En el inicio de la temporada de carnaval en Gualeguaychú, donde el ritual se celebra con una nueva competencia de comparsas en su famoso corsodromo --cerrado durante 2020 por la pandemia--, una nueva propuesta hotelera despierta expectativas en la ciudad. La puesta en valor de un histórico hotel, refaccionado a nuevo por el Sindicato Unico de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal (Suterh), bautizado como: Hotel O2 Gualeguaychú, suma 167 plazas a la oferta de alojamiento en el formato de “hotelería clásica”, señala Javier Cubillas, su gerente operativo, a Página/12.
Gualeguaychú es una ciudad con ribetes mágicos. Hay más museos que iglesias. Muchas santerías. Y muchos comercios refieren al rito del carnaval: el Rey Goma por caso, que repara los neumáticos de las diversas oleadas de turistas, o el Rey Pollo, donde preparan los mejores pollos a la parrilla de la costanera. Recostada sobre el río Gualeguaychú, y bajo la ensoñación del verde permanente que la envuelve, con fuentes de aguas termales y parques que conservan árboles nativos, creció cuando el agronegocio se instaló como opción productiva: soja, trigo, maíz, un poco de girasol y sorgo, desplazaron a la ganadería. En esa trama, a partir de los ‘90 se subió al podio de las ciudades donde el festejo del carnaval se convirtió en un rito apasionante. Desplazó a Corrientes, y generó un desarrollo económico más industrial que artesanal: cada comparsa pertenece a un club social y genera su propia dinámica estética y productiva.
Allí, y en pleno centro histórico y comercial, a seis cuadras de la costanera y a quince del corsodromo --donde este sábado volvieron a brillar las comparsas del “Carnaval del país”--, se inauguró el primer hotel sindical de la ciudad: el Hotel O2 Gualeguaychú. Fue el lunes junto a la temporada de carnaval 2022 que se extenderá todo enero y hasta el último fin de semana de febrero. “El finde largo de carnaval”, detallan los empleados del hotel, quienes reciben a los primeros huéspedes con “emoción y orgullo”. Varios, entre ellos, como el conserje Emanuel Bur, ya trabajaba en el hotel, que funcionó desde los años '70: el hotel Embajador. Emblemático en la ciudad por ser la primera construcción de nueve pisos en una urbanización de casas bajas, combina fachadas antiguas con otras típicas de los ‘60, cuando la modernidad llegó a la zona. Hoy no pueden construirse más de cuatro pisos --explica Leonardo Posadas, de la Secretaría de Turismo municipal--, en zona céntrica. Esto asegura vista con horizonte de largo alcance.
Desde algunas ventanas del edificio de 75 habitaciones, con seis pisos refaccionados “a nuevo”, en decó minimalista y espacios amplios, puede verse la vegetación costera, el campanario de la iglesia, las calles arboladas. “Lo más abierto posible a la multiplicidad de opciones que ofrece la ciudad”, se explaya Cubillas. “El Embajador cerró en pandemia”, explica. Luego lo adquirió el Grupo Octubre y lo reacondicionó. La infraestructura relacionada con el servicio está a punto. En la mañana de este lunes recibió a sus primeros huéspedes: Juan Paulo Agüero y Liliana, Marcelo Vespa y Susana. Los dos matrimonios llegaron desde Buenos Aires, en coche. Son trabajadores de edificios. Y fueron recibidos con honores: regalos, aplauso y fotos. “¡Me sorprendieron!”, cuenta Juan Paulo, entre risas. En menos de tres horas hicieron el viaje. “Y nos recibieron como reyes, fue emocionante, como cuando uno llega a una casa de amigos”, agrega Liliana. “Siento orgullo además por estar acompañando este proceso --añade Juan Paulo-- porque es un logro de nuestro gremio”.
Para Marcelo y Susana, que son de Fray Bentos, Uruguay, esto es “casi una luna de miel”. En marzo cumplen 36 años de casados. Con “30 años de encargado”, Marcelo agradece que su hija “estudie hotelería en la UMET”, y Susana cuenta: “mis tres hijos los tuve en sanatorios del sindicato”. “Luchando siempre --dice Marcelo-- sacando la cosa para delante, siempre”, así define su filosofía de vida. Se miran con Susana, sonríen, y planifican la tarde en el balneario. Están contentos.
Poco antes del mediodía llega Andrea Flores, y busca opciones recreativas: le gustan las termas y los museos. “Somos gente de trabajo, es algo que valoro, me lo enseñó mi madre, que no sabía leer ni escribir, pero plantaba verduras y criaba animales y hacía trueque, iba en burro o en caballo al pueblo, en Jujuy, cerca de Uquía, y crio siete hijos sola, yo era la más chica --recuerda Andrea--, y hablaba mucho con ella. Siempre me gustó estudiar, por eso valoro la universidad del sindicato, las radios, son cosas para crecer, lo mismo que el esparcimiento”. Leonardo Maldonado llegó a mediodía y valora el esparcimiento: “lo rescato como trabajador y como afiliado, es un orgullo”, puntualiza. Leonardo vino con sus hijos. Y completa el cuadro del hotel familiar.
“Vamos a focalizar en la capacitación
interna para lograr un perfil único en este tipo de hoteles --adelanta Cubillas--, esta semana iniciamos la capacitación en Ley Micaela, y haremos lo mismo
con discapacidad y diversidad”. Esta es la ciudad donde se celebra “el
carnaval del país”, acierta Cubillas. "Quizá uno de los eventos
donde más se demuestra lo que significa la identidad de género y la diversidad
sexual”, sostiene. No es menor la perspectiva que se busca desde la gestión hotelera donde el desarrollo económico, se acompaña por una mirada cultural, inclusiva y solidaria.