Sin ser un gran año en términos artísticos, la TV argentina de 2021 dejó varias certezas sobre su presente y sobre su futuro. Una de las más visibles es la que señala que el recambio generacional de figuras ya está en marcha. Sin Susana Giménez ni Mirtha Legrand, con audiencias humildes cada vez que aparecieron en pantalla, con un Marcelo Tinelli que tuvo con Showmatch el peor año televisivo de su historia, la constatación de que ya nadie atrae por sí mismo ni por lo que fue en el pasado se volvió un hecho. En una época en la que los servicios de streaming compiten con los canales tradicionales por el tiempo de atención del ocio de la ciudadanía, la pantalla chica sufre los coletazos de una nueva era con más pérdidas que ganancias: la última certeza es que la ficción original de estreno es un género en peligro de extinción.
La revolución que produce la sobreabundancia de oferta de servicios de streaming pagos o gratuitos continúa a paso firme. Los canales de TV abierta se re acomodan en función de un ecosistema audiovisual que empieza a mostrar algunas dinámicas que se instalan en el tiempo. Una de ellas es que -para quienes tienen acceso a una banda ancha de alta velocidad y a la posibilidad de acceder a algún servicio VOD- la ficción en cualquiera de sus géneros y formatos se limita en oferta y consumo a las plataformas. Imposible para los presupuestos de la TV abierta argentina, las series son hoy el principal atractivo de los nuevos y poderosos actores audiovisuales. En ese contexto, la TV argentina se vio obligada a transformar su oferta. La pandemia aceleró su proceso.
Una pantalla “viva”
En 2021, los viejos “canales de aire” perfilaron su presente: casi exclusivamente programación en vivo volcada hacia el entretenimiento y las noticias. La TV abierta argentina -al menos en este período inicial de transformación- apuesta de manera unánime a atraer a la audiencia que aún la sintoniza a fuerza de ciclos de juegos, magazines y concursos de talentos, matizados con las distintas ediciones informativas de cada señal. No fue casualidad, entonces, que el canal que mejor entendió ese proceso haya sido el más visto por amplio margen: Telefe ganó el año por décimo año consecutivo y extendiendo su ventaja con respecto a El Trece.
A fuerza de un prime time que entendió que entretener en tiempos de pandemia era la tarea, el canal de ViacomCBS obtuvo en 2021 los primeros 20 programas más vistos (sin contar eventos deportivos o emisiones únicas), encabezados por el concurso musical La voz argentina y las distintas temporadas de Masterchef Celebrity. Esos dos formatos, con sus matices, supieron juntar a la familia frente al viejo y querido aparato de televisión, gracias a un casting popular y diverso ideológica, artística y etariamente, tanto en los participantes como en la conformación de sus jurados. Cada uno de los protagonistas provocó amores y rechazos. Un acierto que comenzó en 2020 y que consolidó en la última temporada.
Claro que Telefe -con ciclos como Pasapalabra, Podemos hablar y La peña de morfi- fue el que mejor comprendió el rol de la TV abierta en esta era pero no el único. En El Nueve, el paso de los años no le quitó interés a Bendita, el ciclo de Beto Casella que siempre parece ser una opción amigable al que acuden los televidentes con afán de distenderse y enterarse sin maldad sobre todo lo que pasa en el efímero mundo televisivo. El siempre remador Guido Kazcka encontró con el renovado Los 8 escalones del millón un formato sencillo de preguntas y respuestas que le rindió a El Trece a lo largo del año. En la TV Pública, que festejó sus primeros 70 años de vida, se destacó el puente emocional e histórico que propuso Archivo General de la Emoción, el ciclo con envidiable material de archivo que condujo Felipe Pigna. Otro aporte interesante del canal estatal fue el de El festival de bien público, que le encontró la vuelta artística a las campañas de concientización sobre diversas problemáticas sociales.
Tras un 2020 en el que la pandemia volvió naturales las entrevistas virtuales con pésima resolución e inentendibles por la baja calidad de conectividad, en 2021 la TV argentina dio un salto tecnológico con las primeras transmisiones a distancia en “realidad aumentada”. Un prolijo recurso mediante el cual Telefe entrevistó a Susana Giménez y a Abel Pintos, pero del que aún se desconoce su utilidad concreta a través del tiempo.
Los viejos y los nuevos
En ese lugar de acompañante de paso en que se erigió la pantalla chica, en 2021 sobresalió la figura de Jey Mammon, que convirtió a Los mammones en la gran revelación de la temporada. Suerte de anecdotario con cierre musical en vivo, en el programa de América artistas y personalidades de variado origen se prestaron a entrevistas que escaparon a las preguntas promocionales de rigor para dejarse llevar por un espacio lúdico con menos pasteurización que lo habitual. Un cierre musical -con el conductor al piano- al que se animaron a cantar todos los y las invitadas, sean actrices, directores o humoristas, algo que suele ser más común en los late night estadounidenses pero que no sucedía en la TV argentina. La clave para que eso ocurriera recayó principalmente en el talentoso y ecléctico animador, que desplegó en el formato el tono justo entre la buena onda, el respeto y el reconocimiento al invitado sin por eso caer en la solemnidad o la exageración. La tarea tuvo su recompensa: se confirmó a Jey Mammon como la nueva figura de Telefe para el 2022.
