La economía argentina convive con tasas de inflación de dos dígitos desde hace catorce años en forma consecutiva. El rango de 20 a 25 por ciento anual del ciclo político del kirchnerismo saltó al 50 por ciento anual durante la gestión de la alianza macrista-radical, que potenció la inercia inflacionaria por los descalabros cambiarios y de endeudamiento público en esos cuatro años.
El gobierno de Alberto Fernández contuvo la tasa de inflación en ese nivel elevadísimo pese a las presiones locales e internacionales a un alza aún mayor. Lo pudo hacer al desplegar una batería de medidas:
1. El cuasi congelamiento de tarifas de servicios públicos y combustibles.
2. El escaso dinamismo en la recuperación del salario y las jubilaciones.
3. El ajuste del tipo de cambio oficial por debajo de la evolución del IPC.
4. Acuerdos de precios con sectores clave de la canasta de consumo de los hogares.
El objetivo oficial de inflación 2022 es 33 por ciento, de acuerdo al Presupuesto bloqueado por la oposición. Es una cifra que rápidamente fue casi duplicada por la mayoría de las proyecciones de economistas del establishment, del mismo modo que lo habían hecho a comienzos de 2021, lanzando así la batalla política de construcción de expectativas, que el Gobierno evidentemente perdió. Habrá que ver cuál será el resultado en este año.
Cuáles fueron los impulsores inflacionarios del exterior
Es una tarea compleja la que le espera al equipo económico puesto que en este nuevo año se relajará cada uno de esos factores que actuaron para evitar una mayor espiralización de precios.
A estas condiciones locales de por sí complicadas, con los tradicionales motores de transmisión de aumentos de precios, en estos dos años de pandemia se sumaron factores externos:
* Fuerte suba de los precios de las materias primas de exportación, lo que impactó en los precios locales de alimentos.
* Incremento de la demanda china de carne vacuna, alterando el funcionamiento del mercado doméstico.
* Aumento de los precios internacionales de insumos intermedios (aluminio, acero, papel, plásticos, entre otros) que presionaron sobre los costos internos.
* Alza del precio de la energía.
* Problemas en la cadena global de suministros (producción, transporte y logística) por las distorsiones derivadas de la pandemia: primero fue el freno productivo global y luego fue la apertura con rápida recomposición de stocks, lo que generó alteraciones en la oferta y demanda de bienes.
Un elemento relativamente favorable en un escenario complejo se encuentra en que estos impulsores externos al alza de la inflación no influirían en la tasa de 2022. No lo harían porque ya se concretaron: no subirían todavía más los precios de las materias primas –y si lo hacen es en el margen- y se ha empezado a normalizar la cadena global de suministros.
Qué piensa de la inflación el Banco Central
En el último día hábil del año, el Banco Central difundió el documento "Objetivos y planes respecto del desarrollo de las políticas monetaria, cambiaria, financiera y crediticia para el año 2022". El texto de 16 páginas analiza qué pasó en el 2021, lo que espera que pase en el año que comienza y cuáles serán los principales ejes de gestión de la entidad bajo la conducción de Migue Pesce. De este completo informe se rescata qué piensa el Banco Central sobre la inflación.
Explica que la inflación global se aceleró, y de manera más marcada en los países en desarrollo, que los precios internacionales de las materias primas se ubicaron en torno a sus máximos de los últimos diez años y que, en ese contexto, las bancas centrales de los países en desarrollo reaccionaron con marcadas subas de las tasas de interés de referencia, mientras que las de países avanzados comenzaron a retirar sus estímulos monetarios cuantitativos y a dar señales de subas de tasas en un horizonte próximo.
La evaluación que hace acerca del recorrido de la tasa de inflación local en el año que terminó es la siguiente:
* La inflación minorista se mantuvo en un valor elevado durante el año, en 3,4 por ciento promedio mensual.
* La evolución de los precios no fue homogénea a lo largo del año: tuvo una aceleración de los registros interanuales hasta mediados de año y una desaceleración en el margen en la segunda parte del año.
* Sobre una elevada inercia inflacionaria se sumaron, con mayor intensidad a la esperada, algunos factores transitorios. Entre ellos se destacan:
1. La incidencia de los precios internacionales, inicialmente de los productos primarios y últimamente más vinculados a los precios de la energía y al costo de las manufacturas globales.
2. Las restricciones de oferta en algunos productos.
3. La recomposición observada de los márgenes de comercialización en ciertos sectores.
4. El reacomodamiento de precios relativos de los servicios privados ante la reapertura de actividades en un contexto de mejora en la situación epidemiológica.
