Hace pocas semanas la oposición dejó sin Presupuesto 2022 al oficialismo, dando muestra de lo difícil que es alcanzar acuerdos entre las principales fuerzas políticas. El rechazo opositor fue una demostración de fuerza hacia el oficialismo y en una señal al FMI de que no hay apoyo opositor para garantizar una refinanciación de la deuda mientras gobierne el Frente de Todos.
Pero esas puestas en escena de la política no parecen corresponderse con posicionamientos reales muy distantes. Así, pese a los discursos desde ambos lados de la grieta, puede trazarse cierto consenso entre las principales fuerzas políticas en al menos cinco puntos.
En primer lugar, ambos espacios sostienen la necesidad de un acuerdo con el FMI, pese a que nadie cree que cambie sustancialmente las condiciones de acceso a financiamiento internacional. El acuerdo se presenta como un mal menor frente a una cesación de pagos con el organismo, a la que vislumbran como un escenario caótico. Ese consenso a favor de cerrar con el Fondo no tiene respaldo en la evidencia de los últimos años donde los acuerdos de 2018 y el más reciente con los acreedores derivados derivaron en mayores presiones cambiarias. Por el contrario, el último período de expansión económica sostenida 2002-2011 se produjo en un escenario de “aislamiento” de los mercados financieros internacionales.
Otros puntos de consenso son la ausencia de un plan antiinflacionario que aborde los elementos inerciales que impulsan las subas de los precios, ya sea por falta de diseño o por no correr el riesgo de fracasar luego de años de fallidos programas ortodoxos y heterodoxos. Así, ambas fuerzas se acostumbraron a convivir con una inflación a la que apuestan, como mucho, a que no se les vaya de las manos. Algo similar sucede con el cepo cambiario al que, pese a su mala prensa, ya pocos cuestionan realmente al ser un mal necesario para la administración de la escasez de divisas.
El equilibrio fiscal, a distintas velocidades, apunta a ser un objetivo en común de oficialismo y oposición, que se resume en el planteo del ministro Martín Guzmán respecto a que el superávit fiscal “no es de izquierda ni de derecha”. En el objetivo hacia la reducción del déficit se corre el riesgo de que los instrumentos para lograrlo -subas de tarifas para bajar subsidios y suba del dólar que aumente el valor de las retenciones y licue inflacionariamente el gasto real-, no atenten contra la reactivación económica ni acelere la suba de los precios.
Ambas fuerzas parecen coincidir en que el suministro de dólares sólo puede ampliarse profundizando el perfil extractivista de las exportaciones. Una política que a las históricas tensiones entre exportación y distribución del ingreso ocasionadas por el impacto del precio internacional y el dólar sobre la mesa de la población, se suman las tensiones ambientales. El levantamiento de Chubut contra la megaminería es un claro ejemplo de la importancia que brinda la población a la preservación del medio ambiente. Una agenda ambiental que la política tendrá que incorporar si quiere ser representativa de los intereses de las mayorías.
@AndresAsiain