La nueva mutación del virus ha generado una nueva situación. Una aceptación definitiva de la convivencia con la enfermedad. Es cierto que sigue existiendo aún una diferencia relativa entra las derechas negacionistas y las izquierdas progresistas o los gobiernos democráticos y populares. Pero esa diferencia se vuelve cada vez más tenue.
Las distintas derrotas y retrocesos históricos de los movimientos obreros organizados a escala mundial se revelan en su sentido final: la impotencia que surge a la hora de constituir fuerzas populares que impongan sobre los Estados el derecho a preservar lo Común al interior de la sociedad.
De este modo, podemos apreciar que frente al virus de Omicron y con el pretexto de que genera una "enfermedad leve" se han terminado privilegiando las exigencias del Mercado.
No se trata ya del negacionismo delirante de las ultraderechas ni de los antivacunas, es un negacionismo resignado y realista que sube desde abajo, que es deseado por amplios sectores, y como una marea acompaña el movimiento de los gobiernos. Así como ya parece concluirse que la enfermedad es leve y que morirán los de riesgo o los desafortunados, a su vez ya se acepta que la "gente" no da más, que ya no existe una posibilidad real de restricciones serías, y que por tanto se debe aprender a vivir bajo las condiciones de un nuevo giro más radical del neodarwinismo capitalista.
En cierta forma, es un triunfo de las derechas, que siempre supieron que tarde o temprano los imperativos de la economía, la precariedad de las vidas que solo se pueden refugiar en trabajos erráticos, y los cálculos egoístas del goce que actualmente impregnan el tejido de las masas terminarían imponiéndose.
Lo que confirma que derechas e izquierdas ya no resuelven sus conflictos en el mismo tablero .
De un modo metafórico, las izquierdas juegan al ajedrez con un jugador menos mientras las derechas lo hacen en una PlayStation que recomienza una y otra vez.
O dicho de otro modo, lo que cada posición define como aquello que es una Democracia pertenece a un orden radicalmente opuesto.
Pero nunca esta situación es definitiva, siempre se encuentra en movimiento, y de un momento a otro lo inerte de la gente entregada a un negacionismo resignado, se puede convertir en el Pueblo dispuesto a su lucha. No existe un Pueblo apriori, se inventa en el despliegue del antagonismo que lo constituye.
Para ello, como diría Maquiavelo, se necesitan "profetas armados" como Moisés, no armados por el fuego sino por una nueva Ley que haga emerger un orden nuevo de la civilización. Pueden no pagarse las deudas que el Capital engendró para hacer desaparecer al Pueblo pero entonces con honestidad habrá que explicar de qué modo se atravesará el desierto y cuál es la tierra que nos espera.
Nunca como ahora, y esta Pandemia es una demostración cabal, para la humanidad había sido tan urgente frenar la marcha del tren enloquecido del Capital.
Esperemos que este negacionismo atenuado que triunfa en el occidente serial sea el último estertor del nihilismo que se acomoda a lo que sea. Mientras tanto en este fin de año, también yo, rezo mi pequeña plegaria laica por nosotros y nosotras, para que podamos despertar de esta historia.