Los movimientos feministas siempre libraron sus batallas en terrenos hostiles. Si en la actualidad existe mayor apertura para oír los reclamos de las mujeres, es porque en el pasado hubo pioneras que desde distintos ámbitos se atrevieron a patear el tablero, cuestionar los privilegios que el patriarcado concedió históricamente a los hombres y romper con el statu quo de su tiempo. Mujeres de prensa. Las primeras periodistas argentinas 1820-1920 (Adriana Hidalgo) –con edición a cargo de Luisa Borovsky– explora un período poco visitado en el que aparecen los primeros periódicos escritos por y para las mujeres.
El capítulo inicial está dedicado a Doña María Retazos, publicación creada en 1821 que lleva el nombre de una mujer, aunque detrás de ese heterónimo se oculta el padre Francisco de Paula Castañeda, quien recurre a este artificio para defender los principios del régimen colonial. Consultada por Página/12, Borovsky afirma: “Es sorprendente que un hombre de esa época reconozca la existencia y la importancia de las mujeres en la formación de la opinión pública. En su periódico las mujeres superan el ámbito doméstico, donde son el ‘sexo influyente’ en las decisiones de los hombres, para tener protagonismo directo en el ámbito público; en esa operación admite que las pautas sociales de la colonia tienen que adaptarse a nuevas condiciones, ampliar sus límites”.
Nueve años después aparecería el primer periódico escrito en su totalidad por una mujer –Petrona Rosende de Sierra– y dirigido a las mujeres. A pesar de su conservadurismo y de un pacto de lectura que construía destinatarias pasivas, La Aljaba logró irrumpir en el espacio público para denunciar las desigualdades heredadas de la colonia. La Camelia, por su parte, es un periódico antirrosista creado por Rosa Guerra que introdujo como gran innovación la autoría colectiva.
Las Redactoras no sólo ironizan sobre la debilidad asignada a su género, sino que además ofrecen en tono mordaz un “apretón de manos” a sus colegas de Los Debates y una “sonrisita de benevolencia” al fundador de ese periódico: nada menos que Bartolomé Mitre. Borovsky destaca que La Camelia evitaba deliberadamente la individualidad, y agrega: “En lugar de que una editora asuma la representatividad de las mujeres, es un colectivo el que escribe. El periódico prescinde de mujeres notables, reconocidas por sus dotes intelectuales, que la sociedad acepta casi como excepción confirmatoria de la regla. Todavía sin animarse a trasponer el entorno doméstico, desde su casa cada redactora se anima a transformarlo”.
Hay algunos ejes que atraviesan esta compilación: los viajes, la experiencia del exilio, el interés por la literatura, los deseos de profesionalización, la construcción de redes entre pares, los reclamos de libertad y la lucha por la igualdad en todos los ámbitos. Sin embargo, las instituciones ejercen en esta época un peso considerable sobre la prensa femenina. Con la Revolución de Mayo y la transición al modelo republicano, la Iglesia pierde parte de su poder y queda subordinada al Estado liberal. “En ese contexto, las mujeres intentan conquistar espacios sin desafiar abiertamente a la autoridad masculina, religiosa o secular: desde la palabra escrita se proclaman madres republicanas, responsables de formar hombres probos, futuros hacedores de la nueva nación”, explica Borovsky.
El gobierno rosista es un ejemplo de esa presión. Las disidentes Juana Manso y Juana Gorriti crean periódicos femeninos luego del exilio: Álbum de Señoritas y La Alborada del Plata. Esas publicaciones presentan una dimensión americanista que en Gorriti se limita a la creación de una red literaria y en Manso se extiende a aspectos sociales ligados a la desigualdad generada por la esclavitud y el mestizaje. Borovsky subraya que “en las dos se ve un gran avance con respecto al período anterior: defienden el derecho de la mujer a descubrir y ejercer una vocación, la de escritora”.
Búcaro Americano, publicación creada por Clorinda Matto de Turner, mantiene el espíritu americanista de sus antecesoras pero avanza algunos casilleros y pone el foco en la profesionalización de las mujeres: dedica artículos enteros a las representantes de los nuevos roles femeninos (entre ellas Cecilia Grierson, primera médica argentina), alude a las “obreras del pensamiento”, demanda el reconocimiento de los varones y, en un discurso en el Ateneo de Buenos Aires como primera disertante, Clorinda afirma que “postergar la ilustración de la mujer es retardar la ilustración de la humanidad”.
La Voz de la Mujer y Nuestra Causa son publicaciones que van un poco más allá y abogan por la ampliación de los derechos femeninos desde perspectivas ideológicas concretas: el anarquismo en el primer caso; el socialismo en el segundo. Las periodistas de Nuestra Causa tejen alianzas con sus compañeros y luchan por conquistar derechos en el Parlamento, mientras que sus colegas de La Voz de la Mujer –mucho más radicales– denuncian las contradicciones entre el discurso y los comportamientos de sus camaradas.
La inclusión de la “Crítica al machismo anarquista” es quizás una de las perlas en esta selección. “¡Oh!, ¡falsos anarquistas!, que comprendáis una vez por todas que nuestra misión no se reduce a criar vuestros hijos y lavaros la roña, que nosotras también tenemos derecho a emanciparnos y ser libres de toda clase de tutelaje, ya sea social, económico o marital”, escriben las redactoras en el segundo número. En relación a esto, la editora señala un aspecto que el feminismo actual no debería pasar por alto: “Los derechos de las mujeres no existen como reivindicación aislada, son parte de las conquistas de hombres y mujeres en busca de una sociedad más justa”.
Mujeres de prensa propone un recorrido entretenido y estimulante a través de los trabajos de las primeras periodistas argentinas. Se trata de un período en el que familia, Iglesia y Estado ejercen gran presión sobre las plumas femeninas, pero también es un momento de reconfiguración de poderes en la estructura social. En esas grietas, las voces de las periodistas emergen con potencia. Poco a poco abandonan los principios de “maternidad, Dios, Patria” en busca de mayor libertad e igualdad. Las pioneras son cuestionadas y combatidas por los sectores más reaccionarios pero, tal como sostiene Borovsky, “se atreven a abrir un camino que, con avances y retrocesos, desde entonces recorren las mujeres para conseguir derechos laborales, civiles, sexuales y reproductivos”.