Fue en enero de 1916 cuando llegó desde Roma la aprobación para que los Padres Franciscanos fundaran la Societatem “Juventutis Antonianae”, nombre en latín tal cual figura en su acta pre-fundacional, palabras que traducidas significan “Juventud de Antonio” en honor al Patrono San Antonio de Padua.
Rápidamente aquella raíz y función netamente religiosa fue quedando de lado para transformarse en una institución deportiva que echó fuertes raíces en el pueblo salteño.
El afincamiento de su estadio hacia la década del 30 en las calles Lerma y San Luis, potenció su popularidad atrayendo las barriadas de la zona sur de la ciudad. A esto hay que añadirle la llegada en 1954 de Honorato Pistoia, un particular Fraile con la mirada puesta en el pueblo abrazó la causa de Juventud hasta ser hoy patrono del estadio.
Sin embargo en este racconto histórico faltan las voces de sus hinchas, aquellos que en momentos difíciles como el que hoy mismo está atravesando el club, ponen tiempo, cuerpo y recursos para sacar adelante los colores que aman.
Los próximos relatos que van de norte a sur del país e incluso atraviesan el océano, muestran algo de todo ese fanatismo que nunca imaginaron desde Roma 106 años atrás.
Un santo en el fin del mundo
Miguel Angel Escobar es nacido en Salta. Oriundo del barrio José Vicente Solá en la zona norte de la ciudad, tiene 38 años y hace 14 años que dejó la provincia por razones laborales.
Hoy se encuentra en Río Grande, Tierra del Fuego, pero su pasión por Juventud Antoniana se mantiene intacta “Vivo en el fin del mundo como le dicen todos, pero sigo siendo socio e hincha de Juventud”.
“Mi papá es de Central Norte, pero nunca me llamaron los colores… y como mi madre es de Juventud, un día me llevó a la cancha y me enamoré perdidamente” comenta Miguel quien de la mano de Elena su madre, experimentó el amor antoniano.
“En el laburo hay veces que estoy de guardia y le digo a mis compañeros ‘me van a perder dos horas y media porque me voy a ver al club de mis amores’… ellos piensan que es Boca o River, pero no. Ser hincha del club de tu provincia, es algo increíble”, relata Miguel desde la ciudad austral y agrega “En Río Grande somos bastantes, como 50 personas a casi 4000 kilómetros de Salta. Nos juntamos ya que somos fanáticos de Juventud. No solo vemos el partido, por ejemplo ahora vamos a donar pelotas para el fútbol y voley femenino. Siempre pensando en como se puede colaborar con el club”.
A la hora de soñar Miguel Angel no pierde las esperanzas “Uno de los mayores sueños es volver al santuario y jugar nuevamente un partido de B Nacional, sería un sueño... y por qué no un fútbol de primera. Es el anhelo de todos, además sumaría muchísimo al club”.
La pasión de Miguel parece ser proporcional a los kilómetros de distancia que lo separan de la calle Lerma 601 “Juventud en mi vida es parte de mi familia. Por ejemplo en estas fiestas que pasaron brindé porque Juventud vuelva a donde tiene que estar, un grande como Antoniana no puede seguir tan bajo en las categorías”.
La casa santa en Buenos Aires
Los Santos de Pompeya son un grupo de antonianos radicados justamente en el barrio de Nueva Pompeya en la Ciudad de Buenos Aires. Ricardo Marcelo Quipildor es referente del grupo quien reparte sus días entre su trabajo de ferroviario y un local de comidas que muestra a las claras la pasión por Juventud:
“Me acuerdo que a la cancha de Juventud me llevo mi abuelo por primera vez y de ahí empezó la pasión. En Salta vivía a la vuelta de la cancha en el pasaje Linares. A los 22 años me vine a Buenos Aires y ya era socio… Ahora todos en la familia somos socios activos y viajo cada vez que puedo a ver a Juventud. Mi familia lo sabe, esto es una pasión. El amor y el sentimiento no tienen precio”.
Marcelo recuerda con felicidad la heroica final en Cipolletti, donde tuvo la dicha de acompañar al primer equipo, entre otras tantas anécdotas que recuerda en risas
“Tengo un negocio que se llama Los Santos de Pompeya, 100% antoniano. Hay reliquias como camisetas del año '59, y otras tantas cosas que tengan que ver con Juventud. Es un negocio de comidas regionales, humitas, tamales, cabritos, cabeza guateada, sopa de frangollo, sopa de maní. Muchos se llevan una sorpresa cuando ven el negocio, no lo pueden creer. Ahí tengo mi santuario... van hinchas de Juventud pero también toda gente del norte y todos se quedan muy impresionados”.
A la hora de volver el recuerdo a los años felices, Marcelo trae a la memoria lo mejor de ese arcón de recuerdos “Cuando pienso en los años del 2002/2003 los recuerdo con mucha alegría... hasta que perdimos la categoría en 2006 y fue un declive muy grande. Me pongo a hablar de juventud y me vuelvo loco, me gana la pasión. Para mi juventud es un sentimiento muy profundo, es una familia”.
La pasión al otro lado del océano
Steve André tiene 35 años. De padres portugueses, nació en Francia donde vive actualmente en París luego de varios años de tránsito por Oporto.
La pasión por el fútbol del cono sur lo llevó en 2018 a enamorarse de Juventud Antoniana: “cuando fui a Salta por primera vez a ver mi novia, quise comprarme una camiseta de un equipo salteño. Me acuerdo que mientras miraba una camiseta negra ella me dijo ‘No, del Cuervo no’, y terminé comprando una camiseta del Santo”.
“Unos meses después, el 9 de diciembre de 2018, hice el viaje de Oporto a Madrid para ver la final entre River y Boca. Para la ocasión llevé mi camiseta de Juventud al estadio y publiqué una foto en las redes sociales. Después, recibí varios comentarios de hinchas del Santo, entre ellos uno de Matías Daher, un hincha fanático e historiador del club que me dijo que si volvía a Salta me llevaría al estadio a ver un partido. Y cumplió su promesa porque unos meses después volví y cuando se enteró me mandó inmediatamente un mensaje para invitarme. A partir de ese momento me convertí en un hincha más de Juventud”.
Vivir la pasión al otro lado del océano resulta un gran desafío a la hora de seguir la campaña del Santo, sin embargo Steve se las ingenia, “a veces es difícil ver todos los partidos por la diferencia horaria, pero si no puedo verlos en directo veo los resúmenes. También sigo al club en las redes sociales para ver lo que sucede y trato de estar al día con las noticias del club”.
“Los hinchas de Juventud me felicitan por el aguante a distancia. Como cuando fui a ver un partido de Porto con la camiseta de Juventud o cuando salgo a pasear por París con la camiseta puesta. Ayudo a difundir el club por Europa. Ahora llevo la camiseta conmigo en cada viaje que hago. Cuando me pongo la camiseta hay quienes me preguntan de que equipo y les explico”, cuenta con orgullo el fanático francés.
“Cuando fui a ver a Juventud en el Fray Honorato Pistoia, me sorprendió mucho el ambiente toda la gente alentando y cantando. El club acababa de descender y a pesar de eso, la hinchada estaba allí para animar a los jugadores. Como se dice por allí ‘En las buenas siempre, en las malas mucho más’”.
¿Que pensarían aquellos religiosos que 106 años atrás pidieron permiso para fundar un club en la lejana Salta y que hoy se transformó en una pasión que trasciende fronteras?
Dificil saberlo, tanto como explicar las pasiones terrenales que rodean al fútbol y lo convierten en un hecho social más allá de la razón.