Los recientes eventos político-policiales de reuniones clandestinas de ministros y empresarios y policías-espías son otro botón de muestra de que la teoría económica ortodoxa describe el lugar que el trabajo ocupa en la sociedad de acuerdo a la ideología vulgar del capital concentrado.

La concepción de la heterodoxia económica, en contraposición de la teoría ortodoxa, permite tener un acercamiento a la comprensión de la situación económica de los trabajadores. John M. Keynes afirma en el último capítulo de la Teoría General que "los dos vicios que marcan el mundo económico en el cual vivimos son en primer lugar que el pleno empleo no está asegurado y en segundo lugar que la distribución de la fortuna y el ingreso es arbitrario y carece de equidad”. 

El análisis de la situación actual del empleo muestra que coexisten dos tipos de desempleo: por un lado el keynesiano y por el otro el desempleo clásico o estructural.

Falta de demanda

El primero resulta de una demanda global inferior a la oferta posible y es el resabio de la situación económica provocada por la política macrista, que significó una caída abrupta de la demanda global del 4 por ciento en 2019 respecto del 2015. 

Esto provocó que el desempleo llegara al 12 por ciento, afectando a los trabajadores de menor calificación, con poca protección social, no declarados o con contratos precarios, tercerizados, con contratos temporarios y a tiempo parcial y monotributistas. A la vez, llevó a que haya una importante capacidad instalada ociosa, costosa para las empresas al tener que solventar los costos fijos en un contexto recesivo.

La pandemia produjo una baja adicional de la demanda global, en 2020, del 11,4 por ciento. La política de reactivación económica aplicada por el Gobierno a través del impulso del gasto público, con el IFE, ATP y la REPRO II, entre otras medidas, y la campaña de vacunación, permitieron un fuerte repunte en los tres primeros trimestres 2021, del 12,7 por ciento respecto al mismo periodo del 2020, con lo cual quedó a un 2,8 por ciento del nivel del mismo periodo del 2019. Asimismo, se crearon 425 mil empleos. Esto permite afirmar que se superó el impacto de la Covid-19 y se está volviendo a una situación prepandemia. 

Es esperable que a mediados del año 2022 se esté muy cerca de alcanzar los niveles de actividad y del empleo del 2015 y con ello recuperar lo perdido en 2018 y 2019 con la crisis económica.

Estructural

El desempleo clásico o estructural implica que la cantidad de empleos disponibles, habida cuenta de la capacidad instalada, es inferior a la parte de la población económicamente activa que podría desear trabajar. En el país, el nivel de ocupación de la población activa es del 46 por ciento, casi 25 puntos porcentuales por debajo de los estándares de los países avanzados. 

Este es el reflejo de la exclusión social provocada por la baja inversión de las empresas, facilitada y acicateada por la concentración monopólica y la disminución global de la calificación y la formación de los trabajadores, entre muchos otros factores. 

Esta gran cantidad de trabajo que se pierde a causa del desempleo estructural es el reflejo de la política económica iniciada en 1976 y que se extendió hasta el 2003. Ese modelo implicó una amplia destrucción del capital social y de la estructura industrial, de la infraestructura ferroviaria y del sistema vial. Generó una caída de la productividad de la economía y fue acompañada por la destrucción de la educación pública y del sistema de salud.

Frente a esta situación, la teoría económica ortodoxa afirma que el salario y la cantidad de trabajadores empleados quedan definidos por el punto en que se cruzan las curvas de la oferta de todos los trabajadores inactivos y la demanda solvente de trabajo del sector público y privado. Pero supone que la cantidad de puestos de trabajo disponibles y de trabajadores desocupados son idénticos y que no hay desempleo involuntario.

Circuito cooperativo

Este diagnóstico conduce a los economistas ortodoxos a difundir en los medios el mensaje extravagante de que en un país donde la tasa de pobreza alcanza al 40 por ciento, la causa del desempleo son los salarios demasiado elevados que resultan de la presencia de los sindicatos y de la legislación laboral que impide el funcionamiento del “mercado de trabajo”.

El argumento es endeble y carece de credibilidad porque evalúa solamente la situación de un solo “mercado”, el mercado de trabajo. Esto impide ver las interrelaciones del empleo y el salario con las diferentes variables macroeconómicas. Pero, en particular, obliga a asimilar el trabajo con una mercancía, a pesar de que tiene dos atributos únicos: es a la vez un costo para el empresario y un ingreso para el trabajador, lo cual hace que los salarios y los puestos de trabajo no se parezcan en nada a los precios y cantidades de las papas y de las zanahorias. 

Asimismo, los ingresos de los trabajadores también constituyen ingresos para los empresarios que venden los productos necesarios para el consumo de las familias. Los economistas ortodoxos ignoran que la economía es un circuito cooperativo donde los gastos de unos son los ingresos de los otros, ya que no existe ningún ingreso que no sea previamente un gasto.

Para un empresario individual, la baja del salario de referencia puede parecerle una solución plausible porque supone que le va a permitir disminuir sus precios de venta y por lo tanto mejorar su posición competitiva, aumentado su tasa de ganancia. Pero como todos sus competidores, los otros empresarios, estarán en la misma situación, entonces su posición relativa será idéntica a la que tenía antes de la disminución de los salarios.

Al analizar el problema en su complejidad macroeconómica se percibe que la baja de los salarios disminuye la capacidad adquisitiva de la gran mayoría de la población que es asalariada y también reduce los aportes jubilatorios y por ende la masa de recursos de los jubilados y por lo tanto la demanda global. 

En la medida en que los empresarios sean personas racionales, anticiparán la caída de la demanda, reducirán la oferta de bienes y ajustarán la plantilla de trabajadores, con lo cual la disminución del salario se traducirá en un incremento del desempleo, que es justamente la situación inversa a la que se buscaba. Además, la caída de la oferta global disminuirá la base fiscal y esto se traducirá en una caída de la recaudación impositiva, lo cual incrementará las tensiones presupuestarias.

En la vida real, el desempleo, tratar de conseguir un empleo, obtener un salario, la tasa de ocupación, los gremios, la legislación laboral y el seguro de desempleo forman un todo que no puede reducirse a dos curvas que se cruzan.

No es posible lograr buenos resultados en las políticas económicas tomando medidas erróneas que benefician a unos pocos. La clave de una buena política económica es rechazar las hipótesis y teorías que tratan encerrar problemas complejos en el formalismo matemático y econométrico. 

El motor del crecimiento económico es la productividad que está ligada a la cantidad de capital por trabajador y cuanto mayor sea la inversión, que es el suporte material del progreso tecnológico, mayor será la productividad. Es por esto que la baja de los salarios no incrementa la productividad, porque el aumento de la inversión no se produce debido a las ganancias obtenidas en el pasado sino a los beneficios previstos en futuro.

*Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019. [email protected]