Taika Waititi es un milagro neozelandés que le ha dado a las grandes franquicias norteamericanas algunas de sus obras más desconcertantes. Al superhéroe Thor lo convirtió en una comedia de tomo y lomo que descontracturó toda la solemnidad de los Avengers. Con la serie The Mandalorian, le devolvió a Star Wars su épica western bajo el beneplácito bizarro del mismísimo Werner Herzog (y se prepara para dirigir la próxima película). Por supuesto que también ganó el Oscar con su JoJo Rabbit: tal vez sea lo peor que tiene Taika, por qué no. Y antes, convirtió a un grupo de vampiros migrantes a Staten Island en una comedia hilarante con What We Do in The Shadows --basada en la película del mismo nombre, que transcurría en Wellington y él protagonizaba-- y aún más antes, bueno, estuvo a bordo de Flight of The Conchords, una serie musical sobre una banda indie fracasada, a estas alturas, de mega culto. Y así, se podría seguir con su serie de hits extraños, autorales, pero hits al fin y al cabo, una rara combinación ganadora.

Ahora, Taika Waititi lo hizo al revés. Con Reservation Dogs, una serie que se puede ver por Star+ y que es numero puesto en cada lista de lo mejor del 2021 –aunque pasó bastante desapercibidida de este lado del mundo–, no se trata de reinventar una franquicia o de darle un giro extremo a un gran género cinematográfico, sino de poner la mirada en los lugares más postergados del cine y la televisión. Reservation Dogs es una comedia de ocho capítulos sobre una pandilla de adolescentes nativo-americanos que vive en una reserva indígena en Oklahoma, y que intentan conseguir dinero para viajar a California a punta de robar papas fritas y otros pequeños crimenes. El quinto del clan, que soñaba con Los Angeles, murió hace un año. Los chicos aun están de duelo y, quizás en su homenaje, viven en una frenética búsqueda, entre el vértigo del viaje y otros asuntos de la adolescencia. La serie es a la vez una comedia genial y un relato iniciático, donde la cosmovisión de los pueblos originarios y el devenir de un adolescente occidental, y todo eso mezclado, están representados de una forma imprevisible, sin la solemnidad y los clichés que usualmente le dedica el cine que los ve desde afuera.

Waititi co-escribe y co-produce la serie junto a Sterlin Harjo, nativo americano de la Nación Seminola, de ascendencia muscogui, y director de películas como Four Sheets to The Wind o This May Be The Last Time, todas sobre su propia comunidad y con el Estado de Oklahoma de fondo. Para Harjo, Reservation Dogs es sin duda un asunto mucho más personal, que reune referencias de su propia experiencia y un tipo de cine más libre y autoral, previsiblemente alejado de las franquicias de Taika. A él, que es neozelandés de ascendencia maorí, lo conoció justamente en el Festival de Sundance, de cine independiente, donde –recuerdan ambos– todo el mundo intentaba presentarlos (pues: nativos), y al final se hicieron íntimos. “Una noche empezamos a hablar de lo genial que sería tener un programa sobre los pueblos originarios que no fuera absolutamente deprimente, que no cayera en la trampa de muchas películas o programas anteriores, en los que exclusivamente se habla de las dificultades, o lo oprimidos que hemos estado, como si no tuviesemos también otras experiencias. Queríamos tratar esos temas, pero hacerlo de una manera que fuera realmente fiel a nuestra sensibilidad. Y concluimos que sólo se pueden contar esas historias a través del humor. La única forma en que somos capaces de tratar el trauma es de forma divertida”, dijo Taika. 

La serie es muy divertida: hay comedia supercool, hay burla socarrona a la representación del mundo blanco, y hay una gran batería de referencias pop que se reinventan. Por supuesto que el título homenajea a Reservoir Dogs de Quentin Tarantino, y de hecho, en una de las primeras imágenes se puede ver a los chicos caminando a cámara vestidos de traje. Pero todo eso está mezclado con una serie de experiencias, de referencias, y de miradas que sin duda solo podrían venir desde dentro de la comunidad. “Oklahoma es territorio indio, es donde nos trasladaron a la fuerza. Así que hay una historia de fondo que no se menciona, que es mucha supervivencia, mucha lucha contra el intento de genocidio. Para mí, en un proyecto indígena o nativo, la tierra donde se filma es una de las cosas más importantes. Le da este carácter a la serie: es esta decadencia de la expansión occidental, y estos niños que la convierten en su patio de recreo. Las historias de las que hablamos tienen lugar allí mismo, y creo que eso se siente”, dijo Harjo.

Además, en tiempos de cuoteo forzado y de falsa celebración de la otredad, bueno, Reservation Dogs no se esmera mucho en lo cosmético: directamente todos los personajes son nativo-americanos, ninguno es actor (excepto grandes nombres como Zahn McClarnon o Wes Studi), los escenarios son realmente de Oklahoma (que no es una ciudad que se use realmente como set en cine), y punto. Otra cosa: puede ser que estos chicos sean no-actores, pero ese carisma que sostiene la serie ya se lo querría cualquier personaje de Euphoria. “Estos niños eran increíbles. Eran como: ‘Nunca actué antes, no me importa. Vi Thor, me encantó’. Son tan naturales y tienen tanto talento. Era lo que buscábamos: no necesitamos actores experimentados, sino niños que conozcan el mundo que estamos creando”, dijo Harjo.

Taika Waititi recuerda que quedó particularmente contrariado después de una mala crítica de Variety a su primera película Boy –sobre un niño maorí fanático de Michael Jackson– porque no era “lo suficientemente específica culturalmente”. “Es decir, no había suficientes fantasmas en la película, y no había suficiente gente hablando con los árboles, y era demasiado contemporánea. Y yo decía: “¿Qué carajo es más específico culturalmente?”. Así que la dupla aprovecha para burlarse de todo eso constantemente, por ejemplo, con la presencia permanente del espíritu de un ancestro, que se aparece pero que en vez de ser guía, lo arruina todo. “Es que es así: nuestras comunidades se enfrentan a todo a través del humor, y eso es lo que falta en cualquier representación nuestra, pero también queríamos hacerlo como una celebración de su personalidad, de su rareza”, explica Harjo.