“No soy nostálgico, sino que quiero transmitir una emoción”, le confesó Flavio Etcheto a este diario antes de subirse al escenario de La Tangente para presentar Superbrillantes. Dentro de 10 días se cumplirán dos años de esa vuelta a los escenarios porteños, devenida su última actuación local luego de que este jueves trascendiera la noticia de la muerte de este icono de la vanguardia musical argentina.
El músico, productor y flamante cantante (tras la aparición del ya mentado EP) falleció a los 52 años en Mar del Plata, ciudad que lo adoptó desde hace poco más de una década. Supo lidiar contra una enfermedad hepática. Lo advirtió él mismo en su cuenta de Instagram, donde, si bien no era habitué, solía poner al día a sus amigos y seguidores acerca de sus novedades. Pero un cáncer terminó por darle la estocada. A pesar de que sabía que el desenlace podía ser el peor, y siguiendo los pasos de David Bowie en sus últimos días, nunca dejó de hacer música.
El pasado 10 de diciembre lanzó “Cuando la llama”, el más reciente single de Isla de los Estados, grupo de pop electrónico que llevaba adelante junto a Loló Gasparini. Y la semana pasada terminó el que hoy es su material póstumo, que muy pronto verá la luz a través del sello Casa del Puente. Una despedida tan evidente que él mismo se encargó de hacer la tapa. Llevará por título Ambient, y estará constituido por dos tracks.
Justo ese título refleja una de sus debilidades, al igual que una de las movidas musicales de las que supo ser un plenipotenciario en la Argentina: la música electrónica. Tenía la gran capacidad de desdoblarse entre una cadencia más introspectiva y otra volcada hacia la pista de baile. Metáfora de su personalidad. Con su proyecto Trineo sacó dos discos que dejan constancia de su talante y elegancia: uno homónimo de 1998, al que le secundó A nevería. Y en el medio estrenó con Gustavo Cerati el laboratorio electrónico Ocio, con el que lanzó dos trabajos sensacionales.
La relación entre ambos se remonta al disco Dynamo (1992), donde incluso se encargó de la trompeta en el tema “Fue”, lo que exponía su destreza y experticia. Tras confirmarla en el álbum Colores santos (1992), firmado por Cerati y Daniel Melero, Etcheto se transformó en uno de los mayores aliados del otrora líder de Soda Stereo. Participó en Sueño stereo (1995), y más tarde, cuando el cantautor se animó a probar en solitario, fue figura fundamental en Bocanada (1999). Ahí participó en el proceso de grabación, de la gira y hasta fue coprotagonista del video de “Paseo inmoral”. La sociedad se extendió a la banda de sonido de la película +Bien (2001) y al álbum Siempre es hoy (2002), así como al trío Roken, a la que se sumó otro gran colaborador de Cerati: Leandro Fresco. A pesar de que no dejaron ningún registro discográfico oficial, sus sets (con sombreros de cowboys a manera de identikit) siguen siendo memorables.
Si bien podría aprovecharse de ese vínculo estrecho, Flavius o Flav, como también se le conocía, nunca se subió al éxito ajeno. “Maduré mucho con su desaparición”, afirmó en esa entrevista a este diario sobre la ausencia de Cerati. Aunque siempre brilló con luz propia, Daniel Melero se encargó de potenciar su cualidad para iluminar. El otrora Los Encargados lo reclutó para sus discos solistas Conga (1989) y Cámara. Sin embargo, un par de años antes colaboró con La Sobrecarga en su álbum Mentirse y creerse, y con El Corte en El camino contrario.
Luego de hacerse un nombre con La Algodonera, arrebato experimental que resucitó en 2020 en su plataforma Bandcamp (su disco homónimo apareció en casete gracias al sello Catálogo Incierto, que llevaba adelante Melero), el punto de inflexión de su carrera sucedió al lado de Leo Ramella en Resonantes. Con ese tándem sacó tres trabajos indispensables para entender un trozo de la música popular contemporánea argentina.