La hija oscura 6 puntos
The Lost Daughter, EE.UU/Grecia, 2021
Dirección y guion: Maggie Gyllenhaal , sobre La figlia oscura, de Elena Ferrante.
Fotografía: Hélène Louvart.
Duración: 121 minutos.
Intérpretes: Olivia Colman, Jessie Buckley, Dakota Johnson, Ed Harris, Peter Sargsaard, Dagmara Dominczyk, Paul Mescal.
Estreno en Netflix.
El día en que Nina llega a la playa con su hija y ésta con su muñeca, Leda clava la vista en ellas. Unas y otra veranean en una paradisíaca isla griega donde Leda, profesora de Literatura Comparada, pasa lo que llama “vacaciones de trabajo”. “¿Tenés hijos?”, pregunta Nina, casi al descuido. La pregunta parece producir en Leda una suerte de marejada interna. Hesita, enmudece, desvía la mirada, tiembla levemente. Qué le pasa o le pasó a Leda con la maternidad, los hijos y su vida es la cuestión que desarrolla La hija oscura, opera prima de Maggie Gyllenhaal, basada en la novela homónima de la napolitana Elena Ferrante.
Por una vez el título en español corrige para bien el del original. Ferrante, que como se sabe no se llama Ferrante (nadie sabe cómo se llama en realidad), tiene otra novela con el nombre de Storia della bambina perduta (2014). Por algún motivo Gyllenhaal, o quien fuera, decidió titular The Lost Daughter a esta versión cinematográfica de La figlia oscura, novela previa de la autora, prestándola a una confusión que el título en español subsana. La hija oscura es el debut como realizadora y guionista de Gyllenhaal, cuyo papel más conocido como actriz es el de La secretaria (2002), donde se plegaba con gusto a las propuestas sadomaso de su jefe James Spader. Citas míticas y literarias, protagonista académica, narración en dos tiempos, tema complejo y algo incómodo, origen literario: La hija oscura es la clase de película de la que suele decirse que parece más europea que estadounidense. Pálpito: la de Maggie Gyllenhaal será la película indie del año para la Academia y va a estar nominada por lo menos a cuatro premios Oscar: película, dirección, guion adaptado y actriz protagónica.
Británica residente en Oxford, Leda (Olivia Colman, excelente como siempre) se muestra siempre algo turbada en presencia de terceros, algo reacia al contacto. Hay una razón para la elusión: cuando sus hijas eran pequeñas, Leda desertó de las obligaciones asignadas a la maternidad, y esa deserción aún la vela bajo una sombra oscura. Sombra que parecería duplicarse cuando la profesora políglota comete un acto infantil e irracional, que, ella sabe, sumirá a una niña en una angustia que no merece. ¿Una venganza simbólica contra sus hijas, un modo de recuperarlas, una manera de volver a ser niña ella también, pura pulsión de reactivar la culpa? Ya se sabe: el inconsciente es un continente oscuro.
A partir del momento en que el conflicto se reaviva, la mujer con nombre de mito (el de Leda y el cisne, objeto a su vez de un poema de W. B. Yeats, al se hace mención), comienza a ser invadida por los recuerdos de ese tiempo que para ella sigue presente (Jessie Buckley, protagonista del film más reciente de Charlie Kaufman, interpreta a la Leda joven). La vida marital (como es costumbre en el cine contemporáneo, de tan diluido el personaje del marido parece líquido), las hijas que en cuestión de segundos convierten la domesticidad en un infierno, la invitación a un congreso literario, la presencia allí de uno de esos escritores venerados como dioses (Peter Sarsgaard, con barba como de Tolstoi) y la oportunidad de cohabitar una noche en ese Olimpo, antes de volver a la tierra. Tal como puede verse, parecería que para dos escritorxs serixs, una canita al aire es una forma de torturarse.
Más allá de las citas de alta cultura, el conflicto que plantea La hija oscura es de lo más terrenal, y los raccontos que explican el nacimiento de la culpa de Leda son, cinematográficamente, bastante crasos. Ciertas subtramas o embriones de tales (el casero encarnado por Ed Harris, un guía con el que Leda se lía un poco y Nina un poco más, el marido tal vez mafioso de Nina, una pareja de caminantes a los que Leda y su marido dan asilo) parecerían estar solo para llegar a las dos horas de duración. El acto loco de Leda, su transpirada y desamparada confusión, la entrega de Colman corroen en parte, con su vividez, el barniz de película “seria” del que La hija oscura se embebe.