A esta altura de su carrera, puede asegurarse que Ariel Winograd es el “Rey de la comedia” del cine argentino, donde no abunda mucho el género. Desde su ópera prima Cara de queso —mi primer ghetto—(2006) hasta Hoy se arregla el mundo, que se estrena el próximo jueves en salas, “Wino” –tal como le dicen todos-, no se despegó del género en los ocho largometrajes que realizó en la Argentina. Claro que no son comedias similares: el cineasta no se encasilla en un único estilo o tono sino que algunas transitan desde la mezcla con el policial (como fue el caso de El robo del siglo) hasta la inclusión de vivencias más traumáticas como tiene su nuevo film. “Esta película viene de una propuesta de Patagonik, de Juan Vera y Mariano Vera, que me propusieron el guión antes de filmar El robo del siglo. Y cuando lo leí me encantó”, comenta Winograd en la entrevista con Página/12 sobre el germen de su nuevo largometraje, que al igual que en Sin hijos y Mamá se fue de viaje, establece una reflexión sobre la paternidad.
¿Y de qué va Hoy se arregla el mundo? En principio, del cambio que experimenta David Samarás, “el Griego” (Leonardo Sabraglia), productor general del popular talk show Hoy se arregla el mundo, donde presenta a gente común que dirime conflictos de relaciones de pareja, de amistad, de trabajo, de padres e hijos. El Griego es soltero, nunca ha podido entablar un vínculo duradero. El lazo más perdurable de su vida es Benito (el muy eficaz Benjamín Otero), su hijo de 9 años, fruto de una relación ocasional.
Más unidos por la obligación legal que por el afecto, siempre tiene la sensación de que Benito es alguien que sobra en su vida. La historia toma un giro inesperado cuando en medio de una fuerte discusión con Silvina (Natalia Oreiro), la madre del chico, se entera de que Benito no es su hijo. Poco después de esta revelación, Silvina muere. La noticia es tomada por el Griego como un tiro de gracia a la endeble relación con Benito y decide contarle la verdad: no es su padre. Benito le pide que haga una última cosa por él: “Ayudame a encontrar a mi verdadero papá”. El Griego acepta. Y ahí es donde comenzarán los profundos cambios del Griego.
-Aunque el título es por otra cosa, esa frase es lo que deseamos todos en este momento. ¿Qué vaivenes tuviste con la película en la pandemia?
-Terminamos de filmarla una semana antes del 20 de marzo de 2020. Por un lado, tuvimos la suerte de terminar el rodaje y que fuera un rodaje como era todo antes. Mientras estábamos filmando caían memes diciendo "Che, miren cómo viajan en subte en China". Y te ponían gente con bidones. Todo era muy lejano. Pero la verdad es que terminamos el rodaje y a la semana empezó la cuarentena. Lo que sucedió después fue que el proceso de montaje se vio afectado, en un punto, negativamente, porque hubo que editar vía zoom: ahora un zoom lo armás en un minuto, pero en marzo de 2020, el desafío de montar una película vía zoom era más complejo. Primero porque tenías que tener un nivel de paciencia muy grande. Y segundo porque cuando por ahí estabas cortando, era otro plano lo que querías cortar y con el mini delay del zoom se complicaba. La película se iba a estrenar en agosto de 2020. Luego, al saber que no se iba a estrenar en esa fecha finalmente, tuvimos un paño para trabajar más tranquilamente el montaje.
-¿La idea es establecer una reflexión sobre la paternidad en tono de comedia?
-Es una reflexión sobre lo que es ser padre: hasta qué punto uno se puede definir o a uno lo pueden ver como padre. Lo que le sucede al personaje del Griego está ligado a que él pueda descubrir el rol del mirar al otro, porque es una persona que no mira al otro. Y está muy enfocado y concentrado en su vida. Más que en su vida, en sí mismo. Y ahí hay una fuerte identificación con uno. En cierta manera, yo también me puedo identificar con el personaje. No en el sentido de su modo porque creo que es un personaje demasiado honesto. Y su honestidad brutal lo hace ser directo y no tener filtro. Pero la intención es que vos veas este viaje que tienen estos dos, una suerte de homenaje a Luna de papel, del recientemente fallecido director Peter Bogdanovich, donde están estos dos opuestos que emprenden un viaje juntos.
-¿Qué te aportó ser padre al hacer esta película?