En la misma camada de conductores que empieza a pedir pista, Darío Barassi demostró en 100 argentinos dicen una diversidad de recursos que renovó la animación televisiva. En un formato que había tenido su antecedente tiempo atrás, el animador le imprimió una fuerte veta humorística, que pudo romper con la rigidez original del ciclo que transformó el desangelado concurso de otrora en un programa de humor y gags permanentes. Nada de eso podría haber ocurrido sin el poder de repentización de Barassi, capaz de reírse de sí mismo sin miedo a caer en el ridículo.
En contraposición a los animadores emergentes, la temporada 2021 también mostró el desgaste de otras figuras que durante décadas marcaron el pulso televisivo. El caso más emblemático es el de Marcelo Tinelli, que tuvo con Showmatch su peor temporada: con una audiencia muy por debajo de su historia y de su expectativa, sin su repercusión habitual en la sociedad ni en el sistema de medios, modificado varias veces de horario, y desechando a medida que el rating le daba la espalda a la Academia, los viernes de humor (demodé) y la sátira “Politichef”, el programa tal como se lo conoce desde hace una década parece haber cumplido un ciclo. El desgaste lógico de tantos años y la incapacidad de adaptarse al cambio de época parecen haber marcado un antes y un después en el clásico televisivo.
De igual manera, otras divas como Susana Giménez y Mirtha Legrand estuvieron ausentes con aviso por la pandemia. Las efímeras apariciones de la rubia figura de Telefe entrevistando a Wanda Nara o acompañando a Marley en Miami en Por el mundo demostraron que su impronta también parece estar fuera de época: la frivolidad de sus expresiones cuando hizo los “vivos” en el ciclo de viaje y la indeterminación de sus preguntas durante la promocionada entrevista por el “Icardi gate” fueron señales elocuentes de una manera de ser que la sociedad actual ya no consume sin filtro.
La ausencia de Legrand no puede analizarse sin incluir dos ejes: por un lado, la confirmación de que ni su belleza ni su juventud ni el paso del tiempo hicieron de Juana Viale una conductora empática ni mucho menos una entrevistadora sagaz; por otro, la expectativa que -por amor o rechazo- genera La Señora cada vez que vuelve a su longevo programa, incrementando la audiencia que suele hacer su nieta heredera. Nada como la original.
La excepción a la regla
Entre tanto entretenimiento y programa en vivo, hubo algunas excepciones en materia de ficción. La única ficción diaria nacional de la TV argentina 2021 dio señales de que no todo está perdido: La 1-5/18 producida por Polka fue lo más visto del año en El Trece, con un promedio de 10,4 puntos. Con su particular lenguaje, tono y registro actoral, que fue incluso objeto de bullying en las redes sociales, la tira diaria atrajo a un sector de la audiencia de TV abierta que no accede a servicios de streaming o aún gusta del hábito de seguir cada noche en un mismo horario a una ficción con cortes comerciales. Otro ejemplo de eso fue Doctor milagro, la adaptación turca que fue un éxito sostenido de audiencia durante todo el año (promedió 16,4 puntos), a partir de una historia de superación que tuvo como protagonista a un joven médico con trastorno del espectro autista. Imbatible.
En este proceso cambiante, la TV abierta 2021 inauguró una alianza nunca antes vista entre los canales tradicionales y los servicios de streaming. La novedad del maridaje entre lo viejo y lo nuevo fue la programación en los canales de TV abierta de adelantos de contenidos que solo se pueden ver de manera completa si se está abonado a alguna plataforma. Pasó con muy buena audiencia entre El Nueve y Amazon Prime Video con el estreno en exclusiva del primer episodio de Sueño bendito, la serie sobre la vida y obra de Diego Armando Maradona, que promedió 8,2 puntos en el canal del Grupo Octubre. También lo hizo El Trece con la proyección de únicamente los dos primeros capítulos de Terapia alternativa, de Star+. Y lo hace Telefe con Paramount presenta, el espacio en el que Viacom CBS adelanta contenidos de la plataforma en su canal de TV abierta. Un vínculo incipiente entre ambos universos con final abierto.
La información y el debate
Librado el espacio de la trinchera informativa a las señales de TV por cable, los noticieros de Telefe -montados sobre historias de vida y fuera de la lógica política más dura- se impusieron en todas sus ediciones, en un año en el que los envíos de Telenueve crecieron en audiencia como hacía años no ocurría, superando a los de El Trece en determinados momentos. Una tendencia de crecimiento (Telefe y El Nueve) y de baja de audiencia (El Trece) que marca la búsqueda informativa de quienes sintonizan ciclos del género en TV abierta. En la misma línea, fue interesante cómo el año que finalizó abrió algunos espacios para el ejercicio periodístico menos chillón y más reflexivo, como Fuego amigo (El Nueve) o Desiguales y Altavoz (TV Pública). Con nuevo conductor y cambio de horario, Intratables siguió haciendo de las suyas pero con menos repercusión.
Todavía surfeando los coletazos de la pandemia, en pleno rearmado de su rol en medio de la guerra de las plataformas, la TV abierta argentina tuvo un 2021 que dejó al menos una certeza cada vez más firme: sin presupuestos abultados, con la rigidez estructural de una programación lineal en una sociedad flexibilizada en cuanto a sus consumos audiovisuales, la única esperanza para sobrevivir es la audacia y creatividad con la que quienes manejan sus programaciones encaren sus contenidos. Ya no hay más tiempo... y cada vez hay menos público.