ALERTA SPOILING. Esta nota podría tener contenidos que de manera expresa o tácita les den pistas a nuestros lectores sobre… algo –quizás una película, quizás nuestra realidad… (es que se parecen mucho)-.

¡Qué manera de terminar el año, lector, lectora, lectore! En una semana, mientras el 2021 no terminaba de terminar, el 2020 seguía rigiendo pandémicamente, el 2018 nos pegaba desde la deuda, el 2015 nos seguía susurrando “ustedes lo votaron, jódanse” aun a quienes no lo votamos en esa ni en ninguna ocasión. Mientras todo eso ocurría, digamos, aparecieron pruebas bastante contundentes y sintundentes de que algún exfuncionario vidalero quería que siguiéramos en… 1933, o 38 o 40 y, para ser más exactos, en alguno de los territorios nazificados de aquel entonces. Porque no hay otra manera de llamar, que no sea “nazi”, a quien reclama una Gestapo.

Gestapo es la abreviatura de Geheime Staatspolizei, o sea: “Policía Secreta del Estado”, institución creada en 1933 en Alemania ni bien asume el nazismo y disuelta en 1945 con la caída del nazismo. Creo que todos, incluido quien la propuso en estas tierras, sabe que se trató de una “institución” horrible, genocida, que se dedicaba a perseguir y aniquilar a aquellas personas que no le caían bien. Y era muy fácil “caerle mal” al nazismo. Sospecho que ni usted, lector/a ni yo, ni (ponele "casi") nadie de los que pasean por estas líneas zafaríamos.

Un funcionario que desea una Gestapo desea “una cosa horrible que nos haría mucho daño", lector. Pero, ya que estaba pidiendo, decidió ir más allá y especificó: “Una Gestapo que se encargue de los sindicalistas”. Los sindicalistas, o algunos de ellos, pueden caernos mejor o peor, resultarnos simpáticos o antipáticos, compañeros o panqueques, pero son representantes elegidos democráticamente por los trabajadores, de manera que quien deseé “encargarse de ellos” también está proponiendo “terminar con los derechos laborales al aniquilar a los encargados de defenderlos".

Para la Gestapo, podía ser un delito ser de cierta raza, religión, creencia, nacionalidad, idea política, cultura, género, color de piel... Y puede continuar usted la lista, lector, sabiendo que a la hora de sentirse superiores y creer que los demás no valíamos la pena, los nazis no le ponían límites a su nefasta creatividad alucinatoria para crear conspiraciones.

Y ahí va nuestro exfuncionario, reclamando una de esas cosas. Quizás simplemente se haya hecho eco de su Gran-Jefe-Gran de aquellos tiempos, el Sumo Maurífice, quien no tuvo mejor idea que pedir un gran cohete en el que mandar a la Luna a personas que no fueran de su agrado. Es probable que el Fondo le haya otorgado una partida de divisas para que pudiera cumplir su sueño, peeeero... parece que al Sumo M. lo aquejaba una compulsión: “Billete que veía, lo fugaba”.

Y así fue como la Luna se quedó sin argentinos.

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En estos días se estrenó una película, a mi juicio muuuy entretenida, claramente satírica, que, aunque producto hollywoodense al palo, no deja por ello de tener una mirada crítica sobre la realidad que el Gran Imperio se vende y nos vende (a nosotros, más caro porque no nos favorece el cambio). En síntesis: un asteroide viene a terminar con todos, todas y todes y a los poderosos no se les ocurre mejor idea que “no darle bola, no mirar para arriba, y chau”.

La película es mucho más que eso, pero, lectora, ahí ya queda en sus manos el enterarse. Lo que sí podemos decir es que de alguna manera la peli “espoilea” la actualidad de casi todo el mundo.

El día en que, más allá de disidencias desacuerdos y divergencias de toda clase, toooodos entendamos que “Gestapo NO”, estaremos más cerca de cambiar la dirección del asteroide.

Allá vamos, 2022.

Sugiero acompañar esta columna con el video “Pa... pa... pa... Patricia”, de RS Positivo (Rudy-Sanz).