A 17 años del incendio en República de Cromañón, quien lea este artículo guardará en su memoria las imágenes periodísticas de aquel boliche oscuro: zapatillas y remeras desparramadas, banderas colgadas, pisos ennegrecidos por el humo mortal, mochilas tiradas y la desesperación de las manos grabadas en las paredes. Bueno, todo eso ya no está.
Los objetos de los chicos y chicas fueron cargados en un volquete y tirados no se sabe dónde, las paredes interiores se pintaron y taparon las huellas, las ventanas superiores fueron tapiadas con ladrillos, se colocó un medidor de gas y pareciera que todo quedó así, listo para un nuevo uso como si allí no hubiera pasado nada. Ah, hasta pusieron un sereno.
Esto fue posible porque en 2018, 13 años después del incendio, el mismo Tribunal Oral Criminal 24 que en 2014 había condenado a cuatro años de prisión a los propietarios de Nueva Zarelux SA, una propiedad offshore a nombre de Rafael Levy, dictó la restitución definitiva del local que gerenció Omar Chabán.
Por ser “autor penalmente responsable del delito de incendio culposo calificado” Levy estuvo preso, luego en libertad condicional y una vez que tuvo las llaves en mano comenzó con el lavado de cara de ese emblema de la negligencia empresaria y estatal que los familiares de las víctimas exigen resguardar como un espacio para la memoria.
La pregunta es qué sucederá allí. Hay rumores de remodelación interna, pero el hermetismo de esa propiedad privada es total. Montenegro se hizo una pregunta bien realista: “No nos entra en la cabeza que ahí funcione algo. ¿Qué podría funcionar ahí? No se me ocurre. Lo que resta es seguir peleando”.
Debido a las obras que se hicieron en el lugar, en octubre pasado la Legislatura aprobó un proyecto presentado por el Movimiento Cromañón para proteger las obras artísticas realizadas sobre el frente del boliche y sus alrededores. Esta iniciativa, que tiene un trasfondo simbólico contó con el apoyo del oficialismo. La expropiación que tendría un efecto concreto, no.