Nunca trabajaron juntas pero coinciden en la amistad, la admiración mutua y la alegría de reunirse. Andrea Fiorino y Claudia Schujman celebran su regreso a los escenarios de manera compartida y con el humor como estandarte en Crónica de una debacle, con funciones los viernes y sábados de enero a las 21 en Espacio Bravo (Catamarca 3624).
“Trabajar con Andrea es un sueño y un gran desafío. Fue en 2017 cuando me invitó a adaptar y hacer una obra: No hay aplausos para Podmanitzki, de Ephraim Kishon. El proyecto quedó trunco por otros trabajos, se fue diluyendo y luego vino la peste. A finales del año pasado me llamó para retomar la idea pero contemplando la pandemia, porque ella quería incorporar lo que significó haber estado sin trabajar durante dos años. Nos reunimos y armamos Crónica de una debacle”, refiere Claudia Schujman. “El libro de Kishon es de 1973, y habla de las vicisitudes de actores y actrices en aquella época y en su país, con mucho humor, farsa y sátira. Nosotras teníamos algunos textos adaptados, que son los que hicimos ahora, pero atravesados por la pandemia y la situación que se vive. Si ya de entrada lo habíamos pensado como una comedia, en esta oportunidad tuvimos clarísimo que el tono debía ser ése. A veces, el humor hace reflexionar mejor y visibiliza ciertas realidades que son bastante crueles”, agrega Andrea Fiorino a Rosario/12.
-Precisamente, el teatro fue uno de los sectores más castigados.
Andrea Fiorino: -En 2020, cuando se empezaron a abrir lugares como bares y gimnasios, nosotros seguíamos cerrados. Durante ese año salimos al cruce entre compañeras y compañeros para juntar alimentos para colegas que se quedaron sin trabajo de una semana para la otra; fue algo espontáneo, nuestro, mientras desde lo institucional hubo muy poco que nos protegiera y cuidara. Fue bastante injusto, y por eso es necesario visibilizarlo pero con humor, porque si nos enojamos nos enojamos mucho (risas).
Claudia Schujman: -De alguna manera, creo que la obra interpela sobre si es necesario o no el arte para la gente. Por esto mismo, quisimos que fuera en una sala independiente, porque estuvieron cerradas, y si no fuera por el INT (Instituto Nacional del Teatro) todavía lo estarían. En la obra hay una mezcla de ficción y realidad, en donde nos reímos de nosotras mismas, del teatro en sí, y lo rescatamos de la orfandad que vivió durante la pandemia. Pero siempre con humor.
Fiorino: -Es una crónica de lo que nos ha sucedido a los artistas escénicos también desde antes de la pandemia, y en las ciudades que no son la capital del país.
-¿Cómo resultó el proceso de trabajo?
Fiorino: -Un mes lo ocupamos en la adaptación de aquellos textos que ya teníamos, y otro lo dedicamos a ensayar de manera potente, pero en cierta soledad, coordinándonos entre nosotras y con la mirada de compañeros que nos dieron una mano. No fue hasta estrenar cuando pudimos comprobar si el público aceptaba la propuesta y si el humor funcionaba donde debía. Somos amigas desde hace muchos años y hemos transitado el teatro de manera bien distinta; nos encontramos sabiendo que iba a ser una comedia reflexiva, pero en verdad fue fácil. A lo mejor tenemos distintos modos de entrenar en la previa o de pensar cómo hacer el texto, pero nada que nos impida coincidir. Así fue. Y nos divertimos, que es lo importante.
Schujman: -Fue intenso, aprendí mucho en los ensayos y lo sigo haciendo en las funciones. Trabajar con ella es un placer, todo fluyó muy rápido y muy bien. Quienes han visto la obra dicen que el diálogo fluye, que es fresco, y para mí es un alivio muy grande. Ése era el desafío en lo personal.
-¿Cómo decidieron la puesta en escena?
Schujman: -Si se mira la obra con atención, se trata de un trabajo a la par. Los espacios de humor, de drama, de texto, todo está pensado en el marco del equilibrio, de la paridad, del compartir, de la igualdad y la sororidad. Andrea tiene una militancia feminista y está preocupada porque haya sororidad, eso es algo que cuidamos mucho.
Fiorino: -Me interesaba que ese compañerismo, esa sororidad, se presentara desde lo textual, desde la distribución de los textos, del humor. Hemos hablado tanto como hemos ensayado, y creo que es el modo para llegar a buen puerto. Podemos no estar de acuerdo en algo pero en cuanto coincidimos, anclamos. Tenemos una mirada de la vida en general, de lo político e ideológico, muy similar; y en el trabajo –si bien desde metodologías distintas– coincidimos también, ahí es donde nos hacemos fuertes.
Crónica de una debacle cuenta con las participaciones de Romina Mazzadi Arro (puesta de luces), Fabio Sbergamo (diseño gráfico y edición de sonido), Claudio Perrin (fotografía), y las colaboraciones de Vilma Echeverría, David Gastelú, Sergio Escobar y Piero Arsanto. Pueden realizarse reservas al 341-5876600 o adquirir la entrada en sala. Como las dos actrices indican, “por protocolo se pide barbijo y pase sanitario, es importante saber que estamos de acuerdo con cuidarnos para cuidar al otro”.