En la historia hay momentos bisagra, que marcan un antes y un después. Lo mismo sucede en el ámbito de la cultura: un día como hoy, hace 135 años, nacía un autor que partía las aguas de la literatura regional. Se trata, claro, de Juan Carlos Dávalos, que llegó a la vida un 11 de enero de 1887, en San Lorenzo.
“Hacia 1900, en aquella región del país, casi no existían escritores. Las inteligencias de la época se dedicaban con marcada predilección a la historia, a la jurisprudencia y no a la literatura. Se puede considerar, por ello, como un suceso muy feliz la aparición de Juan Carlos Dávalos en una provincia que ofrecía tal vez como único antecedente literario visible, la obra de Juana Manuela de Gorriti. Pienso que nuestro autor era en ese momento necesario, y en Salta todo estaba preparado para su advenimiento”, indicó sobre su figura el jujeño Jorge Calvetti, quien consideró además que: “Su estilo comunicativo y veraz le permitió integrarse, comunicarse verdaderamente con su pueblo y constituye la base concreta sobre la que se alza su destino de escritor”.
Sin dudas, Dávalos pisó su tierra con un sino de grandeza. Su genealogía lo ligó al mayor héroe salteño: su madre, Isabel Patrón Costas, era hija de Domingo Patrón Escobar y de Isabel Costas y Figueroa Güemes, hija de Francisco Manuel Costas Frías y de Catalina Luisa Figueroa Güemes, hija a su vez de Francisca Güemes, hermana del mítico caudillo.
Su biografía marca que en su adolescencia, junto a David Michel Torino, fundó el diario Sancho Panza. Tiempo después, fue nombrado profesor del Colegio Nacional. En 1914 publicó su primer libro, “De mi vida y de mi tierra”. Luego llegaron “Los valles de Cachi y Molinos”, “Salta, su alma y sus paisajes”, “Antología Poética” y “Los Gauchos”, entre otros.
Juan Carlos Dávalos se mudó al infinito un 6 de noviembre de 1959, pero antes “recorrió los rincones del Norte Argentino para abarcarlo en sus páginas con el gesto genuino de toda la región”, en palabras de la profesora María Eugenia Carante.
En el aniversario de su nacimiento, diversos especialistas recuerdan al poeta de la tierra, que legó una herencia indispensable a las letras argentinas, de Sudamérica y de su cuna, que se autodefinió con simpleza: “Soy esta cosa sencilla: un buscador de belleza en el paisaje natal y en las almas ingenuas de mis comprovincianos. Yo admiré la Naturaleza, un inmenso afán de ser, de realizar todas las formas y todas las posibilidades, la tradición y la leyenda son el pasado mismo que subsiste, no en la letra muerta ni en el grabado oscuro, ni en el vestigio arqueológico, sino en el alma de los hombres como intuición de lo ancestral, como recuerdo traslúcido de los tiempos heroicos, como afirmación evidente de un arraigo inveterado y tenaz sobre la tierra”.
Pinta tu aldea
Para celebrar al autor, a su salteñidad arraigada, Rafael Gutiérrez, docente adjunto regular de Literatura argentina y Jefe de trabajos prácticos de Problemáticas de la literatura argentina e hispanoamericana de la Universidad Nacional de Salta (UNSa), explicó: “La literatura de Juan Carlos Dávalos responde a la máxima de Tolstoi, ‘Pinta tu aldea y pintarás el mundo’, ya que está marcada por un paisaje de referencia con una riquísima tradición que se construyó a partir de las culturas que confluyeron en el actual NOA y de las que se nutrió el autor a través de la biblioteca heredada y de un atento oído a la producción oral de muchísima vitalidad en ese momento”.
Asimismo, el catedrático destacó que su presencia en la literatura argentina de su momento se sumó a la construcción de un mundo de referencia que enriqueció la imagen de un país en formación, “ya que es el período en el que se está escribiendo con énfasis desde las distintas regiones de un país amplio y diverso”, y agregó: “En la década anterior al ingreso de Dávalos al campo literario, Horacio Quiroga había introducido el paisaje del Litoral y casi por la misma época Ricardo Güiraldes hacía lo propio con la pampa como tema y paisaje en sus cuentos y en su novela Don Segundo Sombra. Era la época en la que el consagrado Leopoldo Lugones recorría la Argentina y rescataba temas de la historia como parte de la literatura y en Salta lo hizo con La guerra gaucha”.
Por otra parte, sobre el costado lírico del escritor, Gutiérrez subrayó: “En los manuales y libros de lectura para la escuela primaria es habitual encontrar cuentos o poesías de Juan Carlos Dávalos que refieren ese mundo legendario y fantástico que, en muchos casos, no es ajeno a los niños que se han criado en un ambiente en el que aún circulan oralmente”. En esa línea, el mismo Dávalos aseguró alguna vez: "Mi literatura constituye una tentativa de acercamiento a la naturaleza física del mundo nuevo; un esfuerzo de conquista por el espíritu, y de asimilación por el estudio, a la tierra. Necesitamos, sobre todo, arte que arraigue en la tierra nuestra. Un arte que, siendo universal por su alcance, pueda ser argentino por su inspiración. A eso tiende en gran parte, mi labor poética".
