Tengo una página de memes. Sí, soy de esa gente. Algunos son caseros, otros los robo y otros me los roban a mí y eventualmente los veo circulando en otras páginas, lo cual me hace sentir profundamente halagada. Un meme dice más que mil imágenes y por eso me fascinan. Son una bomba semiótica. El escritor Roberto Artl decía que una buena frase tiene que ser un cross a la mandíbula; yo creo que un buen meme es una patada ninja de significados. Escribo esto y pienso en una de mis cuentas memísticas favoritas: @chubutyconfusión, un espacio virtual que transforma en meme la lucha del pueblo chubutense contra la zonificación minera impulsada por Arcioni. Su lema: “el meme no es todo… ¡pero cómo ayuda!”
Como una mamushka, están hechos a partir de una estructura interna de capas de sentido que funcionan como un relojito. Y, en su acumulación, los memes crean una sintaxis que es posible categorizar en distintas tipologías, con sus propios cánones y disrupciones. Son más que imágenes divertidas: son dispositivos que condensan miradas sobre el mundo y que, incluso, también ya forman parte de nuestra comunicación cotidiana y de la cultura popular. ¿No les pasa que a veces quieren ejemplificar decir algo y terminan usando de referencia a un meme, diciendo algo así como: ‘me siento como el meme del perrito ansioso…’? Los memes son complejos porque se sirven de distintos lenguajes y, para interpretarlos, hay que tener cierto conocimiento de la cultura de masas, cultura del meme (que forma parte de la anterior) y la coyuntura actual. Y, aún así, son humildes en su factura y poco pretenciosos. Cualquiera puede hacer uno.
Lo que más me gusta de los memes es su espíritu anarco, transgresor, colectivo y cooperativo: son de todxs y no son de nadie. No tienen fronteras y su sentido nunca se agota, porque siempre encuentran nuevas formas de evolucionar, mutar y remixarse, generando en encadenamiento in-eternum. Cada meme es materia prima para el próximo. Sin embargo, también podemos discutir si hay memes primitivos incluso antes de internet, porque en definitiva se tratan de algo tan básico como apropiarse de una imagen, hacer un collage con otra y que alguien más agarre esa creación para intervenirla y volver a lanzarla al mundo.
Los memes no son de nadie y son de todxs
Los memes no tienen dueño: ¿quién inventó el meme del monito que dice ‘Ay, no…’? ¿O el de ‘Dice mi mamá que…’? Y, aunque hay amigos de lo privado que quieren ponerle marca de agua a sus memes como una forma de firmarlos y tratar de establecer su autoría, lo cierto es que a nadie le importa de dónde salieron y tratar de retenerlos es como querer sostener agua con las manos.
Por eso, me sorprendí mucho cuando, hace unos días, compartí un meme y una chica me habló muy enojada, recriminándome que lo había robado de su página sin haberle dado el correspondiente crédito. Yo quedé atónita: ¡estaba siendo acusada de un plagio, de un robo! Sin embargo, admitió que el meme que yo subí no era exactamente el que ella había inventado originalmente, sino una intervención hecha a posteriori que alguien hizo y subió a Twitter con modificaciones.
Empero, ni siquiera su meme era 100 por ciento original. Estaba conformado por la imagen del cuadro Le Sommeil, de Gustave Courbet, y el texto que acompañaba la imagen implicaba una forma de enunciación propia del meme: “Cuando + ejemplo de una situación”. Sin embargo, ella insistía (inserte meme de: “Y la perra seguía y seguía”) terminantemente con que la idea primigenia había sido suya y que correspondía que ponga su @ para no ser cómplice de semejante atropello. “Hacer los memes no me resulta algo fácil, muchas veces requieren mucho esfuerzo”, me dijo, como queriendo justificar su accionar regulador. Yo, que no tenía ganas de discutir con ella, acepté a regañadientes.
