"La escritura es lo desconocido. Antes de escribir uno no sabe nada. Escribir es entrar en lo desconocido de sí mismo, de su cabeza y de su cuerpo". La frase pertenece a la gran escritora francesa Marguerite Duras y Paula de Luque la eligió para introducirla en una suerte de preámbulo de su primera novela, Ficción (Letras del Sur). Reconocida como realizadora de cine (Juan y Eva, La forma de las horas, etc), la cineasta se calzó el traje de escritora y no le queda chico: elaboró un texto exquisito para comenzar un camino dentro del arte que no culminará en su primer libro.
Sin estar tan ajustada a los tiempos del cine, la directora de la plataforma Octubre TV despliega una arquitectura narrativa al estilo “Mamushkas”, donde personajes sensibles -tanto masculinos como femeninos- dan rienda suelta al lector para reflexionar sobre las rupturas y los amores no correspondidos, pero también sobre los deseos y las ganas de reconstruir las propias vidas, incluyendo los reencuentros, no exentos de heridas. En ese sentido, Ficción tiene mucho del amor como lo define el psicoanalista Juan David Nasio: "Es el mellizo del dolor". Con una identidad marcada en la intimidad de los vínculos que tienen las historias, Ficción tiene algo particular: no hay una única manera de leerla. Se puede navegar por las páginas de múltiples maneras, y el lector se encontrará con frases de Leonardo Favio y del sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman, entre otros.
"Hacía mucho tiempo que tenía ganas de escribir una novela y durante la pandemia no se podía salir, no se podía filmar, así que me puse a hacerla", cuenta De Luque. Para la cineasta y flamante escritora, el formato literario es todo aquello que no entra en el lenguaje cinematográfico, que es el lenguaje de la acción. "Y el lenguaje de la literatura es el lenguaje del pensamiento, de la reflexión, de la subjetividad. También de la acción, pero no solamente de lo que sucede sino de lo que les pasa a los personajes con eso que sucede: las contradicciones, los sueños, las culpas, las reflexiones. Y ahí hay un vasto territorio a recorrer. Pero fui hilando el argumento de la novela mientras escribía. Empecé a escribir y se fue abriendo un mundo y fui empezando a relacionar un personaje con otro. Me inspiré también en mi película La forma de las horas. Hay una parte de ese film que fue muy inspiradora. Y así fui construyendo la estructura", comenta De Luque.
-¿Qué diferencias encontrás entre escribir para un guión de cine y para una novela?
-Cuando escribo un guión que se va a filmar tengo que pensar siempre qué actores, qué esquema de producción, cómo lo voy a filmar, en cuántas semanas. Yo, por lo menos, después de dedicarme veinte años al cine, cuando escribo ya lo hago seteada respecto de un esquema de producción. Y la diferencia con la literatura es que esta es de una libertad increíble, infinita. Uno en un libro puede hacer lo que quiera, puede construir un mundo. Es uno con la hoja en blanco. Y también hay algo: cuando hago una película tengo la clara certeza de que va a ser vista entre muchos, aunque ahora está cambiando el asunto de ir o no al cine, pero a las películas las concibo para ser compartidas en público. Un libro -y esto lo tuve siempre presente mientras escribía- es algo íntimo entre el lector y yo. Es algo que se consume en voz baja, que se lee, que se piensa en voz baja, que se puede volver en cualquier momento. No es que al libro uno lo compra y lo tiene que leer en el momento. Y un poco escribí como yo leo también: revisando cuestiones, a veces no necesariamente desde el principio. Como dijo Godard: todas las historias tienen un principio, un desarrollo y un desenlace, pero no necesariamente en ese orden. En ese sentido, Ficción fue pensada así, como un ejercicio de reflexión que cuenta un montón de historias adentro de otras historias y escrita un poco como si el narrador omnisciente también pudiera revisar hacia adelante y hacia atrás sus propias reflexiones, sus propios pensamientos.
-¿Por qué el título? ¿Se puede decir que hay ficciones de identidad en los personajes?
-Hay ficciones de identidad. Y el título es también porque la novela postula la idea de que no existe una realidad sino múltiples, de acuerdo a cómo se miren, cuándo se miren, desde qué punto de vista se miren. Entonces, lo que para alguien puede ser completamente ficcional, para el otro es una verdad de la cual se agarra. También el asunto del duelo y de los recuerdos los vivo como ficciones de la psiquis o de la emocionalidad, o de lo que uno hace con los recuerdos, con contradicciones. También está el asunto de los personajes. Una es una escritora que escribe ficción, otra es una actriz, y la otra es una mujer que está en búsqueda de su deseo. Y el deseo también tiene algo de ficción, en tanto es del orden completamente de lo subjetivo. Hay una búsqueda de ficción de todos los personajes, de su propia ficción y, en función de eso, construir sus realidades posibles. Así que el título lo pensé mucho y me parece que no hay otro posible.
-Jorge Luis Borges escribió un libro llamado Ficciones. ¿Es una suerte de homenaje?
-No por el título. Sí me han dicho que tiene algo borgeano en esto del tiempo, del laberinto, la intrusa (por la historia de los dos hermanos y la mujer). Pero no solamente tiene Borges. También tiene otras lecturas. Está plagado de películas que vi. Cuando hago una obra, me resulta imposible abstraerme de todo lo que soy. Y uno es también lo que leyó, lo que vio, cómo le influyó aquello que leyó, que vio, escuchó, vivió. Entonces, está plagada de una cantidad de influencias que me han atravesado.
-Sin ser autobiográfica, ¿cuán ancladas están estas historias en la realidad? ¿Más bien tienen que ver con sensaciones?
-No están ancladas en mi realidad, están ancladas en mis ficciones, en otras ficciones que he construido. Por supuesto uno no construye una ficción desde la nada sino desde su propia subjetividad. Así que ahí siempre se cuela algo de uno. Es imposible dejar de ser quien uno es. Pero no es que son sensaciones. Están las ficciones construidas casi como un reloj. Hay todo un trabajo que hice respecto de los tiempos, de qué coincide con qué. Está atravesado por dos temas musicales: uno es Janis Joplin, otro es Bach, porque son dos climas bien diferentes donde la novela se apoya: la melancolía y la furia. La novela es furia y melancolía. Y están las historias construidas efectivamente como ficciones. No son autobiográficas, aunque por supuesto están plagadas de mí porque soy yo la que escribe.
-El amor es el gran tema del ser humano, tal vez más importante que el de la muerte. ¿Por eso te interesó hablar del deseo?
-Sí.
Yo creo que los grandes temas son el amor, la muerte, el deseo. Y, a partir de
ahí, se inscribe todo lo demás. El amor es el Eros, la contracara del Tánatos y
el deseo tiene algo de pulsión de muerte, ya hablando en términos muy
psicoanalíticos. El deseo es también algo inasible, una especie de quimera que
todos los personajes están buscando y ahí se cuela el asunto de la vida, de la
muerte, del amor, del desamor. No olvidemos que al orgasmo se le dice petite mort (pequeña muerte), el
clímax del deseo concretado. Eso en términos sexuales. Después, están todos los
demás deseos: el deseo de los hijos, el deseo de trascendencia. Hay mucha
reflexión del deseo de la profesión. Todos los personajes están un poco rotos y
están un poco enteros.