El bar de las grandes esperanzas             6 puntos

The Tender Bar; Estados Unidos, 2021.

Dirección: George Clooney.

Guion: William Monahan, basado en las memorias de J.R. Moehringer.

Duración: 106 minutos.

Intérpretes: Ben Affleck, Tye Sheridan, Lily Rabe, Christopher Lloyd, Max Martini, Rhenzy Feliz.

Estreno en Amazon Prime Video.

Publicado originalmente en 2005, The Tender Bar: A Memoir (en español fue lanzado una década más tarde con el título El bar de las grandes esperanzas), el libro autobiográfico del periodista -¡y ghost writer de Andre Agassi!- J. R. Moehringer se transformó de inmediato en un nada modesto éxito editorial. La historia de un muchacho de clase trabajadora y la relación a través de los años con su tío Charlie, dueño de un bar barrial en Long Island llamado Dickens, auténtico padre putativo ante un progenitor biológico ausente, era una historia demasiado tentadora como para que su adaptación al cine no llegara más tarde o más temprano. 

Octavo largometraje de George Clooney como realizador, apoyado en un guion de William Monahan (Los infiltrados), El bar de las grandes esperanzas ofrece durante sus primeros diez minutos un atisbo claro de lo que podrá esperarse de allí en más: un nostálgico relato de crecimiento en circunstancias difíciles, un retrato de clases sociales, una descripción de varias educaciones: cultural, sentimental, humana. Todo eso mientras los años 70 le ceden el lugar a la década siguiente y el pequeño J.R. deja de ser un niño e ingresa a la juventud.

Nada nuevo bajo el sol, podrá pensarse, y es cierto, aunque la interacción del reparto en pantalla tiene jugo para ofrecer. Ben Affleck aporta la traza ideal para el Tío Charlie, un tipo que no pasó de la secundaria pero al que le encanta leer (su bar está decorado con infinitas ediciones de la obra de Dickens), principal apoyo del protagonista a la hora de decidirse por un futuro como escritor. Lily Rabe es Mamá, cuyo regreso con el caballo cansado (y un hijo de diez años) a la casa familiar, atiborrada de primos, tíos y abuelos, es el resultado de un nuevo fracaso en su relación con un hombre alcohólico y abusivo, la “voz en la radio”, según la definición de J.R., consecuencia de su profesión de disc jockey. Siguiendo una tradición típicamente “americana”, los personajes secundarios incluyen a un simpatiquísimo puñado de parroquianos del Dickens y a un abuelo (el gran Christopher Lloyd) que pasa del pedorreo desvergonzado en el sillón del living a conquistar con su simpatía a una maestra varias décadas menor.

J.R. (las siglas no remiten a un nombre, sino a un simple “junior”) anda un poco a los tumbos hasta que descubre su afición por las letras. Cuando el niño actor Daniel Ranieri le cede el lugar a Tye Sheridan, el ingreso a Yale gracias a una beca abre una nueva etapa de descubrimiento y crecimiento. Un amor imposible a pesar de las consumaciones y cercanías, el ingreso como copista al periódico The New York Times y el deseo de escribir un libro empujan el film hacia una nueva etapa, con los eventuales regresos al terruño y al bar, donde Charlie estará siempre esperándolo como una columna inamovible, un ancla capaz de sostener cualquier navío en medio de la peor tempestad.

 ¿Quién no quisiera tener un tío como ese, un familiar amoroso, piola, sensato y capaz de irradiar enseñanzas de vida irreprochables? Es difícil no sentirse bien (o un poco mejor) luego de ver The Tender Bar, que de novedosa o sorprendente no tiene nada pero que, a cambio, ofrece un decoroso coming-of-age que evita en gran medida los excesos de sacarina.