La compleja situación social exhibe además de los flagelos económicos del capitalismo globalizado la emergencia de crisis sanitarias y la persistencia de aquello que con meridiana claridad señaló Albert Camus la legitimación del homicidio.
El incidente del tenista Novak Djokovic pone en evidencia una vez más la cuestión del "héroe" individual" al que se entroniza en las sociedades mercantiles a través de la industria cultural.
En efecto, series, películas y novelas fomentan el culto del personaje que se enfrenta a ciertos poderes o peligros.
Por ejemplo las remake en el cine de Troya o de la novela de Richard Matheson Soy leyenda llevada también a la pantalla pretenden hacer creer que la salvación individual existe.
El caso Djokovic cobra relevancia mediática porque es un deportista famoso.
No recordamos que este personaje se haya pronunciado jamás sobre cuestiones importantes y de gravedad como el cambio climático, el hostigamiento permanente a las poblaciones de las más diversas latitudes expoliadas de tierras y sustancias como el petróleo, el litio y otras.
El silencio de Djokovic y de la llamada comunidad internacional acerca del mantenimiento en prisión de Julián Assange y del Lonko Mapuche Facundo Jones Huala es paradójicamente atronador.
Lo fundamental no son los eventuales episodios que ocurren con alguien que no puede participar de un torneo en Australia sino el ecocidio que se perpetra cada día, el desplazamiento de miles de seres humanos padeciendo hambrunas, imposibilidad de acceso al agua potable, la privación de refugio y vivienda.
Nadie se salva ni se salvara solo. Las luchas con sentido fueron son y serán colectivas y solidarias.
Carlos A. Solero