¿Cuántas veces el más pequeño de la familia esperó a que los adultos sacaran el enorme juguete de la caja para abalanzarse adentro? Y la caja de repente se convirtió en un auto, una carretilla, una nave espacial, y el nene en chofer, campesino o astronauta…
Claro que después los niños y las niñas descubren el juguete, se acercan a investigarlo. Pero que nadie se atreva a tirarles su caja mágica. Porque en estos tiempos de velocidad para todo, ¿cuánto puede durar el entusiasmo por el muñeco que habla con tres frases o la cámara de fotos que tiene una luz que imita el flash pero, de verdad de verdad, no saca nada?
Las jugueterías explotan de propuestas coloridas y carísimas, más o menos grandes, con sonidos y botones. Muchas veces, para indignación de los grandes, la gran inversión termina en algún rincón de la casa sin que el angelito o la princesa le presten la menor atención.
A contramano de la gran industria del juguete que propone cosas cada vez más despampanantes y ruidosas, va creciendo otra industria del juguete, despojada de sonidos y pilas. Una industria “independiente” si se puede unir esas dos palabras, que apunta a que lo que se imponga en el momento del juego sea la imaginación de los más pequeños y no la de los creadores de juguetes.
Pensado para pensar
El diseño independiente se extendió a distintas ramas de la indumentaria y así llegó a los juguetes. Retomando los materiales “antiguos” como la madera, la tela y algunos metales y, con diseños innovadores, se proponen que, por ejemplo, las muñecas o muñecos se vean parecidos a sus dueños.
“Juancito” tiene una remera azul, un pantalón a rayas y usa calzoncillos. El nombre se lo puso Joaquín, su dueño que, aunque ya tiene 9 años, todavía tiene a Juancito recostado cerca de la almohada.
A Morena las abuelas le regalaron a “Pipi”, una nena de vestido rojo, bombachita que se saca y unos rulos rubios y desordenados. Ambos muñecos son únicos dentro de la juguetería, ninguno repite vestimenta ni peinado o color de piel y vienen dentro de bolsas transparentes para que cada uno elija el que más le gusta.
Nada de vestidos de princesa: es ropita común, usan pañales o bombachas y calzoncillos -porque ya están creciendo. Con peinados de rulos locos o pelos lacios. Sonríen o están tristes. También hay mascotas que no tienen nombre porque no imitan ningún personaje de la televisión. Si hay que nombrarlo hay que pasar por el maravilloso momento de darle una identidad al juguete, una como las que nos dieron en casa.
Todo es aprendizaje desde el minuto uno.
Estas jugueterías “didácticas” o “naturales” aparecieron primero en algunos barrios, en locales pequeños o en departamentos que dan a la calle. Pero sus juguetes hoy van ganando también un lugar en las jugueterías tradicionales y se encuentran en las páginas de venta por internet.
Ni rosa ni celeste: todos jugamos con todo
Otra premisa del boom de los juguetes independientes es que se erradicó el sexismo. Los juguetes son para jugar, ni de nenes ni de nenas. La típica cocinita para que las nenas aprendan a ser amas de casa se transformaron en cocinas de fibrofácil, livianas y que pueden ir acompañadas de frutas y verduras de paño que sirven para aprender los nombres y los colores. No son un mundo en rosado porque los nenes también comen y los papás también cocinan. Otra mirada donde lo que se aprende no es un rol fijo en el núcleo familiar sino sobre la alimentación y los cuidados.
Volvieron los bloques de madera donde todos pueden ser constructores y armar casas o ciudades. O los carros con ruedas que ayudan a aprender a caminar a los más chiquitos.
La mirada pedagógica sobre los juguetes se centra en la idea de que el protagonista es el niño o la niña y no el juguete. La voz, la historia, el nombre, la función tiene que surgir de la pequeña cabeza.
Un cachorro de madera y rueditas que camina porque alguien tira de una piola, no porque tiene pilas. Un caballito de madera que se mece o una cabeza en un palo de escoba para que cabalguen los caballeros, las vaqueras o las indias.
Es un mundo del juguete muy diferente de lo que ofrecen las grandes cadenas de jugueterías y con precios más accesibles.
Para los más grandes ¿también hay?
Sí. La propuesta para los chicos y chicas que ahora están más pegados a las pantallas que a los chiches son kits de experimentos, mezclas para hacer el propio slime o tablas de madera que ayudan a mantener el equilibrio y a hacer ejercicio. Diábolos para hacer malabares o instrumentos de percusión cuyo tamaño varía según la edad.
Son propuestas que invitan a abrir la ventana y cerrar el Windows.
¿Dónde viven estos juguetes? Muchas jugueterías tienen local al público y se encuentran poniendo en los buscadores “juguetes de madera”, “juguetes didácticos”, “muñeco de trapo o de apego”. En las redes sociales también se pueden encontrar a diseñadores que ofrecen sus creaciones directo al público. Los fines de semana se acercan a las ferias de los parques o ferias creativas que asocian artesanos y se montan en centros culturales.
Todavía quedan unos cuantos días para Reyes. Hay tiempo para investigar una alternativa sin ruidos ni luces y con muchas, pero muchas ganas de compartir.
Dónde encontrar los juguetes
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