Los trabajadores identifican perfectamente los intereses detrás de este plan sistemático que el gobierno de María Eugenia Vidal diagramó para destruir al Astillero Río Santiago. "Detras de cada pisada que nos daban a nosotros hay un negociado atrás", asegura Diego Seimandi, trabajador de la sección buques militares y secretario de acción política del gremio ATE-Ensenada..
Hubo tres hitos que ilustran los intereses del gobierno anterior para eliminar al Astillero. Primero, las compras de cuatro patrulleras OPB a Francia por 319 millones de euros y que, años más tarde, el ingeniero naval Raúl E. Podetti que estuvo en la negociación admitió que estaban sobrevaluadas en un 60 por ciento. Desde el Astillero calcularon que se podían dinamizar 1.200 puestos de trabajo continuo en cuatro años para construir esas embarcaciones.
Además, la compra de cuatro lanchas militares a Israel para la Prefectura Naval Argentina por parte de Patricia Bullrich por 50 millones de dólares. Dinero que, de acuerdo a la Federación de la Industria Naval Argentina, podría haberse utilizado para construir ocho nacionales.
Finalmente, el negociado de Mauricio Macri con los parques eólicos también involucra al Astillero, que era uno de los responsables de producir el mecanismo nacional e incluso había adquirido en 2016 el centro de mecanizado que aún se encuentra embalado en el Taller Mecánico del predio y la gestión anterior quería vender.
Con el cambio de gestión - primero con Ariel Basteiro y actualmente bajo la presidencia de Pedro Wasiejko- los trabajadores resaltan el aumento presupuestario, la reivindicación de los derechos perdidos durante el macrismo, pero sobre todo el nivel de actividad. "Con el cambio de gobierno recuperamos nuestros derechos, tenemos más presupuesto y también retomamos proyectos que estaban cajoneados durante el macrismo", se entusiasma Seimandi.
En una recorrida de un sábado soleado por el predio, exhiben orgullosos el buque de doble casco Eva Perón que construyeron integramente en Ensenada por encargo de la empresa petrolera estatal venezolana PDVSA y los avances de su gemelo Juana Azurduy, dos monstruos para transportar petróleo que ya cargan con motores, hierro, trabajo y , sobre todo, historia. Se entusiasman con las dos lanchas Licas que están a punto de entregar al Ministerio de Defensa, y con el proyecto de compuerta que se reactivó para el dique seco del Puerto Belgrano en Bahía Blanca.
También enumeran los buques particulares que tienen para arreglar, y todo lo que hicieron: en sus talleres se gestaron desde emblemas como la Fragata Libertad, hasta el techo del Estadio Único de La Plata y del Teatro Argentino, pasando por las columnas de iluminación de la cancha de Gimnasia y Esgrima y las cruces de la basílica de Luján.
Más allá de su situación particular, resaltan algunas medidas que entienden como señales contundentes de la importancia que le da la administración nacional a la industria naval: los programas de créditos para financiar la adquisición de cualquier tipo de buque o artefacto naval nuevo y de uso no recreacional construido en Argentina así como el financiamiento para la construcción de Buques Pesqueros y con Propulsión a GNL. También resaltan el Compre Argentino que se trata de una normativa para no importar buques usados dando lugar a dos puntos claves que necesita la industria naval para renacer: mercado y financiamiento.