Desde bien pequeña, Otilia Vainstok aprendió a luchar. A los 12 años, una feroz poliomielitis ocasionó una parálisis que la mantuvo postrada en una silla de ruedas hasta sus últimos días. Sin embargo, su primer combate no aplacó sus ganas y sus fuerzas de voluntad. Por el contrario, Vainstok exhibió una lucidez que la mantuvo activa en todo momento y un espíritu que, con velocidad, la empujó a participar en cuanta causa justa y movilización popular existiese. Ello puede advertirse en las palabras del escritor Noé Jitrik, quien trabajó con Otilia por más de cincuenta años: “Desde que la conozco, hace ya medio siglo, siempre se involucró, tomó partido y se esforzó al máximo. Siempre admiré el extraordinario valor que tenía. Una mujer de una inteligencia superior, con una cultura muy elevada y dueña de un juicio crítico afinado y específico”.
Fue una feminista pionera en el país. Formada como socióloga, su perfil altísimo y su carácter robusto la obligaron a exiliarse. Tras su último regreso, desde México, se formalizó su actividad como investigadora en el Conicet, donde se destacó por sus trabajos en el Centro de Estudios Avanzados de la UBA. Su mirada se concentró en los conflictos de interés asociados al funcionamiento del sistema científico. Pronto se incrementaron sus labores defensivas ante los ataques del poder político, que –históricamente– obstaculizaban el crecimiento del sector científico.
La ética siempre constituyó una zona de frontera, un punto nodal, un imán de atracción constante para el sector científico-tecnológico. Tanto que en 2001, Adriana Puiggrós, en aquella época al frente de la Secretaría de Ciencia, le propuso a Vainstok que coordinara un equipo multidisciplinario que se encargara de discutir “asuntos controvertidos” que requiriesen de un enfoque complejo edificado por referentes especializados. Así nació el Comité Nacional de Ética en la Ciencia y la Tecnología (Cecte) que, entre sus principales funciones destacaban “la formalización de los principios éticos en la práctica científica y tecnológica; y la promoción de la dimensión ética en las instituciones de ciencia y tecnología y en las de formación universitaria”, según la resolución 004/2001 que materializó su creación en abril de ese año.
Desde aquel lugar, Vainstok sobresalió por su brillantez, su coraje y su compromiso, cualidades que la acompañaron desde siempre y que ayudaron en la composición de una perspectiva crítica capaz de problematizar la realidad y echar luz en un escenario científico colmado de múltiples opacidades. El investigador Alberto Kornblihtt, que participó del Comité desde su nacimiento hasta fines de 2015, señala al respecto: “Otilia estuvo al frente de una tarea creativa importantísima. Tenía un coraje inmenso y un gran compromiso por investigar los problemas éticos de la ciencia y relacionarlos con la sociedad”. Por eso “representa una pérdida muy grande porque era dueña de una mente lúcida y de un carácter fuerte que acompañaba de maravillas”.
El Comité, en la actualidad, está formado por referentes de las más diversas disciplinas. Entre ellos puede subrayarse la participación del físico Ernesto Maqueda, del químico Galo Soler Illia, del geólogo Víctor Ramos, de juristas como Aída Kemelmajer de Carlucci, del propio crítico literario Noé Jitrik, así como del médico Iván Izquierdo. Sin embargo, el carácter multidisciplinario no representa ninguna novedad, sino que constituye un rasgo que puede identificarse desde los orígenes del proyecto. Un engranaje en el que Vainstok operó como pieza principal, en la medida en que aglutinó a todos sus componentes y cumplió a la perfección su rol de coordinadora.
“El carácter multidisciplinario era vital. Todos trabajábamos bajo la misma concepción y cada uno era referente de su propia área, con independencia de que nuestra especialidad fuera o no la ética. Sin Otilia será más difícil, ella era el eje de este Comité, es una pérdida muy grande en el país”, indica Kornblihtt. En esta misma línea, Jitrik comparte: “Desde su trabajo como coordinadora agrupó a gente muy importante de diferentes disciplinas en un proyecto que relacionaba a la ética y a la ciencia. Con su fervor, el Comité logró cumplir con una cantidad enorme de proyectos en estos años”.
En el campo científico, quien es solidario y actúa en favor del bien común brilla con su presencia. “Otilia valoraba la coherencia por encima de la conveniencia. Esto es fundamental en el mundo de la ciencia porque muchos científicos piensan en la conveniencia de los actos que realizan, porque se guían por la lógica individualista”, plantea Kornblihtt. “Todos sus amigos de aquí y del exterior nos sentimos muy huérfanos porque si había alguien a quien recurrir frente a los problemas era ella”, concluye Jitrik.