Desde Barcelona
UNO No hay días más futurológicos que los primeros días de enero, piensa Rodríguez. Atrás quedan las poco listas pero tan abundantes listas resumidoras del año que pasó; y aquí vienen las profecías de lo que vendrá durante los próximos doce meses. Así, ahora y entonces, lo que fue parece convivir con lo que vendrá en lo que ya es. Y de un tiempo a esta parte, Rodríguez ya no hace caso de Nostradamus y sí de Vangelina Pandeva Surcheva (1911-1996), más y mejor conocida como Baba Vanga. No cambia por cuestiones de empoderamiento y cupo sino porque le recuerda (y seguramente inspiró) a Gallia. A ese personaje al que consulta el atribulado Lemuel Sears, en ¡Oh, esto parece el Paraíso! de John Cheever. Como Gallia, Baba Vanga era ciega, pero aseguran que veía mucho y más lejos que nadie. Así, se le atribuye haber anticipado la fecha de la muerte de Stalin y la de Lady Di, al fin de la Unión Soviética, lo de Chernóbil y lo del Kursk y lo del World Trade Center, lo de Obama y lo de Trump y, por supuesto, lo del Covid. Y una Tercera Guerra Mundial atómica y una final de Mundial de Fútbol que no tuvieron tiempo ni espacio. Y tantas otras cosas que se le adjudican retrospectivamente. Porque no hay nada más fácil que hacer presente en el pasado lo que ya no es futuro (en realidad sí hay algo más fácil: tirar el Tarot a incautos y asegurarles que serían grandes escritores porque, claro, esa es la opción que funciona para todo aquel crédulo que sepa leer y escribir; y de ahí, también, que nadie sea un corredor de Fórmula 1 en potencia o físico cuántico en ciernes). En cualquier caso, Baba Vanga nunca dejó de insistir con que escuchaba "voces que provienen de otra dimensión". Y antes de partir dejó dicho que el 2022 (año en la que transcurre aquella Soylent Green de 1973 basada en novela de Harry Harrison en la que el hombre no era el lobo del hombre pero sí su alimento) va a montar un numerito de aquellos. A saber: deshielo a descongelar nuevo virus más letal, desastres naturales surtidos, crack financiero planetario, y (lo que más asusta a Rodríguez de todo, porque ya pasó y ya está pasando y ya pasará) cataclismo tecnológico que "nos hará incapaces de distinguir lo real de lo virtual".
DOS Y, claro, Rodríguez se enteró de esto último y no pudo evitar pensar en la reciente comparecencia de ese ser que se las ha arreglado para que su avatar virtual luzca más humano y vivo que él mismo: Mark Zuckerberg presentando nuevo nombre y logo. Meta y todo eso --tras senderos de Wonderland y de Oz y de Narnia-- con la profunda aspiración de quedarse con la mayor parte del pastel que ya estaban horneando unos cuantos pero con menos potencia en las redes. Y ya advierten de que todo no es más que nueva variación/distracción del verdadero y descomunal negocio de Facebook (la escandalosa cosecha/comercio de/con data personal para tentaculares algoritmos) y los que anticipan graves secuelas psicológicas en una población cada vez más sedentaria y sedienta de una realidad alternativa en la que sus vidas sean mucho más dolce de lo que en verdad son. Así, mascarilla en boca y nariz siendo complementada por la mascarilla en ojos para, con ella, interactuar a larga distancia la ilusión de tener un millón de amigos. Pero, en verdad, estar solo junto al desconsuelo de la consola y a ese gadget/droga al que el neo-filósofo Byung-Chul Han acusa de ser principal culpable de despersonalizada y uniforme "Era de las No-Cosas" en la que todo afán por singularidad material ha sido reemplazada por concentración masiva en el cada vez más inmovilizante teléfono móvil como Todo. "Sensación de presencia", definió/vendió Zuckerberg al próximo espejismo de ese oasis del que ya se ocuparon hace unos cuantos años las novelas sci-fi de William Gibson y Neal Stephenson y que, por lo general, tenían finales malos o tristes.
TRES De ahí que Rodríguez opte por perderse y encontrarse en metaversos más amables. Así, la nueva Matrix (que en verdad trata sobre la absoluta falta de necesidad de que exista una nueva película de la franchise verde flúo); la nueva de Spider-Man (que encuentra modo de justificar e integrar el despropósito de sucesivos y casi inmediatos reboots haciéndolos comulgar en una misma trama); la última mini-temporada de Riverdale (mutando a una Rivervale donde las vidas de los personajes se reescriben una y otra vez); y la primera de Yellowjackets (donde el pasado es ese país donde se hicieron las cosas de manera... uh... tan diferente). Y --recién acabada la brillante Desde dentro, novela-meta-autobiográfica de Martin Amis-- Rodríguez de nuevo lo intenta con la saga de The Dark Tower de Stephen King (los únicos libros que le quedan por leer del autor y donde un meta-King es uno de los personajes). Todo musicalizado con el ochentistaThe New Abnormal de The Strokes: acaso el mejor disco de Lou Reed jamás grabado por Lou Reed y donde destaca esa suerte de diatriba generacional titulada "The Adults Are Talking" para regocijo tanto de boomers como de millenials (y, sí, poca cosa hay más meta que las diferencias entre unas edades y otras conviviendo como se puede o no se puede en una misma dimensión).
Todos a la espera de ese tantas veces anunciado Gran Apagón eléctrico/informático que tal vez vuelva a poner todas las cosas en su justo sitio. Pero, claro, está el riesgo de que ya no haya lugar para cierta forma de justicia; y de que todo se pierda como pixels en el ya insalvable plasma con screen-saver de lluvia.
CUATRO Mientras tanto y hasta entonces, se reporta que la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos de USA hizo test con 30 fotografías de rostros, divididos entre "agraciados", "normales" y "más o menos desagradables" presentándose con máscara y sin máscara ante cientos de "examinadores". Las conclusiones fueron concluyentes. Los rostros no atractivos mejoraron en un 42%. Los normales subieron un 70%. Los agraciados, en cambio, empeoraron en un 12,5%. Así, ahora, también, la mascarilla en los ojos siendo complementada por la mascarilla en boca y nariz y otra variante de metaverso y entonces queda por averiguar si nuestros avatares digitales deberán llevar protección facial contra virus informáticos o no. Cansado de tanta maniobra puramente estética y/o paralela (todo año nuevo es un metaverso en sí mismo cuyas alternativas se agotan pronto, y este ya suenaa eco/loop del 20/21) Rodríguez vuelve a lo verdaderamente hermoso. Y abre de nuevo ese libro de Cheever y lee otra vez ese viaje a esa cueva con adivina y a ese momento donde la ciega Gallia mira al confundido y sin futuro Sears y se limita a decirle (y no a predecirle), riendo a carcajadas, un "La grande poésie de la vie". Lo que, supone Rodríguez, significa que el paraíso siempre estuvo y estará y está en la tierra, de este lado, en este universo que algunos consideran meta a conquistar con la plena colaboración de los conquistables y quemarlos con su logo y marca registrada y pantallitas de colores.
CINCO Titular de El Mundo, de hace unos días pero dos años después, en un metaverso muy muy cercano conocido como "Nueva Normalidad": Un estudio concluye que toser hacia abajo reduce las posibilidades de contagio.
Pues eso, pues esto, pues aquello.