Daniel Barenboim dirigió este sábado el tradicional concierto de Año Nuevo que cada 1º de enero se realiza en Viena, en una gala dedicada a los valses de la familia Strauss. El director argentino-israelí condujo a la Filarmónica de Viena por tercera vez en esta tradicional cita (las dos veces anteriores fueron en 2009 y 2014), en una sala con la mitad de aforo, por la pandemia.
Es el concierto de música clásica más seguido del planeta (se retransmite en directo en más de 90 países) y supone un rito para millones de personas que inician el año al ritmo ligero y vitalista de los valses, polcas y marchas de la dinastía Strauss.
El público regresó a la Sala Dorada del Musikverein, aunque de forma limitada: mil personas, todas en el patio de butacas. Los presentes debían tener al menos dos dosis y mostrar un test PCR de menos de 48 horas, además de llevar barbijo durante todo el concierto.
Los aplausos del público volvieron a resonar en la monumental Sala Dorada, engalanada con su habitual elegancia y que parecía casi llena gracias a la realización televisiva, en un contraste con lo que fue el concierto de hace un año, que por primera vez se hizo sin público y con aplausos por altavoces. Los asistentes también pudieron acompañar con palmas, como se estila, la Marcha Radetzky, la pieza que suele cerrar el concierto.
Barenboim aprovechó la oportunidad para hacer un llamado a la unidad como forma de afrontar la pandemia, tal como hacen los músicos cuando tocan, ya que sienten y actúan "como una comunidad unida".
"La covid no es solo una catástrofe médica sino humana porque trata de alejarnos a unos de otros", afirmó el director y pianista, que apeló a actuar como lo hacen los filarmónicos, poniendo el talento individual al servicio de los objetivos colectivos.
La próxima cita del Concierto de Año Nuevo (que se hace desde 1939), el 1º de enero de 2023, tendrá como director al austríaco Franz Welser-Möst.