“El ruido ensordecedor de las guerras y los conflictos se amplifica, mientras se propagan enfermedades de proporciones pandémicas, se agravan los efectos del cambio climático y de la degradación del medio ambiente, empeora la tragedia del hambre y la sed, y sigue dominando un modelo económico que se basa más en el individualismo que en compartir lo solidario”, diagnosticó el papa Francisco en su mensaje por la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra cada 1 de enero desde hace 55 años. En el mismo documento Jorge Bergoglio esbozó una propuesta sobre la base de tres ejes: diálogo entre generaciones para construir la paz; la instrucción y la educación como motores de la paz y promover y asegurar el trabajo.
La cuestión de la búsqueda de la paz en el mundo ha sido una preocupación permanente del pontífice católico desde su elección en marzo de 2013. Tras ese objetivo Bergoglio ha desarrollado una estrategia que involucra no solo a su Iglesia Católica, sino a líderes de otras confesiones monoteístas y en forma constante instala el tema de la paz en sus diálogos con líderes políticos de todo el mundo.
Para el Papa la paz tiene que ser el resultado de un compromiso compartido entre las instituciones y las personas. En esa línea Bergoglio propone avanzar en un diálogo sincero, que “aunque no esté exento de una dialéctica justa y positiva, requiere siempre una confianza básica entre los interlocutores”. Por eso, sigue diciendo Francisco, “debemos recuperar esta confianza mutua” sin perder de vista que “la actual crisis sanitaria ha aumentado en todos la sensación de soledad y repliegue sobre uno mismo”.
En el mismo texto Bergoglio afirma que “dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos”, una tarea que –dice el pontífice- se debe fomentar entre generaciones, a sabiendas de que ello significa “labrar la dura estéril tierra del conflicto y la exclusión para cultivar allí las semillas de una paz duradera y compartida”.
Abogando por el diálogo entre generaciones Francisco afirma que los grandes retos sociales y de construcción de la paz “no pueden prescindir el diálogo entre (los mayores) depositarios de la memoria y (los jóvenes) continuadores” de la misma.
Más adelante el Papa retoma otro de sus temas predilectos: el cuidado de nuestra casa común, refiriéndose a la preservación del medio ambiente. Y señala que “la oportunidad de construir juntos caminos hacia la paz no puede prescindir de la educación y el trabajo, lugares y contextos privilegiados para el diálogo intergeneracional”.
Sobre el punto Francisco denuncia que “el presupuesto para la instrucción y la educación, consideradas como un gasto más que como una inversión, ha disminuido significativamente a nivel mundial en los últimos años”, no obstante que ambas son “bases de una sociedad cohesionada, civil, capaz de generar esperanza, riqueza y progreso”. Advierte que, en contraposición, “los gastos militares han aumentado, superando el nivel registrado al final de la ‘Guerra fría’, y parecen destinados a crecer de modo exorbitante” frente a lo cual reclama “un proceso real de desarme internacional” que libere recursos financieros que se empleen para la salud, la escuela, las infraestructuras y el cuidado del territorio.
En otro apartado el Papa sostiene que el “trabajo es un factor indispensable para construir y mantener la paz” porque desde una perspectiva social “el trabajo es el lugar donde aprendemos a ofrecer nuestra contribución por un mundo más habitable y más hermoso”.
Al respecto Jorge Bergoglio sostiene que “la situación del mundo del trabajo, que ya estaba afrontando múltiples desafíos, se ha visto agravada por la pandemia de covid-19” y como consecuencia de ello “millones de actividades económicas y productivas han quebrado; los trabajadores precarios son cada vez más vulnerables; muchos de aquellos que desarrollan servicios esenciales permanecen aún más ocultos a la conciencia pública y política; la instrucción a distancia ha provocado en muchos casos una regresión en el aprendizaje y en los programas educativos”. Sin dejar de señalar que el “impacto de la crisis en la economía informal, que a menudo afecta a los trabajadores migrantes, ha sido particularmente devastador” cuando, por otra parte, a muchos de ellos “las leyes nacionales no los reconocen” y es “como si no existieran”.
Entiende Francisco que “es más urgente que nunca que se promuevan en todo el mundo condiciones laborales decentes y dignas, orientadas al bien común y al cuidado de la creación”, que la política promueva un “justo equilibrio entre la libertad económica y la justicia social”.