HIJOS DE NADIE 6 puntos
Farming, 2018, Gran Bretaña/Nigeria/E.E.U.U./Francia
Dirección y guion: Adewale Akinnuoye-Agbaje
Duración: 101 minutos
Intérpretes: Damson Idris, Kate Beckinsale, Zephan Hanson Amissah, John Dagleish, Gugu Mbatha-Raw.
Estreno en Mubi.
Entre los años 60 y 80 del siglo pasado tuvo lugar un fenómeno poco conocido. Recién declarada la independencia de Gran Bretaña, decenas de miles de padres nigerianos, que no estaban en condiciones de criar a sus hijxs, los enviaron a la ex metrópoli, donde fueron recibidxs por familias de acogida. Incluso algunos padres radicados en la propia Albión terminaron entregándolos también, por no poder hacerse cargo. Fue el caso de los padres de Adewale Akinnuoye-Agbaje, nacido en Londres, quienes para poder completar sus estudios de Derecho aceptaron entregar al hijo a una familia blanca de una barriada pobre de la ciudad, hacia fines de los 60 y a cambio de una suma (lo cual convierte el convenio en una operación comercial). Medio siglo más tarde Akinnuoye-Agbaje, que hasta ahora se desempeñó en la industria como actor secundario y modelo (en Congo e Identidad Bourne, entre otras) escribió su historia y produjo con ella su ópera prima como realizador.
Farming es el título original, ya que ése es el término, poco amable también, con el que se designaba la crianza de estos hijos extrafamiliares (“parece que fueran papas”, se queja alguien por allí). Son los tiempos en los que, en medio de una creciente ola de racismo blanco, el político conservador Enoch Powell dio un discurso al que se conoció como “Ríos de sangre”, que como se imaginará no predicaba una cálida acogida a los inmigrantes provenientes de países del Commonwealth. (A propósito, el reciente documental sobre la grabación de Get Back incluye como contexto a Powell y el creciente antiinmigracionismo inglés, hasta el punto de que una de las letras alternativas del tema representaba una fuerte invectiva contra esa tendencia). Akinnuoye-Agbaje narra su historia de década en década, siendo tratado en todas partes con el término de coon, equivalente británico de nigger.
Como si se tratara de una versión étnica de Dickens, esa primera parte de Hijos de nadie es una lluvia de desgracias y humillaciones. Es difícil de entender por qué Ingrid, su madre de acogida (Kate Beckinsale, lejos de todo glamour) tiene, aparte de él, otrxs seis niñxs nigerianos, con sus favoritxs y sus réprobos. Entre éstos, el más victimizado es Emi, a quien la encantadora Ingrid trata de “bobo”, castiga (no físicamente, por suerte) y obliga a delinquir para ella, llamativo punto de conexión con Oliver Twist. No terminan allí las penas del pobre Eni, que en un regreso a Nigeria junto a sus padres sufre un ritual “de purificación” consistente en el corte de la piel con hojitas de afeitar. Y cuando vuelve a Londres son los 80 y lo están esperando los skin-heads…
Hasta este punto el espectador siente que está frente a una nueva muestra de gozosa crueldad por parte del cine británico, del que ese rasgo nunca estuvo del todo ausente. Por suerte --aunque este comentario pueda parecer paradójico--, a partir de determinado momento Eni (Damson Idris lo interpreta como adulto) adopta, aunque no la formule, aquella máxima de “si no puedes vencerlos, únete a ellos”. ¿Un skinhead negro? Si la película no estuviera precedida de la clásica placa de “basada en hechos reales”, sería difícil, si no imposible de creer. Esta maduración del héroe vuelve la historia aún más dickensiana, aunque el acento puesto en la sobrevivencia, al costo que sea, pone también a Hijos de nadie bajo el signo de Darwin. Tras un hecho grave, una asistente social mulata y “buena” sabrá encontrar una vocación para que el muchacho deje de lado los cuchillos de caza y abrace los tratados de derecho, y allí uno se siente súbitamente transportado a Hollywood.