La Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR), por medio de su Consejo Superior emitió en 2021 una resolución que propicia la nominación del doctor Luis "Matatín" de la Fuente como precandidato al premio Nobel de Fisiología o Medicina 2022 "por sus relevantes méritos y su fructífera trayectoria al servicio de la ciencia y la sociedad mundial". Hizo extensiva la invitación, "al Gobierno de la provincia de La Rioja, a todas las organizaciones de carácter público o privadas, a las organizaciones de la sociedad civil, y especialmente a la Presidencia de la Nación Argentina, a declarar y arbitrar los medios necesarios para avalar la postulación".
La nominación para De la Fuente, que aún ejerce la medicina, llega a sus 89 años. Nacido en La Rioja en 1930, es hijo del ex el juez federal Luis De la Fuente y Marina Carrizo del Moral. La UNLaR lo distinguió en 2003 con un doctorado Honoris Causa y en 2008 como Profesor Honorario de esa institución. En diciembre del año pasado fue elegido por sus pares como miembro honorario nacional de la Asociación Médica Argentina (AMA). Además, recibió una plaqueta del Colegio Argentino de Cardiología Intervencionista (CACI) por los 50 años de haber introducido en Iberoamérica la especialidad desde nuestro país.
En su extensa trayectoria, además de implementar el cateterismo coronario en 1970 y ser pionero en cardiología intervencionista pediátrica también se formó como especialista en clínica médica. Desde Buenos Aires, De la Fuente, contó a este diario que sigue estudiando y que lleva una vida metódica y sin excesos. Recordó a René Favaloro como “un amigo y compañero” y asegura que La Rioja, su tierra natal, “le dio todo” antes de emigrar.
¿Cómo es un día habitual en la vida del Dr. de la Fuente?
Como realizo desde 1966 en Argentina intervenciones cardiovasculares mínimamente invasivas de alta complejidad, llevo una vida metódica y sin excesos. Me levanto temprano y no suelo trasnochar. Estudio mucho, cada día, para estar actualizado y porque cada paciente llega con otras cuestiones de salud, además de las meramente cardiovasculares.
Además, me formé en clínica médica como especialista, en el General Rose Memorial Hospital de Denver, estado de Colorado, hoy llamado Rose Memorial Center, en EE.UU.
¿Pensó alguna vez que podríamos atravesar una pandemia? ¿Cómo analiza la manera en que ha funcionado el sistema de salud en nuestro país; y el comportamiento de nuestra sociedad?
Jamás imaginé una pandemia así y ya lleva dos años. Era inimaginable, salvo para algún buen novelista. Creo que las vacunas son, realmente, fundamentales. Un gran avance sin dudas fue la vacunación. No pierdo la esperanza con algún medicamento antiviral, pero el pilar son las medidas de auto cuidado personal y las vacunas sin lugar a dudas.
La sociedad tuvo, en general, un buen comportamiento. Es difícil para los que no estudiaron medicina comprender algo así, un fenómeno como este, pero no olvidemos que esto también pasará como tan brutal pandemia.
Pondero la calidad médica de mis colegas, esta vez, de los terapistas intensivos, que fueron la primera línea en la lucha contra el COVID. Las enfermedades cardiológicas son aún las más frecuentes y que no deben ser desatendidas. Muchos pacientes dejaron de atenderse del corazón por miedo al contagio de Covid y eso es contraproducente.
¿Las vacunas son la esperanza? ¿Por qué cree que hay sectores anti vacunas?
Lo de los anti vacunas tiene que ver, estimo, con decisiones personales y con el plano de las creencias personales valga la redundancia. Las vacunas siempre fueron uno de los más grandes avances de la medicina junto a los antibióticos.
¿Qué es ser médico o médica? ¿Cómo fueron sus comienzos y cuando descubrió que quería ser médico?
En La Rioja, a los cinco años de edad, iba a la biblioteca de Medicina de mi abuelo materno, Fenelón Carrizo del Moral, un médico riojano con orientación en pediatría y le hurgaba sus libros sobre todo los del cuerpo humano fascinado con esos dibujos de anatomía, disciplina que aún hoy en día me encanta. Siempre quise ser médico. Desde siempre. Ser médico es estar dispuesto a todo en pos de cuidar la salud de tus pacientes.
¿Cómo ubica a la Argentina en la región y en el mundo en cuanto avances en cardiología?
Los argentinos siempre realizaron, realizamos, aportes a nivel mundial, incluso desde nuestro país. Casi siempre hay un argentino en el medio de grandes avances o cerca, muy cerca. En cirugía cardíaca, cirugía vascular, trasplante, el stent con o sin medicamento y angioplastia de la cardiología intervencionista, la escuela argentina realizó aportes extraordinarios. Parece increíble, pero es real. Habla del talento argentino.
¿Podría contar como comenzó el grupo de cardiología intervencionista pediátrica?
Ya en EE UU., hacíamos cateterismos cardiacos en pediatría en 1962 y lo mismo al volver a Buenos Aires en el 1966. La especialidad como tal no estaba subdividida por entonces en los nacientes y fundacionales años 60' como es ahora. Se avanzó muchísimo en cardiología intervencionista pediátrica lo que evita muchas cirugías a cielo abierto en los niños. Dejé de hacer Niños, solo hago adultos, porque realmente sufría mucho en lo personal.
¿Cómo recuerda al Dr. René Favaloro?
Con René, nos unió una gran y sincera amistad y compañerismo desde siempre. Los conocimos en 1965. Le propuse en 1968, que viaje de Cleveland a Buenos Aires, al Sanatorio Güemes más precisamente, para operar a un paciente mío ciego que no podía viajar por esta condición ocular y aceptó. Ahí le dije: ¿viste que se puede operar en Bs As?
Se mató justo el día de mi cumpleaños.
¿Qué significa La Rioja para usted?
La Rioja es el lugar donde nací y me crié en la década del 30. Y donde fui muy feliz con mis padres, amigos, compañeros y familiares. Me dio todo. Hice toda la base académica formal y personal en La Rioja capital hasta los 17 años cuando emigré.
Es el lugar donde me formé, en el Colegio Nacional, con excelentes profesores lo que me permitió en la universidad no desentonar, tanto como cuando me tocó en suerte desempeñar funciones médicas asistenciales y de investigación clínica en los EE.UU. como en los centros de salud de la por entonces naciente cardiología invasiva que eran de avanzada en los años 60. Había dado dos años libres en las escuelas riojanas.