El presidente reafirmó ayer que no está dispuesto a dimitir por el escándalo de corrupción que ha puesto a su gobierno al borde del abismo desde la semana pasada. “Si quieren, que me derriben”, sostuvo en una entrevista, a la vez que admitió que fue ingenuo al recibir en su casa a Joesley Batista, dueño de la empresa de alimentos JBS, que lo grabó en una conversación comprometedora. En el delicado balance que tiene a Temer atado con hilos, el ex mandatario brasileño Fernando Henrique Cardoso afirmó que su fuerza, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) –aliado por ahora del jefe de Estado–, cree que sería oportunista abandonar el gobierno. El ministro de Hacienda de Brasil, Henrique Meirelles, candidato del mercado como posible sucesor del presidente, afirmó a inversores que la agenda de reformas económicas continuará incluso si existe cambio de mandatario. Mientras se espera que hoy sesione el grupo de la Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados que evaluará una enmienda constitucional que posibilite una elección anticipada, la titular del Tribunal Supremo de Brasil, Carmen Lúcia Antunes, postergó la votación sobre una apelación presentada por Temer hasta que se realice la pericia del audio en el que el mandatario aparece avalando actos ilícitos con el empresario delator.
Acorralado por varios pedidos de impeachment y con su base aliada debilitada, Temer, de 76 años, dio su primera entrevista extensa a un medio brasileño desde que el miércoles estallara la crisis que puede acabar con su mandato. “Fui ingenuo al recibir a una persona en aquel momento”, dijo en la entrevista publicada ayer por el diario Folha de S. Paulo, al ser consultado sobre su responsabilidad en el actual terremoto político en Brasil, que llega un año después de la destitución de Dilma Rousseff. Temer busca capear la tormenta de rumores e incertidumbre apelando a la calma. Para eso, espera aprobar esta semana alguna de las leyes que tenía en agenda en el Congreso como demostración de fuerza frente a quienes lo dan por muerto. “Mantengo la serenidad, especialmente sobre lo que ya dije: No renunciaré. Si quieren, que me derriben. Porque si renuncio, es un reconocimiento de culpabilidad”, sentenció en la entrevista con Folha.
El mandatario terminó la charla con un comentario sorprendente, bromeando sobre los dos discursos recientes, de tono firme, que dio a la nación para clamar por su inocencia. “Creo que a la gente le gustó este nuevo modelito. Las personas pensaron ‘al fin, tenemos presidente’”, dijo entre risas.
Acusado por la fiscalía de obstrucción a la justicia, corrupción pasiva y organización criminal, muchas voces en Brasil piden su renuncia. La de mayor calado es la del colegio de abogados de Brasil (OAB), que esta semana presentará su pedido de impeachment en el Congreso, sumándose así a una decena de peticiones de diputados, en lo que ya representa un duro golpe para el mandatario. Entretanto, el presidente trata de mantener a flote las alianzas de su partido de centro-derecha, el PMDB, y busca impedir que alguno de esos pedidos prospere. Hasta ahora, sólo partidos pequeños lo abandonaron, pero el apoyo de su principal socio de gobierno, el PSDB, tambalea. En este sentido, Cardoso deslizó que tal vez no sea el mejor momento para abandonar el barco que por ahora timonea Temer, aunque dijo que el PSDB tampoco puede afirmar que no va a cambiar de posición. Esa fuerza, también de centroderecha, es el principal aliado del Partido del Movimiento de la Democracia del Brasil (PMDB) y fue golpeado por el escándalo de las grabaciones de la empresa frigorífica JBS, en las que aparece pidiendo sobornos el senador Aécio Neves, suspendido en el cargo.
“Algunos en el PSDB creyeron que había que desembarcar como si no tuviéramos nada que ver con el gobierno. Creo que sería oportunista salir corriendo. El plan económico fue muy apoyado por nosotros, entonces el PSDB tenía la responsabilidad de no dar una puñalada por la espalda apenas aparecieron las grabaciones”, señaló Cardoso al canal Bandeirantes. Temer y Neves están acusados por el fiscal general, Rodrigo Janot, de buscar obstruir la Operación Lava Jato. La situación del PSDB es clave para la gobernabilidad de Temer porque lo ayuda a tener mayoría simple en el Congreso y ocupa tres ministerios, el de Relaciones Exteriores, el de las Ciudades y el ministerio de la Secretaría General.
Mientras se debate entre bastidores, la nueva crisis política amenaza con dificultar la salida de Brasil de la peor recesión de su historia. Las acciones de JBS se hundieron ayer en la bolsa de Sab Paulo, con un derrumbe del 31,34 por ciento, arrastrando a la bolsa que cayó 1,54 por ciento.
En un mar de desconcierto, el ministro de Hacienda brasileño intentó dar un poco de tranquilidad. “Dejamos claro que la política económica sería mantenida y muy probablemente cualquier cambio político no cambiará los fundamentos de la economía”, afirmó Meirelles durante una teleconferencia con inversores del JP Morgan. El ministro de Economía dijo también que la crisis política postergará por algunas semanas la votación de la reforma del sistema jubilatorio, principal punto de la agenda económica del gobierno brasileño, porque el gobierno no cuenta con los votos necesarios en la Cámara de diputados. La reforma busca modificar la edad de retiro y las exigencias para cobrar el beneficio con el argumento de que el déficit previsional llevará a la quiebra las arcas estatales.
La figura de Meirelles es vista por parte de la prensa como un posible presidente “tapón” a ser electo por el Congreso en caso de que Temer caiga finalmente.