José Luis Cabezas era fotógrafo y le encantaba hacer bien su trabajo. Se lucía en sus temporadas en Pinamar. Quedó atrapado por una maraña de corrupción de empresarios mafiosos, intereses políticos y brutalidad policial en el lugar que soñaba ser la capital argentina del jet set. A 25 años de su atroz crimen, Caras y Caretas lo homenajea en su número de enero, que estará en los kioscos este domingo opcional con Página/12.

En su columna editorial, María Seoane recuerda la entrevista que le hizo al empresario Alfredo Yabrán junto con Julio Blanck, Fernando González, Omar Lavieri y el fotógrafo Eduardo Longoni para el diario Clarín en marzo de 1997: “La entrevista duró varias horas, con un notable esfuerzo de Yabrán por ser cordial ante nuestro escrutinio periodístico, hasta que Blanck, luego de una hora y en un momento de distención, definió la partida: ‘¿Qué es para usted tener poder?’. Yabrán contestó a boca de jarro, sin pensar: ‘Tener impunidad’”.

En tanto, Felipe Pigna cuenta los antecedentes del caso: “En 1996 a José Luis le tocó ‘hacer temporada’ en Pinamar, para retratar a ricos y famosos. Le habían pedido la foto imposible, la de un invisible que se jactaba de que ni los servicios de inteligencia tenían una foto suya: Alfredo Yabrán, un magnate que había hecho su fortuna durante la dictadura militar y la había incrementado notablemente durante los años del menemato con sus empresas vinculadas con el correo, el traslado de mercaderías y negocios varios en los aeropuertos. El nombre había saltado a las primeras planas de los diarios cuando el superministro Domingo Cavallo lo denunció en el Parlamento por ser ‘el jefe de la mafia’ y llevar adelante negocios turbios con la complicidad del gobierno del que formaba parte el padre de la convertibilidad. José Luis consiguió aquellas fotos que fueron tapa de la revista Noticias”.

Desde la nota de tapa, Fernando Amato detalla los entretelones del caso, desde el crimen hasta las condenas de los culpables. “En un principio había dos hipótesis que parecían contrapuestas. Una apuntaba a la Maldita Policía y la otra al empresario Alfredo Yabrán. Terminada la investigación se comprobó que Yabrán le dijo a su jefe de seguridad, Gregorio Ríos, que quería tener un verano tranquilo, sin periodistas. También que el empresario se había reunido en diciembre con el policía con el mismo pedido. Se supo que Ríos contrató a Prellezo para sacarse de encima al equipo periodístico de Noticias con la complicidad de sus colegas uniformados Luna (que marcó a los periodistas) y Cammarata (que ofreció la logística para ocultarlos en la costa). El comisario de Pinamar, Alberto ‘la Liebre’ Gómez, liberó la zona. Prellezo contrató a Los Horneros para hacer el trabajo sucio. Finalmente, el poder empresarial y el policial se complotaron para asesinar a Cabezas. Más allá de la información sobre las disputas políticas en torno del crimen, la impunidad favoreció al poder político.” Amato, que integraba el staff de la revista Noticias en el momento del crimen, recuerda el clima lúgubre y el miedo que vivieron los periodistas del medio en los meses posteriores al asesinato, que los selló para siempre.

Gabriel Michi recuerda a su compañero y amigo con una columna en primera persona. Y revela el presente de los herederos de Yabrán. Hugo Ropero, jefe de Cabezas en Noticias, reclama memoria y da su versión de los hechos, que difiere de la oficial.

Cecilia Fumagalli escribe sobre los intereses políticos detrás del crimen. Gustavo González pone de manifiesto el blindaje de la mafia en la Argentina de los años 90. Y Hernán Brienza recuerda, en calidad de testigo, la terrible jornada en la que Yabrán terminó con su vida, acorralado por la Justicia.

Ricardo Ragendorfer hace una radiografía de la Maldita Policía, es decir, la Bonaerense de Eduardo Duhalde, algunos de cuyos integrantes estuvieron involucrados en el crimen. Y cuenta cuál fue el destino de los condenados por el asesinato: ninguno está hoy tras las rejas.

Néstor Espósito hace un perfil de Fernando Burlando. Leo Álvarez reconstruye la trama de encubrimientos que operó la Policía Bonaerense. Juan González escribe la historia política de Pinamar y cómo el caso la afectó negativamente. Leo Torresi intenta responder por qué Cabezas fue víctima. Y Ana Jusid pide memoria.

El número se completa con entrevistas con Eduardo Duhalde (por Melisa Molina), Gladys Cabezas (por María Helena Ripetta), Norma Pepe (por Adrián Melo) y Hugo Ropero (por Juan Funes).

Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.