En otro orden de cosas, con eje en la narrativa, el padre de Jaime obtuvo en1921 el Segundo Premio Nacional de Literatura con "El viento blanco", hecho que le otorgó gran visibilidad. Sobre ese hito, Gutiérrez describió: “en su momento de publicación, se enmarcaba en la misma temática del ocaso del mundo gauchesco cuyo máximo epitafio es Don Segundo Sombra (1926), porque las actividades económicas y los modos de vida consecuentes estaban cambiando en un país que se incorporaba a un nuevo orden mundial”. Y añadió: “Ese registro casi documental que cumple la literatura de la época nos permite acceder a un mundo en crisis que se metaforiza en la lucha del hombre contra la implacable e inconmovible naturaleza, por lo que tiene una vigencia que va más allá de ser una observación del momento para convertirse en un poderoso relato del multivalente lenguaje literario que trasciende momentos y personajes históricos”.
Por todo esto, el especialista sentenció que Juan Carlo Dávalos supo conjugar su formación letrada con una gran sensibilidad por su entorno, ”prestando atención a las voces de las variadas personas con las que interactuó entre el mundo urbano y rural que frecuentaba desde niño”.
También expuso que mantuvo ese diálogo con un mundo muy marcado por las clases de su tiempo, “su producción escrita circuló por Salta impulsada por la escuela primaria obligatoria que difundió la literatura de Dávalos desde su primer momento de aparición hasta la actualidad. Por lo que la popularidad de la literatura de Juan Carlos Dávalos es permanente ya que circula de modo escrito en manuales, antologías, diarios, revistas y sitios de Internet, pero también con gran vitalidad en una tradición oral en la que los relatos folklóricos que se textualizaron en su obra la revitalizaron en nuevas versiones que circulan de boca en boca”, concluyó.
Un notable dramaturgo
El artífice de “Cantos agrestes” no solo se dedicó a los versos y las narraciones. También escribió teatro, aunque su producción en esa área no alcanzó los mismos niveles de difusión. Sobre este punto, Marcela Sosa, profesora titular de Literatura Española en la UNSa, y autora, junto con Graciela Balestrino, de” Un siglo de teatro en Salta: memoria y balance”, aseveró que cuando Dávalos “se abocó al género dramático ya era reconocido como narrador y poeta, pero lo hizo con una suerte variable y no exenta de polémicas, como le ocurrió con El tapao (estrenada en 1914) y el sainete Q.E.P.D. (1915), escritas en colaboración con Nicolás López Isasmendi”.
A modo de resumen, Sosa sintetizó: “el teatro davaliano posee una heterogeneidad interesante. Comienza por obras costumbristas de sesgo cómico-satírico. Luego incursiona en el drama de honor hispánico, Don Juan de Viniegra Herze (1917). La obra, basada en una historia familiar de bigamia y contextualizada durante las luchas de independencia, tuvo una recepción tan controvertida que Dávalos no volvió a escribir teatro hasta 1926 –esta vez en coautoría con el actor y director Ramón Serrano- en que la compañía de Camila Quiroga estrena en Buenos Aires La tierra en armas, obra perteneciente al género del teatro histórico en torno a la figura épica de Güemes”, repasó y completó: “En 1927 estrena una adaptación con Serrano del cuento homónimo de Dávalos, El atajacamino, donde recupera la veta costumbrista, con tipos humanos, paisajes y leyendas locales. Águila renga (1928) vuelve a una suerte de teatro histórico, pero con tinte político”.
En relación a esa pieza, la también doctora en Literatura Española y Teoría de la Literatura por la Universidad de Valladolid, recalcó: “Águila renga, la comedia política escrita junto a Guillermo Bianchi, es otra apuesta arriesgada de Dávalos. La acción transcurre en Cotópolis , en un tiempo contemporáneo al de los autores. El doctor Quintín Montañas es la ficcionalización del abogado y poeta Joaquín Castellanos, primer gobernador radical de Salta (1919-1921), sometido a juicio político durante la intervención de la provincia decretada por Hipólito Irigoyen. Como afirma Balestrino, Dávalos se identifica con Castellanos al ‘marcar una vez más su desacuerdo con la sociedad provinciana de su época'”.
Mas tarde, Dávalos escribió una obra güemesiana, junto a Ramón Serrano. Al respecto, Sosa subrayó que “La tierra en armas”, que posteriormente fue llevada al cine por Leopoldo Torre Nilsson, escenificaba el relato fundacional de la patria “en un momento en que el pasado podía funcionar como escudo protector contra fracturas en su entramado social y cultural. A través de la figura modélica de Güemes la obra proporcionaba al pueblo salteño la perfecta puesta en escena de su legado histórico y cohesionaba la identidad regional”.
Finalmente, la investigadora opinó que los aniversarios son oportunidades para revisar la producción de un escritor. “En el caso de Dávalos, releer y poner en escena sus obras teatrales sería un excelente punto de partida para aquellos teatristas que buscan infructuosamente material autóctono publicado. Las obras completas de Dávalos posibilitan montajes actuales, que le ‘hablen’ al público de este tiempo. La mirada crítica davaliana sobre prejuicios y tabúes sociales es tan vigente como entonces -sustituyendo la “honra” por el “qué dirán” y la apariencia- y sus planteos sobre el otro –representados por Argentina, la hija del español y la criolla de La tierra en armas- son más válidos que nunca en una sociedad como la nuestra, en que los residuos patriarcales se suman a la problemática contemporánea de la alteridad”.