Sin embargo aquí estoy, sin poder soltar y escribiendo una nota entera sobre memes porque este episodio me dejó intranquila y odio haber tenido que ceder ante su requerimiento absurdo. Y podría estar reflexionando sobre este tema en la soledad de mi columna, sin embargo, para profundizar su teorización invoqué a @KekenaCorvalán (así es su IG), una de las lesbianas contemporáneas más lúcidas que conozco, -profesora de artes, curadora y escritora-, para entender mejor al meme en sus múltiples dimensiones.
¿Dirías que los memes son dispositivos de comunicación, o algo más?
--Los memes son mucho mas que dispositivos de comunicación, por eso la potencia que tienen. Tienen un anclaje poético, político, estético que trasciende la posibilidad de comunicar. ¿Por qué digo estas tres palabras? Poético porque hay una opacidad, hay algo incomprensible en el meme, algo que se cierra sobre sí mismo, que lo entienden solo algunos; hay memes que mucha gente no los entiende porque tiene que ver con prácticas y maneras de hacer y vivir de determinados sectores. Sobre todo, porque funcionan como dispositivos muy sectorizados que van al grupo que los porta, y eso los hace tan potentes. Se complejizan y permiten construir y confrontar identidades, ideas, maneras de pesar el mundo, posibilidades de existencia, de convivencia, porque plantean identidades muy claras y pertenencias. Y lo estético, mas que lo comunicativo, porque tienen una clarísima resolución echando mano a mecanismos de prácticas artísticas y literarias, pero también visuales, en relación a la metáfora, la metonimia, la sinécdoque, los desplazamientos de sentido, las grietas, fisuras y los huecos por donde se cuelgan otras narrativas; el sentido del humor, la ironía, el absurdo, el gesto dadá…todo esto resulta muy potente.
¿Existe el concepto de autoría en los memes?
--No existe la autoría pero creo que hay un extractivismo nuevo sobre el meme, que no tiene mucho gollete pero que sabemos que el capitalismo se morfa todo. A mí me gusta el meme que circula sin autoría, creo que cuando tiene autoría, pierde. Es como la pintada política: hay muchas frases de las pintadas y de remeras del feminismo, ¿quién inventó ‘somos las nietas de todas las brujas que no pudieron quemar…? Sin embargo eso funciona y nadie se lo adjudica; o ¿quién invento los pañuelazos? Me parece que querer meterle autoría al meme es, una vez más, una práctica extractivista y usurpadora de algo que es un capital común, una lucha. Las luchas no tienen autoría, ni las maneras de decir y de romper. Los memes hablan mayormente de violencias, son artivismos, permiten representar violencias, desigualdades, exclusiones, situaciones terribles, y ése para mí es el valor político del meme. Por más de que haya otro lo otro, que es un chiste, le estoy dando al meme una entidad política muy fuerte.
¿Cómo opera la intertextualidad en el meme?
--Hoy vivimos en eso que Pierce llamaba “la semiosis ilimitada”: un encadenamiento de sentidos imparable. Todo meme dispara una intertextualidad y ahí vuelvo a lo opaco: si no estás al tanto de dónde salen los universos a los que referencia, no lo vas a entender. Hay una intertextualidad altísima que produce un plus. Y ahí está lo político. Entendemos el meme quienes pertenecemos a este mismo modo de ser, sentir, pensar, hacer. Porque el meme tiene mucho que ver con hacer, es una llamada a respuestas y acciones posibles, al hacer, a poner el cuerpo, a lo performativo. En ese sentido, la intertextualidad es clave y muy potente. Incluso yo, que considero que cuento con una biblioteca terrible, no solo de libros de lo que sería la “cultura alta”, sino también una biblioteca popular, hay mucha cosa que no entiendo
¿Cómo conceptualizarías un meme?
--Son armas. Son bombas molotov. Un meme puede hacer que una persona decida cosas o tome decisiones o comprenda fenómenos culturales complejísimos. Por eso son un arma multicapa, porque entra por todos lados, por eso me parece tan potente.