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
A partir de allí, se abrirá un nuevo capítulo en la relación bilateral. La Iniciativa de la Franja y la Ruta puede significar la llave para la reactivación económica, en el marco de una Argentina urgida de inversiones en áreas clave de la economía, y que ha coincido fuertemente con China en los grandes trazos de la geopolítica contemporánea, incluida la reivindicación de un orden internacional multilateral y de un sistema financiero más justo e igualitario. Un dato no menor es que Argentina y China se han apoyado mutuamente en sus respectivos reclamos de soberanía, tanto el de las Islas Malvinas por Argentina como el que China tiene en relación a Taiwán.
* Sociologo (UNLP).