En la historia política y cultural de América Latina, comunicación y desarrollo son dos conceptos que aparecen íntimamente vinculados desde mediados del siglo anterior. Porque fueron precisamente los teóricos y las teóricas de esta parte del mundo quienes pusieron patas arriba la tradición europea y norteamericana en este sentido cuestionando los paradigmas precedentes. Luis Ramiro Beltrán (1930-2015 ), boliviano, y Juan Díaz Bordenave (1926-2012), paraguayo, se anotan como principales precursores de esa perspectiva, si bien no se puede dejar de lado el aporte sustancial de Jesús Martín-Barbero (1937-2021), hispano-colombiano, que cambió el modo de pensar la comunicación con los aportes reunidos en su libro “De los medios a las mediaciones” (1987).
A la luz de los nuevos paradigmas y de los debates actuales, en particular aquellos que devienen de una teoría “decolonial”, pueden hacerse muchas críticas al concepto de desarrollo. Aún desde el punto de vista institucional Naciones Unidas prefiere hoy utilizar la idea de desarrollo humano, intentando superar la perspectiva economicista para atender no solo a las necesidades básicas de las personas sino también el acceso a los sistemas de salud y educación, adecuados niveles de seguridad personal, plenas libertades políticas y culturales.
Desde lo comunicacional hay que señalar desde las primeras construcciones teóricas la perspectiva latinoamericana estuvo vinculada a lo participativo y a la capacidad de involucrar a la sociedad civil en los procesos de transformación de la cultura, de la educación y, en consecuencia de la economía y de la vida cotidiana. La propuesta siempre apuntó a la emancipación del individuo y de la sociedad, poniendo el acento de la comunicación en su carácter dialógico, participativo y comunitario.
Pero son también los organismos internacionales los que han vinculado comunicación y desarrollo de manera inescindible.
“La comunicación resulta esencial para el desarrollo sostenible, porque implica directamente a las personas y a las comunidades en los procesos de toma de decisiones que afectan a sus propias vidas y al desarrollo futuro. La Comunicación para el Desarrollo (CpD) (…) es un proceso de comunicación orientado al logro de resultados y basado en el diálogo y la participación” (FAO 2018) afirma la Organización de las Nacionales Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
“La comunicación para el desarrollo (CPD) es más que una estrategia: es un proceso social que fomenta el diálogo entre las comunidades y los responsables de la adopción de decisiones locales, nacionales y regionales. Su objetivo es el fomento, desarrollo e implementación de políticas y programas que mejoren la calidad de vida de todas las personas” sostiene Naciones Unidas (2011).
Pensar la comunicación al margen de los proyectos de desarrollo, en primer lugar de la economía, pero de todos los aspectos de la vida social y política, constituye no solo un error teórico, conceptual, sino un grave problema desde el punto de vista político y estratégico para nuestros países. Separar la comunicación del diseño de las políticas públicas o reducir la comunicación apenas a sus aspectos informativos, considerando solo lo referido a la “divulgación” o “difusión” es además, de un error estratégico, una decisión que restringe efectivamente el ejercicio pleno del derecho a la comunicación. No hay desarrollo posible, en términos integrales, sin comunicación democrática que le sirva de soporte.