* A esto se sumó la mayor volatilidad financiera asociada al proceso electoral, que se reflejó en expectativas de devaluación más elevadas en el último cuatrimestre del año.
El escenario 2022
El Banco Central estima condiciones financieras internacionales menos favorables que en los años previos. Dice que la dinámica inflacionaria global y las respuestas de política económica que vienen implementando los diferentes gobiernos de países desarrollados y emergentes plantean un escenario que podría contemplar una ralentización del crecimiento global, mayores costos de financiamiento externo y menores precios internacionales de las materias primas, en particular los vinculados a las exportaciones del país.
Advierte que no pueden descartarse eventuales correcciones en los mercados financieros internacionales, ante las dispares evoluciones de la economía real frente a los elevados precios de los activos financieros, en un entorno de altos niveles de endeudamiento público y privado.
Espera que a lo largo de 2022 cedan los factores transitorios que presionaron sobre el nivel general de precios y que la inflación retome un sendero de desaceleración gradual.
El dólar, el FMI y la inflación
El reporte menciona una variable clave vinculada a los precios: el dólar. Señala que "la estabilización del tipo de cambio real en su nivel actual, el cual preserva la competitividad externa de la economía, y la calibración de las tasas de interés de manera de garantizar una mayor disponibilidad de instrumentos de ahorro que permitan a los argentinos obtener rendimientos acordes con la evolución de la inflación y del tipo de cambio, contribuirán a estabilizar las expectativas cambiarias, favoreciendo al proceso de desinflación".
Para agregar que esa política se sumará "a los esfuerzos del Gobierno Nacional por coordinar precios y salarios a través de la política de ingresos, con el fin de morigerar la elevada inercia inflacionaria".
Concluye que un pronto acuerdo con el FMI, para resolver las cuantiosas obligaciones que se concentran en 2022 y 2023 (amortizaciones por 17.900 y 19.000 millones de dólares, respectivamente) derivadas del préstamo stand-by que tomó la administración anterior, "ayudará a mejorar las expectativas de aquellos actores que condicionan su visión acerca de la sostenibilidad del sector externo al resultado de dicha negociación, contribuyendo a contener las presiones cambiarias y las expectativas de inflación".
Inflación importada
La importancia que el Banco Central le otorga a los impulsos inflacionarios internacionales, factores casi ignorados por la legión de economistas del establishment, exige ampliar la mirada para identificar cómo se desarrolla este debate en los países desarrollados.
En Project Syndicate se publicaron varios artículos sobre una inflación global en persistente aumento: en noviembre pasado, Estados Unidos anotó 6,8 por ciento interanual, Alemania 5,2 por ciento, Reino Unido 5,1 por ciento, España 6,7 por ciento. En la región, Brasil registró 11,0 por ciento.
Es obvio que esas variaciones son pequeñas en comparación con la muy elevada tasa de inflación argentina, pero la preocupación en esos países es que esos registros parten de un nivel muy bajo y los actuales representan alzas que más que duplican los previos.
Algunas ideas desarrolladas en ese portal por un grupo de economistas destacados se rescatan para tener una comprensión amplia del fenómeno global de la inflación y cómo puede llegar a influir en la economía doméstica.
-Nouriel Roubini, profesor emérito de economía de la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York y ex economista senior para asuntos internacionales en el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca durante la Administración Clinton, escribió "La inminente crisis de la deuda estanflacionaria".
Dice que las políticas monetarias y fiscales extremadamente expansivas, cuando se combinan con una serie de shocks negativos de oferta, como las desplegadas en 2020/2021, "podrían resultar en una estanflación al estilo de la década de 1970 (alta inflación junto con una recesión)".
Advierte como peligro el alza de los coeficientes de endeudamiento, que son más elevados que en los '70, junto a los problemas de oferta, lo que va conformando "un escenario para la madre de las crisis de deuda estanflacionarias en los próximos años".
Con una visión bastante pesimista, Roubini afirma que las políticas monetarias y fiscales laxas continuarán alimentando burbujas de activos y crédito, lo que provocará un choque de trenes en cámara lenta. Asegura que, en algún momento, este auge culminará en un "episodio Minsky" (una pérdida repentina de confianza), y las políticas monetarias más estrictas desencadenarán quiebras y el posterior colapso. Para concluir: "La estanflación de la década de 1970 pronto se encontrará con la crisis de la deuda del período posterior a 2008. La pregunta no es si ocurrirá, sino cuándo".
-Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía y profesor universitario en la Universidad de Columbia, escribió "La pista falsa de la inflación".
