Luminoso, fulgurante, en una de las entradas de su Diario, Witold Gombrowicz se refiere al lugar de la risa en tanto corte, salida, dimensión de Otra cosa. ¿Salida, corte de qué? De la captura que puede efectuar el molde de la forma. Lo sabemos, la marcha del mundo al compás del discurso dominante, espera y busca reproducir la forma empaquetada de dos valores: la belleza y lo joven.
El personaje elegido es el joven escritor Jean-Marie Gustave Le Clézio de veintisiete años con ya tres novelas publicadas en 1967. Dos venenos le juegan en contra, anota Gombrowicz. El primer peligro es la vida que le ha tocado en suerte, “demasiado paradisíaca e idílica”, “sano, robusto, bronceado, entre las flores de Niza, con una mujer guapa, gambas, fama y playa …” (1) ¿Qué más se puede desear? ¿Cómo ahuecar lo ya realizado, la forma acabada?
El escritor se defiende con el aire impenetrable de las tinieblas, muestra de una desesperación extrema, que habita su incipiente obra. Mientras que él mismo, “un joven dios en traje de baño, se sumerge en el azul salado del Mediterráneo” (Diario, p. 686).
El segundo veneno es la belleza, tal vez más peligroso, vehículo del primero. Entonces, con el semblante de la belleza se presenta nuevamente la imposición de la forma. Asimismo, ala nueva embestida, Le Clézio le contrapone una voz, dice Gombrowicz. Ante la captación de toda mirada-Belleza, encontramos la voz “inesperadamente baja, masculina, sólida”. Esta voz instala un punto de vista singular, “su visión del mundo extremadamente trágica, así como con el heroísmo de su postura ética” (Op. Cit.).
Sorprende la forma de concluir el punzante análisis de Gombrowicz, luego de remarcar la composición hecha de contrastes del joven Le Clézio, por un lado; belleza, salud, fama, fotos, Niza, rosas, automóvil, por otro; tinieblas, absurdo, muerte. No obstante, esta descripción no dejará de señalar que “su mayor problema es que en él el drama se vuelve bello, seductor” para rematar: “Lo único que podría salvarle es la risa”.
La risa entonces puede acontecer. Efecto de agujero, deviene acontecimiento de cuerpo. En este punto, de una manera vertiginosa, la risa efectúa un corte de la acumulación incesante, reproducida por la circularidad del discurso capitalista.
Al respecto, traemos a escena un pasaje de Lacan cuando afirma que “Lo único que cuenta es si una pieza tiene valor de cambio o no” (2). Cuestión clave, ¿cómo no dejarse llevar y desoír el barullo que se agolpa con el dictado: nada vale sino por su valor de cambio?
Así, el cuerpo-pieza cuando suelta la risa se sale de programa, sustrayéndose en ese instante, conformándose de otra manera.
(1) Witold Gombrowicz, Diario. Ediciones Cuenco de plata, Buenos Aires, 2017.
(2) Jacques Lacan, Seminario 24, L’ insu que sait de l’ une-bévue s´aile à mourre, 14 diciembre de 1976 , en Revista Lacaniana 29, abril 2021, Publicación de la EOL.
*Psicoanalista. Miembro EOL y AMP. Director de la Revista Exordio – El psicoanálisis en la cultura.