Desde la década del 80 los organismos financieros internacionales, grandes operadores del capital concentrado, buscaron generar en el ámbito educativo contenidos relacionados con el interés empresarial, la búsqueda de ganancias, la formación de una mano de obra flexible y adecuada a los procesos de transformación económica, todo ello bajo el interesante nombre de “Educación y trabajo”.
Las propuestas consistían en modificar objetivos, eliminar horas de asignaturas de ciencias sociales, exactas y letras, y establecer mayores espacios o módulos de contenidos de formación en temáticas coyunturales con algún tipo de pasantías o prácticas difusas en lugares no muy identificados ni reconocidos o jerarquizados.
Aprender destrezas y habilidades prácticas, supuestamente solicitadas por las empresas para garantizar el acceso laboral de les jóvenes era el mayor argumento. Todo ello en detrimento de hábitos de investigación, de búsqueda de estímulos para el pensamiento crítico, de análisis de contextos y realidades sociales y científicas.
Ese debate lo dimos en las décadas de los 80, de los 90, hasta que finalmente fue sepultada la reforma menemista/empresarial con la derogación de la Ley Federal de Educación y la sanción de varias leyes educativas para reconstruir un sistema educativo muy golpeado y devastado por los ajustes neoliberales.
Pasado el vendaval mercantilista, fue preciso reconstruir las escuelas técnicas destruidas por la EGB y fortalecer las escuelas normales y artísticas, renovar los antiguos bachilleratos, y desarrollar las experiencias de extensión comunitaria y de proyectos participativos en ciencias.
A la luz de aquellos debates, vuelve a sorprendernos la propuesta del Gobierno de la Ciudad de incorporar pasantías o prácticas laborales ahora con contenidos de especialización financiera, apelando a una supuesta modernización curricular y a marcar la agenda educativa con los compases del mundo corporativo.
Se trata sin duda de modelos educativos y políticos en pugna. El modelo empresarial, en retroceso a partir del fracaso de la Ley Federal de Educación, busca en la Ciudad de Buenos Aires incorporar de cualquier manera los valores y contenidos mercantilizadores y privatistas, con una lógica consumista que es preciso cuestionar, problematizar y no aceptar resignadamente.
El Ministerio de Educación de la Ciudad vuelve a recurrir a las recetas de los 90, y a empresas de alta concentración y efímeras trayectorias, para enseñar estas “novedades” tecnológicas o económicas colocando la zanahoria del éxito rápido como incentivo para el estudio.
Si se tata de hablar de actualización financiera, será preciso que les profes incorporen en sus planificaciones el análisis del origen y situación actual del endeudamiento externo, los pavorosos mecanismos de vaciamiento y fuga de capitales, indagar sobre los principales responsables y beneficiarios de los mecanismos financieros de despojo y el peligro que se cierne para el presente y el futuro de la Argentina. Una educación para despertar conciencias y vocaciones, seriamente.
* María Elena Naddeo es docente, vicepresidenta de la APDH, titular del programa de Niñez, Adolescencia y Genero de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.