Afirma que nunca antes se había experimentado una recesión inducida por una pandemia con una recesión del sector de servicios desproporcionadamente pronunciada, aumentos sin precedentes en la desigualdad y tasas de ahorro vertiginosas. Asegura que gran parte de la presión inflacionaria actual se debe a los cuellos de botella por el lado de la oferta a corto plazo, que son inevitables cuando se reinicia una economía que se ha cerrado temporalmente.
Stiglitz tiene una mirada diferente a Roubini, al señalar que "ahora que se ha interrumpido el proceso normal, habrá contratiempos, que se traducirán en aumentos de precio para uno u otro producto". Pero asegura que no hay razón para creer que estos movimientos alimentarán persistentes expectativas de inflación.
Sentencia que, en lugar de entrar en pánico por la inflación, "deberíamos preocuparnos por lo que sucederá con la demanda agregada cuando se agoten los fondos proporcionados por los paquetes de ayuda fiscal. Muchos de los que se encuentran en la parte inferior de la pirámide de distribución de ingresos y riqueza han acumulado grandes deudas".
-Kenneth Rogoff, profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Harvard y economista jefe del Fondo Monetario Internacional de 2001 a 2003, publicó "¿De vuelta a los setenta?".
Ofrece una interesante semejanza al indicar que con la desastrosa salida de Estados Unidos de Afganistán, los paralelos entre la década de 2020 y la de 1970 siguen creciendo (derrota de Estados Unidos en Vietnam). ¿Se ha vuelto mucho más probable un período sostenido de alta inflación?, se pregunta.
Para responder: "Muchos economistas parecen ver la inflación como un problema puramente tecnocrático, y a la mayoría de los banqueros centrales les gustaría creer eso. De hecho, las raíces de la inflación sostenida provienen principalmente de problemas de economía política".
Recuerda que la economía global sufrió un shock masivo de oferta en la década de 1970, cuando los países de Oriente Medio subieron el precio del petróleo que impactaron en el resto de las economías con alza de la tasa de inflación. En la actualidad, el proteccionismo y los problemas en las cadenas globales de suministro constituyen un shock de oferta negativo similar.
Rogoff define que "la humillante derrota de Estados Unidos en Afganistán es un gran paso hacia la recreación de la misma tormenta perfecta que condujo a un crecimiento lento y una inflación muy alta en la década de 1970". Para concluir que "hace unas semanas, un poco de inflación parecía un problema manejable. Ahora, los riesgos son mayores".
-Paul Krugman, premio Nobel de Economía y profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton, escribió en su cuenta de Twitter una respuesta a un artículo publicado en The Guardian de Isabella Weber, profesora asistente de Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst, quien propone un estricto control de precios para enfrentar las actuales tensiones inflacionarias.
Weber aconseja que los controles permitirían ganar tiempo para hacer frente a los cuellos de botella que continuarán mientras persista la pandemia. Dice que "un factor crítico que está impulsando los precios al alza sigue siendo en gran parte pasado por alto en los análisis convencionales: un muy fuerte aumento de las ganancias" de las corporaciones. Afirma entonces que los controles de precios estratégicos podrían contribuir a la estabilidad monetaria y advierte que es alto el costo de esperar a que desaparezca la inflación sin hacer nada.
Krugman le contestó: "No soy un fanático del libre mercado. Los controles de precios 'muy' ocasionalmente tienen su utilidad: durante la guerra, cuando el racionamiento es desenfrenado". Indica que hay un argumento posible para que los controles temporales rompan una espiral de precios y salarios en economías débiles (no la menciona, pero puede suponerse que la argentina ingresa en esa categoría), "aunque hacer que funcione es tan difícil que sería una estrategia de último recurso".
Para apuntar que "no tenemos (se refiere a Estados Unidos) una economía débil. Tenemos inflación porque tenemos una economía en auge, con cadenas de suministros que tienen problemas para mantenerse al día con el auge del consumo de bienes. Y no hay indicios de una espiral de precios y salarios. Creo, probablemente, quizás, espero, que la inflación disminuirá a medida que la demanda se vuelva menos sesgada y las cadenas de suministros se ajusten. Los controles de precios arruinarían ese ajuste. No todas las malas ideas vienen de la derecha".
Debate global
La inflación es un nudo central de la economía argentina desde hace décadas, y ahora también es un problema que inquieta a otros países después de unos 40 años de niveles bajísimos en la economía mundial.
El panorama local es evidentemente mucho más complicado y no hay consenso acerca de cómo abordarlo con éxito más allá de que se trata de un fenómeno multicausal. Pero el debate que hoy existe en el mundo, con posiciones divergentes, exhibe que es una cuestión bastante compleja sin respuestas ni recetas excluyentes.