Los historiadores del cine especializados en el film noir, tanto en su vertiente policial como en aquellas otras abiertas a infinitas posibilidades, destacan la respuesta de Darryl F. Zanuck, jefe de producción de Twentieth Century Fox, ante la posibilidad de adaptar el libro de William Lindsay Gresham Nightmare Alley. “Esa novela es infilmable”. Las razones de su negativa tenían que ver con la sordidez del mundo descripto por el autor, la descarnada galería de personajes esperpénticos o abiertamente inmorales y un final absolutamente pesimista. Fue gracias al interés de la mega estrella, “propiedad” del estudio, Tyrone Power, que deseaba dejar un poco de lado sus papeles en películas de capa y espada, que el poderoso mandamás acepto a regañadientes la puesta en marcha del proyecto. Con una condición: agregar un epílogo al final de la historia original en el cual el caído en desgracia Stan se reencontrase con su exesposa y, en un cruce de miradas empáticas, habilitara la posibilidad de la redención y, por consiguiente, la ansiada felicidad. El director elegido para llevar adelante el film, Edmund Goulding, no era precisamente reconocido por tener una relación profunda con el noir, y su mayor éxito a la fecha era el melodrama de gran espectáculo Gran Hotel, una de las películas más taquilleras de la temporada 1932. Tratándose de una producción clase A, los escenógrafos de la Fox construyeron un carnival de tamaño natural en uno de los sets al aire libre y contrataron a trabajadores de feria reales para dotar al relato de una mayor verosimilitud. En parte por el desinterés de la compañía a la hora de promocionar el producto, en parte tal vez por el tono oscuro de la historia, El callejón de las almas perdidas fue un estrepitoso fracaso de público. A pesar de las disputas legales que hicieron que el film fuera poco visto durante décadas, su estatus de obra maestra incomprendida no hizo más que crecer, y hoy en día es considerado como uno de los títulos indispensables del cine de Hollywood de los años 40, más allá de otros clásicos canónicos del cine negro como El halcón maltés, Al borde del abismo o Pacto de sangre.
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