Al momento de empinar el codo sin acabar hecho una ruina, el tamaño no necesariamente lo es todo. Según explica el mensuario The Atlantic, los elefantes –aunque gigantes– no procesan bien el alcohol, mientras los seres humanos catalogamos bastante bien en tolerancia “gracias a la costumbre de nuestros antepasados de recoger y comer fruta fermentada del suelo”. Así las cosas, según anota la mentada revista a partir de un estudio de la Universidad de Alaska Anchorage, ni el bebedor más empedernido podría jamás competirle a uno de los grandes campeones del reino animal, en materia –claro– de consumo alcohólico: el hámster.
Ajá, el hámster. Parece ser que estas minúsculas criaturas le dan tres vueltas a cualquier persona cuando de tragos se trata. En principio porque, gracias a su notable metabolismo, es casi imposible que se embriaguen, amén de una sólida cultura que les brinda la naturaleza: estos pequeños roedores, después de todo, recolectan frutas en sus madrigueras que, a lo largo de la temporada, fermentan hasta convertirse en pequeñas bombas de alcohol.
Que, por cierto, les encantan. En su afán empírico, empero, la ciencia ha querido cuantificar la ingesta promedio del hámster y, al parecer, está por los cielos: ingiere alrededor de 18 gramos de alcohol por kilo de su peso en forma diaria, lo que en los hombres equivaldría a bajarse un litro y medio de Everclear –una bebida blanca a base de maíz de 95 % de graduación alcohólica– o 21 botellas de vino. O sea, una barbaridad.
Aún más: dándoles la chance de elegir entre agua y alcohol, los hámsteres no dudaron ni un segundo... haciendo corte de manga al H2O, claro. La explicación, según los investigadores, no es que serían unos borrachines de cuidado sino que privilegian la bebida más calórica.
Sobre cómo logran hacer fondo blanco sin el menor menoscabo, la respuesta es simple: tienen unos hígados espectaculares para descomponer el etanol, lo cual permite que solo cantidades ínfimas de esta toxina acaben en su sangre.