Un amigo antiperonista solía decirme que el peronismo mantenía a la gente en la ignorancia para usarlos cuando se les daba la gana. Creo que nos deben haber estado espiando, porque el enemigo, el enemigo mío y el de mi amigo (aunque él no lo considera enemigo o ignora que lo es), ha copiado esa idea y está haciendo exactamente eso.
El sistema (pongámosle un nombre para entendernos) incluso ha perfeccionado la idea, porque está manteniendo gente en la ignorancia, pero además está fabricando estúpidos de la nada. ¡Y a qué velocidad! Lo hace tanto en bienestar como en crisis. La bolsa aumenta. ¡Más estúpidos! Viene una pandemia. ¡Marchen más estúpidos! Para la fábrica de estúpidos todo es una oportunidad para aumentar la productividad.
Chiabrando, ¡vos no podés tratar a la gente de estúpida! ¡Y a mí qué me importa! Claro que puedo. Es más, a ese estúpido lo puedo definir muy bien. Es el que defiende al que lo roba, el que nunca verifica las fuentes, el que repite consignas vacías. Qué fácil había resultado venderle basura a la gente, mamita querida. Deberíamos haberlo comprendido cuando la gente comenzó a usar chupines, cepillos de dientes eléctricos y termos autocebantes.
¿Cómo es posible que no lo viéramos venir? Tantos libros que leímos. ¿En qué estábamos? Ah, sí… cantando canciones que nos daban la razón (¡El pueblo, unido…!) y apostando a lo de siempre. Creímos que todo intento de volvernos salames terminaba en Tinelli (la tinellización, ¿recuerdan?). Qué giles. No vimos que era una de las boyas de estupidización, y que mientras esa se perfeccionaba se creaban otras: cultos, música imbécil, redes, fake news.
Disculpen el poco rigor científico que estoy poniendo en este análisis, pero es que solo apelando al humor y a la ironía se puede entender a la gente que cree que el problema es la vacuna y no el virus.
¿Y cuál es la fórmula para fabricar estúpidos, Chiabrando? Ufff… Hay una para cada país, una para cada colectivo. Incluso una para cada persona. El sistema es tan implacable que te puede hacer imbécil en una sola área (creer que el virus no existe, por ejemplo), mientras que con el resto andás por la vida como alguien normal.
El onegeísmo, las terapias alternativas, el terraplanismo, los antivacunas, las mil y una iglesias, el curate a vos mismo, la antipolítica, etc. Un traje para cada cuerpo, una respuesta para cada interrogante, un parche para cada deseo, una salida fácil y falsa para cada extraviado.
Para intentar desarticular estas armas del sistema nosotros tuvimos que leer y escribir libros. No sabemos hacer las cosas de otra manera. Así nos mantuvieron entretenidos mientras ellos seguían fabricando más y más estúpidos. Entre tantos libros que leímos y escribimos llegamos a creer que estábamos inmunizados del mal de la estupidez. “Yo no miro la caja boba”, decíamos, orgullosos. Uh… qué locos que somos. Mientras tanto nos metieron doscientos millones de misiles por la ventana.
Así también combatimos la idiotización de la iglesia católica. Teníamos motivos: la conquista, la dictadura. Y cuando parecía que teníamos antídotos, nos metieron mil iglesias nuevas. La gente se iba de la iglesia católica y se metía en la iglesia de al lado, la del Señor del Día Último y del Primero, etc. Iglesias que salían por televisión (lo que las legitimaban para siempre), sostenidas por EEUU o la CIA. ¡Un laberinto del que no se sale ni por arriba, vea!
Nosotros, (medio estúpidos también) combatimos semejante poder de fuego con gomeras, o apostando solo a la política, a ser buenos, mejores que ellos. Suena así: “vamos a elevar un informe a la OMBURTKFH para quejarnos por la injerencia de… bla bla bla…”. Mientras tanto, esta fábrica siempre trabaja, siempre está perfeccionándose. Por eso se ha vuelto tan difícil discutir ideas. Los egresados de la fábrica de estúpidos vienen formateados para no discutir si vos querés discutir y para discutir si vos no querés.
El negocio de crear estúpidos no termina ahí. Después viene fabricar periodistas y taxistas para estúpidos, y así hasta cubrir todos los rubros de la vida. Incluso hay intelectuales para estúpidos, aunque parezca un oxímoron. Y al estúpido le vendés remeritas, gorritas, libros y música para estúpidos, chupines y termos autocebantes.
Me animaría a decir, aunque quizá esté equivocado, que el capitalismo depende de que el estúpido no tome conciencia. Pero debo estar exagerando.
Y nosotros no supimos crear anticuerpos. Creemos que si le va mal a Tinelli es porque ahora somos más sabios y entendimos que cortarle la pollerita a las modelos o contar chistes de enanos está re–re–mal, ¿viste? Mientras ¿ganamos? esa batalla, millones de millones de personas se autohumillan, se deshumanizan, se declaran públicamente imbéciles en espacios como Tik Tok y otros porque ¿es divertido?, ¿es cool?, ¿todos lo hacen?, ¿por qué no?
Mientras nosotros ¿ganamos? una batalla, en los otros muchos frentes la fábrica de estúpidos destruye los discursos, las ideologías, las subjetividades. Y más curioso aún es que tanta gente se preste para ser estupidizada. Es (quizá) una condición nueva de la humanidad. Es como decir: “no me dejen pensar, atúrdanme, que no quiero ver ni entender”. Y pasan de ser educados exclusivamente por la televisión a ser gobernados por un algoritmo que le dice lo que le gusta, quién es, qué debe desear y adónde le conviene no mirar.
¿Se acuerdan lo de pan y circo y el opio de los pueblos? Bueno. Multiplíquenlo por un millón, pónganle un kilo de pimienta de cayena con una fina capa de clavos miguelito y cómanlo. Mastiquen bien, puede causar acidez.
Esto no es un manual actualizado de zonceras argentinas. Este estupidismo es internacional. Intergaláctico. Comparado con esto, las zonceras argentinas son chistes de tipos que se juntan en las esquinas a reírse del vecino. Esto es un plan global y estructurado que se lleva puesta las ideologías, los dogmas y vacía todos los discursos.
Los estúpidos, en la gloria. Al fin alguien se ocupa de ellos. Así no tienen que leer libros ni esforzarse para entender nada. Ahí van, felices de que alguien piense por ellos.