-Desde que soy padre, empecé a hacer películas sobre conflictos de padres e hijos. Hay algo de los lazos y del tratar de entender que sin ser padre, lo podría hacer, pero indagando desde otro lugar. Soy padre 24 horas.
-Justamente hiciste una película llamada Sin hijos, otra es Mamá se fue de viaje y ahora ésta en la que el ser padre es el tema fundamental. ¿Cómo crees que dialogan la esencia de esas tres películas en cuanto a la paternidad?
-Hay un diálogo entre Sin hijos, Mamá se fue de viaje y Hoy se arregla el mundo, de padres que todavía no quieren ser padres, en un punto. Y quieren todavía ser hijos. Por otro lado, todos queremos ser hijos toda la vida. Creo que está buenísimo ser hijo. En ese sentido, hay un diálogo entre las tres películas, aunque tienen diferentes tonos de encare de personajes. Inclusive de tonos de comedia porque ésta es, en un punto, de un tema más serio, que está ligado con el tema de la muerte. Y hay un punto ahí ligado con la humanidad, con nosotros como personas y cómo nos plantamos frente a nuestros hijos y a nuestros padres. Y cómo va cambiando nuestra visión con el paso del tiempo. Con el paso del tiempo nuestros hijos van creciendo y nuestros padres también y, de pronto, uno también queda en el medio: por ahí uno quiere seguir siendo hijo. Entonces, hay un diálogo de diferentes formas de tomar decisiones que toman los personajes de las tres películas.
-¿Es importante para vos a la hora de elegir una historia sentirte identificado? ¿O tenés que sentir una distancia emocional con el hecho que narra una película?
-No, siempre a la hora de encarar un proyecto busco la identificación, en el sentido de qué le puedo yo aportar a la historia o por qué yo puedo dirigir esta película o no. Me ha pasado de recibir proyectos en los cuales por ahí el guión era muy bueno, pero yo no le encontraba la identificación. No me sentía la persona indicada, no porque no pudiera hacerla sino porque emocionalmente no conectaba con el material. Esto indistintamente de si el guión pueda estar buenísimo o no. Es más una cuestión de qué le veo yo al guión o a la historia y decir: "acá puedo acomodarme, puedo desarrollarme adentro de esta historia".
-¿Y respecto de este personaje con qué te identificás?
-Con su obsesión por el trabajo, con su forma de querer estar siempre activo y de tratar de hacer muchas cosas. Y me identifico con la energía del personaje. Veo en él alguien que va para adelante. A veces, el ir tanto para adelante no te hace ver a los costados. Me identifico con eso también, con lo bueno y lo malo que significa.
-Una vez dijiste: “trabajar con el humor es algo muy serio”: ¿En qué aspectos?
-Lo dije porque mientras peor la pasan los personajes, mejor la pasa el espectador. En ese sentido, siempre en las películas de comedia me gustan los personajes a quienes les están pasando cosas dramáticas. Lo dramático es lo que genera la comedia. Si no hubiera tragedia dentro del conflicto que tienen que atravesar nuestros héroes, no habría comedia, porque ella sucede a partir de que la forma en que deben resolver esos conflictos por ahí no es la que uno espera o es el camino equivocado. Y ver a nuestro personaje tratando de hacer lo imposible para lograrlo y cometiendo errores es lo que genera el humor.
-Si bien no estás encasillado en un solo tipo de comedia, ¿pensaste alguna vez en experimentar con otro género?
-No, nunca lo pensé porque amo la comedia. Es más: creo que si experimento con otro género naturalmente mis manos para tocar el guión y las escenas me van a pedir ir para ese lado porque es una deformación profesional. Amo tanto la comedia, amo tanto lo que me genera hacerla, que si mi ofrecen algo seguramente lo llevaré para ese lado. Igual, naturalmente los proyectos en los que estoy trabajando y los que me ofrecen siempre están ligados a ese género. No es que me pasa de decir "Estoy harto de hacer comedias", sino al contrario. Y ahí está el desafío de buscar tonos diferentes. El otro día vi The King of Staten Island, de Judd Apatow. Es la historia de un pibe que su papá era bombero y se murió. Es re dramática. Apatow es el verdadero maestro. En ese punto, ves la filmografía de Apatow, tanto lo que dirige como lo que está involucrado como director ejecutivo, y son muy diferentes las comedias que hace. Y yo trato de no repetirme en los proyectos.
-¿Hay más comedias en el cine argentino en los últimos años?
