El Dow Jones termina 2021 con un 20 por ciento de ganancia. El índice S&P500 con el 28 por ciento y el Nasdaq con una cifra idéntica. Las bolsas de Estados Unidos volvieron a registrar un crecimiento extraordinario y mantienen el rally de los últimos años. Desde el piso anotado en la crisis de 2009, las acciones norteamericanas ya acumulan un incremento del 580 por ciento. Se multiplicaron por más de cinco veces.

A pesar de esta performance, los analistas internacionales son escépticos. Consideran que el corto plazo está lleno de interrogantes para los mercados globales. En una de sus últimas ediciones el portal Project Syndicate dedicó una sección especial con la mirada de distintos referentes de las finanzas convocados con la pregunta sobre qué esperan para 2022.

Entre los que se mostraron más crítico figura la opinión del exGoldman Sachs Jim O’Neill. “Con el calendario de 2021 llegando a su fin, comenzó el juego de saber qué pasará en los próximos 12 meses. Sobre 2022 (y más allá), no estoy seguro de si vale la pena ni siquiera fingir. Es difícil recordar un momento anterior con tantos interrogantes sobre tantas cuestiones económicas clave”.

Para este economista británico, conocido por haber difundido el término Brics para referirse a las principales economías emergentes, una de las grandes dudas para el próximo año pasará por la evolución de la inflación. “Entre los temas más urgentes y de actualidad, además del coronavirus, están los precios. ¿Son subas transitorias o algo distinto?”. En los mercados financieros reina la incertidumbre sobre este punto.

Otro de los economistas escépticos es Nouriel Roubini, que escribió una opinión terrible sobre el corto plazo de la economía global. Hace tiempo que es pesimista pero en los últimos meses fue profundizando los argumentos. Con el título "Nubarrones para 2022", su artículo plantea que la economía y las finanzas enfrentan un año complejo.

“La pandemia no ha terminado. Es posible que Ómicron no sea tan virulento como las variantes anteriores, particularmente en economías avanzadas altamente vacunadas, pero es mucho más contagioso, lo que significa que las hospitalizaciones y muertes seguirán siendo altas. La incertidumbre y la aversión al riesgo resultantes suprimirán la demanda y exacerbarán los cuellos de botella de la cadena de suministro”.

Para Roubini los mercados financieros terminan 2021 como el champán: burbujeantes. Como ejemplo pone a las criptomonedas, las acciones memes, los valores inmobiliarios y los SPAC (empresas de adquisición con fines especiales).

Por ello asegura que es probable que 2022 sea el año en que empiecen a desinflarse las burbujas de activos y de créditos. “Cambios en la política de tasas, la inflación, el crecimiento más lento y los factores geopolítica son riesgos sistémico que podrían crear las condiciones para que ocurra una corrección del mercado”.

Entre los problemas estructurales que enfrenta la economía global hacia adelante, la mayoría coincide en que la pandemia, la inflación, la Reserva Federal y los altos niveles de endeudamiento público y corporativo son algunos de los principales.

Pero también empiezan a remarcarse y tomar protagonismo otras derivadas. Por ejemplo las tensiones geopolíticas, los desequilibrios ambientes y los cambios en las relaciones del mercado de trabajo acelerados con la crisis sanitaria.

Sobre estos últimos puntos escribió Bill Emmot, exeditor en jefe de The Economist y actual director de la Comisión Global para las políticas Post Pandemia. Dijo que el estrés ambiental aumenta la probabilidad de que las enfermedades zoonóticas se propaguen a los humanos y se conviertan en pandemias. 

Estas alarmas ambientales van en distintas direcciones como la del deshielo que aumenta el nivel del mar. Por ello, en finanzas no sólo se habla de un cisne negro sino del próximo cisne verde.