Kohl es un hermoso libro de poemas que vale leer, como se leen los libros que gustan, de un tirón. Publicado por Lago Editora, fue escrito por Gabriela Duguech, nacida y residente actual en Tucumán, aunque quizás también un poco ciudadana del mundo, por sus viajes, otras residencias y otras ascendencias. En sus poemas las palabras danzan, dan volteretas, giran para trasmitir un sentido casi siempre enigmático, levemente inducido, que hay que buscar en metáforas insinuadas que le dan al lector la posibilidad de encontrar sus propias letras, convirtiéndolo en un escritor del poema.

Son poemas veloces, fulgurantes, algunos como los haiku japoneses, breves, que los hace dos veces buenos. En pocas palabras dicen mucho. Una economía de la letra que no necesita demasiadas vueltas para alcanzar su efecto. Quizás, como el título del libro, breve, conciso y bello como un destello, como una estrella fugaz.

Nos recuerda la autora que Kohl “es un polvo de origen mineral que se colocaba alrededor de los ojos de las mujeres –aunque no exclusivamente- en Medio Oriente, Egipto y sur de Asia para protegerlos de enfermedades y del sol. Se creía que también guardaba del mal de ojo y por eso se lo ponían a los niños a poco de nacer”. En el sur de Asia se usaba para destacar la mirada. Tiene un uso de más de 10.000 años y se considera el primer cosmético y remedio oftalmológico.

En palabras de Duguech, uno de sus poemas condensa marcas de su origen, ficcional, pero no por ello menos reales: “Abuela no pongas kohl/en mis ojos mamá no querrá/ sé que lo haces para protegerme/ pero ella quiere poner sus propias marcas/ otra seré/ no te preocupes,/ otra seré.”

En estos países mestizos de América, la abuela libanesa la cuidaba y la madre de ascendencia catalana, italiana y francesa entraba en disputa. "Oriente y Occidente marcaban territorio en ese pequeño cuerpo de niña que mi abuela quería proteger con esa sombra ritual. Ganó mi madre, pero no del todo… Me gusta pensar que el khol que no llevo en mis ojos se metamorfoseó en la tinta de mi escritura con la que escribo poesía”.

Gabriela Duguech.

Algunos breves poemas quiero citar:

Música: “Esas semillas de felicidad/ fecundaron en mí/ a pesar de todo.”

Cabe: (Después de analizar un sueño) “Cabe entre tus manos/una respuesta// ese manojo de llaves/ la tintinea.”

Poetizar: “Es tomar urgente la palabra/ que se hace presente/ sin que sepamos de antemano/ lo que nos quiere decir.”

Suelo: “Suelo interesarme/ por las cosas de la vida/ al ras/ de lo que levanta vuelo// Porque no pienso/ sino con el suelo/ del que despego a veces, aves milagrosas.”

En Tucumán, Gabriela Duguech estudió danza clásica desde los 10 años y formó parte del Ballet Estable de esa provincia a los 16. Destaco este dato porque como en sus poemas hay danza, como dirá Lacan parafraseando a Freud y modificándolo hay condanzación (por la freudiana condensación). Condanzación que contrarresta a la gravedad. Vuela.

Gabriela Duguech estudió Psicología y radicada en Barcelona se formó en psicoanálisis en la Sección Clínica de Barcelona (Institut du Champ Freudien), y allá comenzó su práctica como psicoanalista. Fue también Profesora Superior de Danza en esa ciudad de alguno de sus ancestros.

Actualmente es Profesora de la Niñez y Adolescencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT. Y en el Instituto Oscar Masotta (ICF).

Ha escrito numerosos artículos en distintas publicaciones, de UBA, de España y ha colaborado en libros como Autismo. Problemas cruciales y Lecturas de la subjetividad.

Para terminar, otro poema; Quiasma: “El niño/entre la mujer y la madre/la niña/entre la mujer y la madre/ el hombre/ entre la mujer y la madre/ la mujer/ entre la mujer y la madre”.

*Psicoanalista. [email protected]