-No, está bastante golpeado el tema del cine argentino en este momento. Sí veo que hay algunas óperas primas de comedia. Eso está bueno. Por ejemplo, hace poco se estrenó El cuento del tío, que actúa Martín Slipak. Pero no noto que haya una cultura de la comedia como, por ejemplo, en México. Allá sí hay una cultura de películas del género. Se deben estrenar cuarenta películas por año. Acá no lo noto.
-Justamente nombrás México y, en paralelo a tu carrera en Argentina, comenzaste a realizar películas en el país azteca. En 2019 estrenaste la comedia Tod@s caen. ¿Qué otras similitudes y diferencias encontrás entre una industria y otra?
-Ahora, estamos por estrenar otra película mexicana que se llama Y cómo es él. Y estreno una serie para México. Primero, son muchos millones de personas más que nosotros. Y es una industria enorme. Básicamente también porque tiene dos mercados naturales directamente para sus producciones: el mercado mexicano y el hispanoamericano. Y el mercado hispanoamericano es muy grande. Entonces, hay algo ahí muy interesante a la hora de ejecuciones de proyectos. No es una cuestión económica, no. No es que hay más equipo, no va por ese lugar porque acá tenemos un montón de equipos técnicos. Y la calidad de nuestros técnicos es número 1. Pero al haber más público hay mayor consumo. Y esto de la cercanía con Estados Unidos hace que sea un mercado tan fuerte con la penetración latina que naturalmente se abre más el contenido a diferencia de un contenido argentino. Pero, por otro lado, el contenido argentino es muy visto en Latinoamérica. Por eso, en México también se hacen un montón de remakes. México hizo la remake de Sin hijos, Permitidos y la de Mamá se fue de viaje. Es un mercado que necesita también generar producciones. Y es mi segunda casa. Así que es todo amor.
-¿Es un sueño filmar en Hollywood?
-Sí, absolutamente. Viste que hoy ya la palabra "Hollywood" es rara porque no es el Hollywood que conocíamos. El sueño sería más hacer una película en inglés. Va más por ahí. Me gusta mucho poder contar historias con diferentes actores. Y también repito con muchos porque me encanta volver a trabajar con ellos, pero hay algo también de poder trabajar en otro idioma que me desafía muchísimo y es un gran deseo.
-Siempre se pregunta si es más difícil hacer reír que llorar. ¿Vos qué pensás?
-No sé eso, porque quedo como que alguien lo dijo alguna vez. Viste cuando te dicen "Che, la comedia es un género difícil". Yo sé que los que hacemos comedia nos lo tomamos muy en serio. Y siempre con cada actor comediante los textos con los conflictos que suceden son serios. Y se habla mucho sobre eso. Personalmente, me gusta mucho emocionar. Es algo que fui aprendiendo. Y en esta película, en particular, busqué que pudiera haber mucha emoción en el final. Después, se verá si lo logramos o no. Me gusta mucho la comedia mezclada con la emoción. De pronto, esa emoción no la ves venir. Eso también me interesa, cuando no es tan directa, sino que decís: "Uy, pará, ¿qué pasó? No me lo esperaba".
-Las películas hablan por sí mismas, pero si tuvieras que definir con palabras qué es una buena comedia, ¿qué dirías?
-Una buena comedia tiene que sorprender, debe ser inesperada y te tiene que hacer reír. Es necesario que haya tres escenas memorables y que te queden esas escenas en la cabeza.
En la era de las plataformas
Si bien últimamente hay otras opciones, Ariel Winograd siempre apostó a la sala de cine. ¿No es quedar en desventaja a esta altura? No tanto porque en marzo estrenará una serie y empezará el rodaje de una película para una plataforma, de las cuales no adelanta mucho más. “En ese sentido, abrazo los cambios y los entiendo”, comenta. “Lo que sí pasó es que Hoy se arregla el mundo quedó desde antes de la pandemia. Entonces, los productores decidieron aguantarla para estrenarla en el cine. No es una cuestión de ventaja o de desventaja sino que decís: ‘Bueno, se filmó para el cine y se da la posibilidad de poder estrenarla en cine. Entonces, estrenémosla, démosle ese espacio’”. El cineasta agrega los cambios que trajeron las nuevas tecnologías de visualización: frente a un nuevo proyecto, directamente le dicen "Che, es para plataforma". “O te pueden decir que la intención es ver si se puede estrenar en cine, pero es para plataforma. Ya no es lo mismo que antes”, concluye.