Pasó algo desapercibido el anuncio, el año pasado, de un préstamo por 1000 millones de dólares que el Nuevo Banco de Desarrollo puso a disposición de Brasil ante la pandemia de la Covid-19. Ese banco, antes conocido como Banco de Desarrollo del BRICS, es una institución de fomento al desarrollo fundada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Con sede central en Shanghai, su principal aportante es el gobierno chino.
El dato de dicho préstamo lo aportan el exdecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA e investigador principal del Conicet Fortunato Mallimaci y el sociólogo y doctor por la Universidad de Shanghai Gonzalo Ghiggino en el libro “La superación de la pandemia de Covid-19 en América Latina”, cuyo eje ordenador es el rol de la República Popular China en ese cometido.
Publicado por Peña Lillo – Ediciones Continente y compilado por el periodista, docente y experto en estudios sobre China Gustavo Ng, contiene artículos de María José Haro Sly, máster por la Universidad de Renmin y funcionaria del gobierno de Tucumán y del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación argentino; el sociólogo Sebastián Schulz, del Centro de Estudios Chinos del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata; los periodistas Marina Sepúlveda y Pedro Perucca y el autor del presente artículo, quien es editor, junto a Ng, de “DangDai”, medio que aborda desde hace once años las relaciones entre Argentina y China.
"Vacuna china"
Respecto del rol del gobierno de Xi Jinping, Mallimaci y Ghiggino indican que en los próximos tres años “China brindará 3 mil millones de dólares adicionales de asistencia internacional para ayudar a los demás países en desarrollo a luchar contra la pandemia y recuperar el desarrollo socioeconómico”. Avanzan sobre datos esenciales de la lucha antipandemia en América Latina en términos geopolíticos y económicos y plantean asimismo la disputa ideológica.
Los “medios hegemónicos pretenden dividir entre nosotros versus ellos un sistema que representa ‘nuestros valores’ versus otro ‘que los amenaza’”, indican los autores, y agregan que “detrás de la producción de medicamentos por parte de la industria farmacéutica global rigen intereses guiados por la rentabilidad, las ganancias extraordinarias y la especulación, y que la inversión en medios es también extraordinaria por parte de estos grupos concentrados”.
Mallimaci y Ghiggino observan “cómo el adjetivo ‘china’ o ‘rusa’ es esgrimido de manera peyorativa, y se utiliza en reemplazo del nombre de las farmacéuticas de China o de la Federación Rusa. Mientras que otras vacunas de origen norteamericano o europeo son nombradas por el laboratorio que las fabrica (Pfizer, Johnson & Johnson, AstraZeneca, Moderna) y no se las designa como ‘vacuna inglesa’, ‘vacuna norteamericana’ o ‘vacuna alemana’. El apelativo ‘china’ es una estrategia de estos medios para instalar ideas y estereotipos en los imaginarios de los lectores, con el fin de descalificar y desvalorizar los avances científicos chinos en esta materia”, que los autores describen en detalle.
Sepúlveda se detiene en los datos que aportan la CEPAL y el BID para la región. Tras un crecimiento prácticamente nulo en 2019, el impacto de la pandemia generó mayor recesión y menor posibilidad de volver a un crecimiento en lo inmediato. “La contracción estimada en 2020 fue de 7,4 por ciento, la mayor desde 1821, calculada en un 17 por ciento durante las luchas por la independencia”, dice. También reproduce un pronóstico del Fondo Monetario Internacional según el cual América Latina “entró en la pandemia como una de las regiones con mayor desigualdad del planeta”, por lo cual estiman que “saldrá de ella más empobrecida y con una desigualdad todavía peor”.
"Mezquindad sanitaria"
El periodista cultural Perucca hace eje en las disputas del gobierno de Donald Tump contra China, que comenzaron en una así llamada “guerra comercial” pero que se extendieron a América Latina y se acentuaron por la pandemia. Las presiones se hicieron sentir pese al incumplimiento en contratos de suministro, como los de la vacuna Pfizer.
Frente a ello, “el aporte chino se materializó en millones de dólares de donaciones en materiales médicos (respiradores, mascarillas, barbijos, trajes y otros equipos de seguridad), para luego, una vez desarrolladas las vacunas, comenzar a distribuirlas por millones en los distintos países de la región”.
En relación a la política sanitaria mezquina de todo Occidente, recuerda que en febrero de 2021 el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, António Guterres, debió hacer un llamado urgente para consensuar un plan de vacunación mundial que revirtiera una situación “tremendamente desigual e injusta” en la que “diez países lograron capturar el 75 por ciento de los fármacos contra la epidemia distribuidos a nivel mundial, mientras que más de 100 naciones no han recibido una sola dosis”. Las posteriores mutaciones del virus en África son en parte consecuencia de ese despropósito.
Haro Sly escribe al respecto que “el acaparamiento de las vacunas por parte de los países centrales dejaba un vacío fuertemente explotado, en el otro extremo del globo, por China y Rusia, que expandieron sus ventas y donaciones hacia países del Sur global”. Ya “en febrero de 2021, antes que el nuevo presidente norteamericano Joe Biden comenzara a revertir las estrechas políticas sanitarias de su antecesor, China había brindado asistencia con vacunas a 53 países en desarrollo y exportaba dosis a 27 naciones”.
Por su parte, Shultz, becario doctoral del Conicet, plantea que la desigualdad en la distribución de vacunas se dio también al interior de las potencias occidentales, discriminando a población migrante o pobre. Pero los grandes laboratorios hicieron su negocio. “Según estimaciones de Morgan-Stanley, en 2020 y 2021 los laboratorios Pfizer/BioNTech ganaron unos 19.975 millones de dólares con las vacunas contra la Covid-19; la farmacéutica Moderna, unos 13.200 millones y Johnson & Johnson, unos 12.700 millones de dólares en el mismo período. Las acciones de estas empresas también se han disparado producto del desarrollo de la vacuna contra la Covid-19: Moderna aumentó su valor en un 700 por ciento, mientras que BioNTech lo hizo en un 300 por ciento”.
El artículo de Restivo traza un balance de las vacunas en América Latina. En base a datos del diario británico Financial Times, hasta junio de 2021 las empresas chinas entregaron la mitad de las 143,5 millones de dosis que recibieron las diez naciones más grandes de la región; AstraZeneca y Pfizer juntas entregaron 59 millones, y Rusia envió 8,7 millones de vacunas Sputnik, mayormente a la Argentina.
En particular, China aportó, además de barbijos, insumos médicos y hospitales móviles (lo cual también hizo Estados Unidos, pero después) millones de vacunas: Sinopharm tiene acuerdos con la Argentina, Bolivia, Perú y Venezuela. A su vez, Sinovac los tiene con Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, México, Panamá, Paraguay, República Dominicana y Uruguay. Y en tercer lugar, CanSino, otro laboratorio del país asiático que fabrica en cooperación con Canadá, despacha a México y hacia abril se anunció que enviará próximamente a Chile. Estados Unidos corrió por detrás.
Hasta presidentes aliados de Washington protestaron. El presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, escribió un tweet que decía: “Presidente @JoeBiden, los países menos desarrollados y aliados tradicionales de EE.UU., como República Dominicana, han aprobado la vacuna de AstraZeneca y la necesitamos con urgencia”. Por su parte, el canciller de Paraguay, Euclides Acevedo, fue más lejos: “¿De qué sirve la fraternidad si ahora no nos dan una respuesta?”.